Amarte tampoco es tan difícil.
Es el oírte hablar o ver la tele.
Que me des empujones mientras duermo,
ir contigo a la compra, hablar de libros
o que me pases la mano por la frente
cuando te digo
que estoy con fiebre y sueño.
No es difícil quererte apasionadamente.
Se trata de comer sin decir nada,
cada uno a lo suyo, y muchas veces
ni siquiera escuchar lo que me dices,
o enfadarme si no encuentro la camisa
que tanto te molesta y me escondes.
Amarte con desesperación es muy sencillo.
Basta con sorprenderte sonriendo
cuando cuento un chiste malo o me comentas
la última que te han hecho en el trabajo.
Amarte también es cuando acaricio tu piel
por debajo del vestido y te escucho decir:
"¿es que estás tonto?".
Al fin y al cabo, amar deber ser eso:
la rutina diaria que no puede
acabar con los besos que un día fueron
ni con los que aún nos quedan por delante.
Rodolfo Serrano
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