Las cosas van a ser como contaban: todo empieza, todo sigue y todo acaba. Nada tiene que que ver con lo que nos contaron en los libros o películas que vimos.
El amor es eterno mientras dura, después es una marca más en nuestra historia. Una herida que a veces duele más y otras no tanto. Es quizás un episodio que te hace recordar, pensar... Huir.
Sí, puede que es lo que esté haciendo, huyendo a la primera bronca o al primer detalle que no me gusta. Soy así.
Una vez amé hasta perderme, hasta no saber dónde terminaba mi cuerpo y empezaba el suyo. Ese día sentí que murió una parte de mí cuando él me dejó. Desde entonces me juro a mí misma no perder la cabeza por una mirada, por sexo maravilloso o por una llamada.
No soy la creía en cuento de hadas. No creo en nada. Me siento a esperar que la vida me sorprenda. Así soy feliz, no necesito nada. Hasta que apareciste tú y empezaste a recordarme lo bonito que es una llamada, una tarde hablando de todo y de nada, una mirada, o un momento bajo las estrellas.
Y cuando creo que voy a perder la cabeza, huyo, sin mirar atrás, sabiendo que me arrepentiré y pensando qué podría haber pasado, qué podría haber sido... Pero la huida siempre es fácil, aunque sea con lágrimas, es más fácil que enfrentarse a alguien y decirle que le amas, que le das tu corazón y que ahora él es el dueño de tus sentimientos.
Sí, siempre es más fácil huir.
Patricia Izquierdo Díaz
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