Tiene días, como todo el mundo. Días de querer salir y darlo todo. De enamorarse. Y otros de pijama, de cola cao y no querer saber nada del amor.
Se ha equivocado muchas veces, tantas que algunas incluso parecen demasiadas. Algunas veces se dejó llevar y funcionó durante un tiempo. Otras, aun sin dejarte, un puro desastre.
Ha pasado el tiempo tan rápido que asusta. Lo lejos que queda su primer beso.
Pero aprendió en la medida de lo posible que, para volver a querer, nunca más va a volver a hacerlo a medio gas. Nunca por miedo a la soledad. Nunca más.
Solo poniéndose en el centro de la calle más grande de su ciudad y dando un giro enorme sobre sí misma es suficiente para describir que la mitad de historias de amor que relucen no son más que personas que no aprendieron a estar solas. Y muchas veces tampoco quieren aprender.
Y no, nunca más. Ahora se quiere. Mucho. Y eso es la felicidad total.
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