sábado, 4 de enero de 2020

La mejor Nochevieja de la historia (Parte I)

- No quiero salir.

- Vas a salir o te arrastro de los pelos.

- Que no y que no - respondo.

- He preparado el bar para que vayamos todos. A ver si te echas novio de una vez... 

- ¡Eres un Bollo caducado! - me quejo.

- Y tú una pesada... Te recojo a la 1.30, o el empotrador o yo.

- Qué bien... No voy a salir.

- Ok.

A la 1.30, en empotrador estaba en mi portal (en la vida real, éste ya tiene su propio mote y es conocido por él, así que voy a mantener su anonimato. Es el mejor amigo del Bollo).

- ¿De rosita, prima? - me pregunta al verme entrar en el coche - Vas de chica, ¡guau! Espera que te mire - y me hace un repaso de arriba a abajo - Madre mía el Bollo... Si no te quiere, te empotro yo.

- ¿Alguna vez has lanzado un piropo más bonito que ese? - pregunto tapándome con la americana.

- Es que estás impresionante, pero... quedaría guay con un top negro.

- ¿Como este? - me levanto la blusa rosa palo y se lo enseño. 

Y no contesta, no dice nada. Me mira, y se muerde los labios.

- Me has puesto malo - y suspira - Justo como ese.

- Hombres... Veis un poco de carne y ya se os hace la boca agua.

- A mi contigo se me hace la boca agua en boxeo con esos top que llevas.

- Qué bien, oye. No lo sabía, gracias. Era una información que necesitaba escuchar - le respondo mientras me choco con la puerta - Hoy no es día de rally.

- Ya te gustaría a ti, que lo echas de menos.

- Pues sí - pienso en mi coche nuevo y en que aún no he dado con su potencial para correr con él como lo hacía con mi Atos.

Llegamos al bar y aparca en la puerta.

- Quítate la blusa - me dice.

- ¿Qué? - pregunto.

- Venga. Suéltate por un día la melena y disfruta de la fiesta.

Yo no suelo ir vestida así. Nunca he pensado en enseñar mi cuerpo, pero la verdad es que últimamente me veo mejor, más mona, y bueno... Ellos son mis amigos, si pensaran que iba mal vestida, me lo dirían.

Dejé la blusa en los asientos de atrás del coche, y entré con mi sujetador lencero, acompañado por el empotrador y vi a mi Bollo detrás de la barra, no se había percatado de que había entrado hasta que alzó la mirada y su boca se abrió.

- ¡Feliz año, Superman! - le dije subiéndome a un taburete, lanzándome a su cuello.

Él no me respondió. Miraba a su amigo, me miraba a mí, volvía a mirar a su amigo.

- ¿Qué haces vestida así? - me preguntó al oído.

- Pero bueno, ¿y este bombón? Menuda leona... ¿tu nombre es...? - se unieron a nosotros un grupo de amigos del Bollo.

- No es nadie - les ladró.

Me llevó hasta un rincón del bar cogida del brazo.

- ¿No soy nadie? ¿Y tú querías que viniera? El que me dice a ver si te echas novio... ¿Qué te pasa?

No me miraba. Estaba nervioso y le estaba acorralando.

- No puedes ir vestida así... Hace frío.

Me quedé mirándole... ¡Este es gilipollas!

- Y... hay mucho chico aquí, todos mis amigos, y amigos de amigos... 

- ¿Y? - respondí - Me voy a bailar con el empotrador.

- Patri... Patri... - me gritó, pero no le hice caso.


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