No sé por qué me vienen esta noche,
mientras invoco el amor que un día te tuve,
las terribles palabras que dijera
Cicerón contra Antonio. Tal vez sea
que igual que el noble cónsul
nunca entró en la traición
en mis planes contigo.
Pero no he de ocultar que un día te quise
en mi vida y mi cama,
lo mismo que si todo, ese amor nuestro,
fuera la historia más grande de la tierra.
Mas he sabido siempre que tus besos
las palabras de amor que me decías,
eran lo mismo que el discurso
de Marlon Brando ante el cuerpo
de César con su sangre
empapando el corazón de Roma.
Supe siempre, mi vida, que el amor
es el peor aenemigo
que jamás tuvo el hombre.
Y que nunca se gana esa batalla.
Pero eso me he entregado,
vencido mucho antes del combate,
con armas y bagajes,
a la clemencia dudosa de tus brazos.
Y ahora, tanto años
después, espero, retirado
igual que Cicerón,
la venganza de Antonio mientras bebo
una copa de olvido con ginebra.
Rodolfo Serrano
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