Aquí junto a las dunas y los pinos, mientras la tarde car
en esta hora larga de belleza en el cielo y hago mío sin prisa
el rojo libre de la luz, pienso que soy el dueño del minuto que falta
para que el sol repose bajo el mar.
Esa es mi razón, mi patrimonio, después de tanta orilla
y de tanto horizonte, ser el dueño del último minuto,
del minuto que falta para decir que sí, para decir que no,
para llegar después al otro lado de todo lo que afirmo y lo que niego.
Esa es mi razón contra las frases hechas y el mañana,
mientras la tarde cae por amor a la vida, y nada es por supuesto ni absoluto,
y el agua que deshace los periódicos
arrastra las palabras como peces de plata, como espuma de ola
que sube y se matiza dentro del corazón.
Aquí junto a las dunas y los pinos,
capitán de los barcos que cruzan mi mirada,
prometo no olvidar las cosas que me importan.
Tiempo para ser dueño del minuto que falta.
Pido el tiempo que roban las consignas porque la prisa va con los pies de plomo
y no deja pensar, oír el canto de los mirlos, sentir la piel,
ese único dogma del abrazo, mi única razón, mi patrimonio.
Luis García Montero
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