El día ha empezado como el culo. He visto al motero a las 7.45 en el Libra, un bar de mi barrio (que no del suyo). Y le he visto con ella. Ella lleva mochila como yo, tomando café.
Se me ha parado el corazón al ver la moto aparcada, y el semáforo (cosas de la vida), se ha puesto en rojo. Y he mirado... Y le he visto. A él. A ella. Mi primer acto involuntario que ha tenido mi cuerpo es vomitar. Sí, porque duele, quema, abrasa, se te encoje el corazón y el pecho. Y gritas, y lloras pero sin lágrimas, y tu cuerpo coge temperatura de la furia que te atraviesa el alma... y el corazón. Eres un hijo de puta, un cabrón y todos los adjetivos que mis amigas y compañeras me han dicho... Porque es mi zona, es mi barrio... Y te la podías llevar a, vamos a ver, ¿a la mierda? Ambos, juntitos y de la mano.
Bollo, ¡hazlo! Lo que tengas que hacer, tienes el permiso que no has tenido estos meses. No puedo más con esta historia. Necesito un final, un final pero ya. Y no con un parche. No con alguien que le sustituya, quiero cerrar la historia ya, no puedo pasarlo mal eternamente. Seguir vomitando y seguir enfermando porque el muy cabrón no tiene dos dedos de frente.
Quiero como siempre dar las gracias a mis amigas, a las que no he contestado aún al "¿Cómo estás?" porque mi día ha ido mejorando por momentos y no he tenido tiempo, pero chicas... estoy hecha una mierda. Llorando de la rabia desde primera hora de la mañana.
Quiero dar las gracias al Bollo, por estar siempre, siempre, siempre al pie del cañón. Mi Superman... A mis compañeras, porque tras llegar llorando al cole y pálida, me han hecho contarles mi historia. La conclusión y resumen de todo es: ¡menudo gilipollas, cabrón, hijo de puta, egoísta... etc, etc, el motero! Vaya... Todo el mundo coincide.
Y gracias a mi ingeniero, gracias por la tarde porque por fin he podido abrirme con él y contarle la verdad. He empezado así... "No sé si debería contarte esto, pero me sale hablar contigo todo lo que me pasa... Y tengo un mal por culpa del...". Lo siento, siento estar con esta rabia que me enciende el cuerpo por otra persona. Porque veas lo hundida y rota que estoy, y aún así te quedes a mi lado. Por la paciencia que demuestras conmigo no solo cuando te pego o te llamo pollito, sino por verme destrozada y besarme, besarme los labios, la frente, la cara, el cuello, por abrazarme tan fuerte que no sé donde termino yo y empiezas tú. Por intentar reconstruir lo que otros dejaron tirado y abandonado... Por escucharme y no juzgar mi historia. Por hablarme de un futuro tan cercano como lejano, juntos. Por no opinar sin saber. Y por una tarde que se hizo noche...
Patri Izquierdo Díaz
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