Gasto más en farmacias que en los bares
y las viejas amigas me besan ya en la cara.
A las diez de la noche estoy hecho unos zorros
y gintónics y besos me dan ardor de estómago.
Me duermo en el sofá después de las comidas
y prefiero la siesta a noches clandestinas.
La pasión es ahora un recuerdo lejano
y las urgencias de antes ya no me meten prisas.
De vez en cuando, es cierto, me viene algún relámpago
de algún cuerpo glorioso, cuando la vida era
aquel instante eterno, un mapa sin fronteras
en donde descubría mundos de carne y hueso.
Y al igual que Lord Jim, sigo buscando siempre
el Patusan soñado que puedan redimirme
cuando dejé tu cuerpo a merced del naufragio.
Aunque nunca haya sido capaz de olvidarte.
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