jueves, 17 de noviembre de 2016

Donde habita el olvido

Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior, "demasiadas cervezas", dijo, al ver mi cabeza al lado de la suya, en la almohada... y la besé otra vez, pero ya no era ayer sino mañana.
Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana.
El día que llegó tenía ojeras malvas y barro en el tacón, desnudos, pero extraños, nos vio, roto el engaño de la noche, la cruda luz del alba.
Era hora de huir y se fue, sin decir: "Llámame un día".
Desde el balcón, la vi perderse en el trajín de la Gran Vía. Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, una vez me contó, un amigo común, que la vio donde habita el olvido...

Joaquín Sabina


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