Las chicas que calaron en mi vida
llegaron como llega un imprevisto,
y yo, que voy de torpe chico listo,
no supe ver la puerta de salida.
Le doy siempre al amor la bienvenida,
me duele el anterior pero insisto,
adicto a cualquier cruz, menudo Cristo,
me vuelvo un masoquista sin medida.
Y luego, como siempre, se termina,
nos quedan nuevas bellas cicatrices,
recuerdos que se tragan con espina.
No somos más que actores entre actrices
buscando un buen final tras cada esquina,
que acabe, al fin, el cuento con perdices.
Luis Ramiro
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