Sé que camino con menos heridas,
que es gracias a ello,
pero a veces no sé si me gusta
la prudencia que te dan los treinta.
Con los años va costando tomar riesgos,
comienza a preocuparte que algo falte,
inviertes demasiado en ir blindándote al destino
y te instalas lejos de las calles del derroche.
Hemos llegado a esa edad en que todo es prevenirse:
crema para el sol, no muchas cervezas,
ninguna mujer que no esté en sus cabales
y cepillarse los dientes tres veces al día.
El adolescente que nos vivía se ha vuelto demasiado previsible,
la ilusión se ha gastado como un irremplazable producto milagroso
y no hay lugar donde la puedan reponer.
No hay ninguna novedad sobre la piel,
nada parte en dos la cama
y la desgana es esa dama que nos busca por las tardes
y embadurna el reloj con sus antojos.
Ya ves, a ti también te ha sucedido
y hoy te viste con demasiada poca imaginación
como para hacerle un regate a la historia.
Es triste pero es así. Simplemente los días pasan,
como hojas de periódico que cuentan poco o nada.
Si esto es la madurez yo la devuelvo.
Prefiero lo de antes:
ni inconsciencia, ni insensatez y mis heridas.
Marwan
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