Por fin un día que llego pronto a casa. Tanto trabajo va a acabar conmigo. Tengo un rato para sentarme frente al teclado junto a un té para contaros algo que he estado pensando todo el día.
Como todos sabéis, estoy conociendo a alguien, no puedo decir que esté con él porque no es así, y a lo tonto llevamos dos meses. Sí, es el ingeniero. Estoy preparando ahora mismo un viaje con él para dentro de quince días... ha salido de mí. Es la primera vez que viajo con él, que viajo con otra persona que no es... bueno, ya sabéis. Es otro paso, es otra historia, es otro suma y sigue. Y no sé si lo estoy haciendo bien.
Él me gusta, y no porque se parezca a quien vosotros ya sabéis, sino porque sé que no es capaz de hacerme daño, lo sé. Eso se nota en las personas, en su forma de actuar, en lo que dice, en cómo lo dice. Es muy buena persona, mejor que yo. Y somos totalmente opuestos, no nos parecemos en nada... Eso no sé si es bueno, pero, tengo miedo. Y ese miedo es el que me impide montar en unicornio o el ser feliz al cien por cien. Me cuesta vivir nuestros momentos con plena tranquilidad. Nuestra noche de hotel, nuestras cenas en La Latina o nuestras noches en cualquier descampado o parque. Voy partido a partido como diría Simeone, muy, muy despacio. No quiero hacerme ilusiones de nada. No quiero volver a pasarlo mal. No puedo.
Hubo un momento en el que me habló de una rubia, y me acordé de Belén, es la misma rubia, y no es que sea celosa, para nada, de hecho no lo soy, sino no hubiera tenido una historia como la que tuve con el señor de la moto, pero me hace... ¿desconfiar? Y no por él, por ella, no sé, es un jaleo, pero es como... ¡dios, otra vez! ¿Acaso no se pueden ser dos en una relación? ¿Las relaciones son tan difíciles que hay que llevarlas entre tres o más? ¿Todos los hombres tienen un harén?
Sé que no es nadie, salvo una amiga, pero... esto me lleva a pensar muchas cosas, sobre mí. No sobre él, en él confío plenamente, sino en mi. No confío en mí, en quedarme a ver cómo va la historia. Se llama miedo. No sé si voy a poder dar todo de mí. A primeras, parece que cuento todo, que te hablo de toda mi vida y que soy extrovertida, pero hay muchas cosas que me guardo, creerme. Y antes la contaba en el blog, pero cada vez cuento también menos.
Me estoy encerrando en mí. Me he vuelto desconfiada de repente. No me reconozco, me resulto extraña. Vuelvo a ser la chica de hielo que un día fui. Llena de murallas, llena de miedos y desconfianzas, con corazas, con pies de plomos... Vuelvo a mi castillo, debe ser por eso que soy una loca de los castillos. Porque son sitios maravillosos, pero fríos y en parte sombríos. Parte de cuentos de hadas, de los príncipes con mucho cuento, de las princesas que no dan la talla... He dejado de sentir nada. Mi Bollo dice que no es eso, es que siento demasiado por el que no debo sentir, su amigo en cambio, dice que me han dejado tan vacía que mi corazón hace eco al latir, y hay que esperar para que nazcan de nuevo los sentimientos. En manos está del ingeniero si merece la pena esperarme o no. Yo no lo haría por mí. No daría ni un duro por mí.
De alguna manera, siento que me he escondido tras el trabajo, que encima me han aumentado las horas en el cole, las extrescolares, los desayunos... Estoy ahí detrás del mogollón de horas que echo, y me he abandonado un poco, he abandonado mi vida y me he sentado a verla desde la barrera, de lejos, que se está mejor, a salvo. Sí, es de cobardes, estoy de acuerdo, pero en este momento me da igual. Estoy cansada y no puedo hacer frente a nada más.
En quince días, os contaré mi viaje. Por un lado, pienso que puede servir para aclararme o para descubrir si aún soy capaz de sentir algo por alguien o si se lo llevaron todo y por otro... Este miedo y esta incertidumbre no me dejar pegar ojo.
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