Hay hombres derrotados por las calles,
escombros que una vez fueron historias,
ciudades levantadas sobre valles
cargadas de soberbias y de fobias.
Relojes que no esperan ni un segundo,
canciones que nos salvan de la muerte,
café recalentado y nauseabundo
en casas donde nadie se hace el fuerte.
Es sólo el resplandor de la derrota,
el crack de los aviones derribados,
la muerte sin rencor de una gaviota.
Amigos viejos, calvos y cambiados
que vuelven de un pasado donde flota
la luz de algunos sueños enterrados.
Luis Ramiro
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