miércoles, 30 de septiembre de 2020

“Apareció en mi vida porque nos hacíamos falta. Él necesitaba una sonrisa que pusiera luz a su vida y yo un corazón valiente que se quedara”

 Nos hacíamos falta. Y se vio ese viernes.

Las conexiones no surgen de la nada, surgen de las carencias que tengas y que venga la persona correcta a hacerte sentir completa. A hacerte sentir, porque todos somos seres humanos completos, pero siempre podemos pulirnos, siempre podemos mejorar, y muchas veces las circunstancias externas no nos acompañan.

Creo que Javi tuvo su momento de ir como pollo sin cabeza. Yo tuve el mío. Los dos tenemos una historia que no superaremos, que nos marcó, que hizo que seamos así hoy en día, y que nos hayamos encontrado como si fuéramos la última pieza del puzle que nos faltaba para ser completamente felices. 

Aunque no creemos en el concepto de la felicidad absoluta. Coincido con él en que si la persona te aporta tranquilidad, todo lo que necesitas en tu vida, has dado con ella. Con la que llevas buscando tanto tiempo, y llega cuando menos te lo esperas. Es más, me atrevería a decir, que llega cuando tú estás preparado. Juraría, si jugáramos a crear hipótesis, que si hace un año nos hubiéramos conocido, solo nos habríamos hecho daño o simplemente no nos hubiéramos visto con los mismo ojos que nos vemos ahora.

Con los ojos que en medio de la noche dicen muchas cosas. En mi caso, sentirme en paz. Javi me da la tranquilidad que necesito y la confianza necesaria para que los engranajes de la historia funcione. Nuestras medidas no son como las de los demás. Nuestra historia no se cuenta en horas, en meses o en días, sino en momentos. Y dado a como somos... cada una de nuestras citas tiene una batallita que podremos contar a nuestros nietos. Somos dignos personajes de una novela a los que nunca les sale nada idílicamente, pero que tampoco les importa. 

Que lo importante es estar, al lado del otro, en silencio, comiendo pipas o esperando al señor de la Mutua. Que lo importante, es ver a la otra persona y te salgan tanto planes como besos para darle. Que ese es nuestro secreto. No pensar. Aparecer, estar, sentarse al lado y sentir que la vida toma otros colores. Que haces un buen equipo y que estamos preparados para remar en la dirección que queramos, hasta incluso, dejarnos llevar y ver a hasta dónde llegamos.

Es sentir que todo fluye, tanto que hasta damos miedo a nuestro propio carácter. Damos tanto miedo a nuestros miedos y monstruos del pasado que juntos los asustamos. Que parece que no hay nada imposible si nos cogemos de la mano, y si lo es... No, no lo es. No hay nada imposible porque buscamos las soluciones a lo que haga falta. Porque tenemos muchos planes que queremos cumplir, porque tenemos que empezar a construir nuestra vida, porque sin querer ya empezó el 11 de septiembre... Sin proponerlo, sin planearlo... Yo fui la luz que buscabas y tú fuiste el valiente que vino a quedarse.

Patri Izquierdo Díaz





Detrás de una sonrisa

 Tras haber pasado un par de días increíbles. Con planes que salieron... a nuestra manera, el día de ayer fue duro.

El problema es el proceso en el que estamos: conocernos. Y así fue, vio a la Patri más dura y "brava" como diría él, quemada, abrasada, dolida, acabada y hundida que él no conocía porque es una de las partes de mí que guardo siempre en casa. No sé muy bien cómo explicarlo. Pero lo voy a intentar. Llegar a casa para mí, es uno de los momentos más duros del día, y poca gente sabe el significado de "duro" en este caso. Es una lucha diaria en la que a veces, simplemente pierdes por falta de ganas, y te metes directamente en la cama con un estado de ánimo... variable. Ayer, volví a bajar a la calle, y el corazón me iba a mil, las lágrimas las sostenía tras mis gafas de sol y apretando mis labios, aguanté toda la bofetada sin manos que llevaba en ese momento, sola y en silencio, como siempre. WonderWoman al poder, ¿no? 

Mi mejor amigo que es lo más bonito que tengo en mi vida. Solo con un mensaje, un estado o falta de él, un "hola", sabía que algo había pasado. Clara, Sonia, Ana, Dani, Cris... No sé qué he podido hacer en la vida para teneros siempre. Para hacer un hueco en vuestras vidas y estar pendientes de lo que está pasando, de si estoy bien, de si como o de ponerme las pilas si es necesario. Sois la base de mi felicidad, de todo lo que soy, porque formáis mis pilares hasta en los días más grises. Que os quiero en mi vida hasta mi último día, es obvio, y las obviedades no se comentan, pero verbalizar los sentimientos es necesario y que os quiero, es un hecho.

Con Javi, ayer, fue intensa la cosa. Creo que vio una parte de mi que por supuesto intuía pero que no había "sufrido", y es un cabreo monumental por gente infantil que es algo que no soporto (sea quien sea). Tengo tanta mierda dentro de mi que mi cuerpo solo reacciona a un sentimiento, si estoy enfadada, lo estoy con el mundo y si tengo razón y miles de argumento para llevarla, no me va a cambiar de opinión ni el papa en su papamóvil. Es una realidad. Y si sigues tocándome las palmas, salgo a bailar y quizás acabamos mal. Es parte de mi carácter, es más bien un pronto. Que no es justificable, pero siempre he pensado que más vale que el otro esté mal que yo, haciéndome bola con algo que me molesta. Creo que le dejé demostrado qué pasa cuando hay un enfado, cómo cambio, como mi cuerpo se vuelve rígido ante un abrazo o un beso y como marco las distancias con cualquier ser humano. Es ponerte el escudo y decir, no, por aquí no pasa ni Dios bendito. 

El escudo al fin y al cabo es un arma destructora, te enfría hasta congelarte, y recordemos que el hielo quema, abrasa. Anula los sentimientos por cualquiera y eres capaz de herir y ser un huracán que destruye todo a su paso. Te deja sin aire, anula al cerebro y tu agilidad mental es usada siempre para derrotar al otro. Ese escudo es malo, pero es inevitable tenerle cuando has sufrido tanto. A todo esto, Javi se quedó. En el fondo, creo que me entiende porque tenemos caracteres bastante parecidos. Incluso, anoche en el coche, la distancia que marqué sentándome en un extremo del asiento era palpable. Por primera vez, no me sentí incómoda al sentarme enfrente de él cenando, ya que me suele gustar que se quede al lado. 

No creo que deba pedir perdón por lo de ayer, es más, habrá más momentos así porque va en mi, porque esa soy yo. Un volcán como dice él, y los volcanes destruyen todo a su paso, sino que se lo pregunten a la ciudad de Pompeya.

Ayer cuando llegué a casa, me dio miedo de que Javi desapareciera. Que al verme a mi así, quizás por una tontería, lo pensara mejor. Pero no voy a cambiar por nadie, puedo mejorar, pero no cambiar. Soy de las que creo que la gente cambia, mejora, prueba otras alternativas, pero las bases de tu educación y de tu carácter son las mismas.

Hubo un momento en el coche que él no apreció, cuando me susurró que no me fuera a ningún lado y que no le dejara porque vendría a buscarme a cualquier sitio. Me reí, pero después lo pensé, y casi me abrí, casi dejé verme desnuda de manera metafóricamente. Esas palabras me escuecen y no sé por qué. Bueno, sí, lo sé. Porque ya se fueron, ya me abandonaron cuando más necesité a una persona, porque ya me mataron en vida, porque toqué fondo, el fondo que jamás pensé que existiría... Y gracias a mis amigos, volví a la superficie. Cuando escuché a Javi susurrarme eso... Me dio un escalofrío, y pensé "ojalá sea así". Y sentí miedo, porque vuelvo a sentir, porque... a mi ritmo, le estoy haciendo un hueco. Porque voy más despacio que él en cuestión de verbalizar lo que siento (que no quiere decir que no sienta), porque la coraza va apartándose, no desaparece aún, no, pero si va poco a poco dejando que Javi entre. ¿Sabéis? Puede con mis miedos. Estar con él anula mis miedos y hace que piense en una boda mirando al mar, le veo siendo el padre de mis hijos y haciendo planes. Y eso, a solas, me da miedo. Es una continúa espera a que se lo piense mejor y me diga que no le compensa estar conmigo. 

Él me demuestra todo lo contrario, lo hace en hechos y palabras y por ello, me siento muy afortunada. Y por ello, sigo ahí, y por ello, me estoy dando una oportunidad. No por él, que también, pero yo merezco ser feliz, y él lo hace posible. La vuelta a casa, solo tiene una solución... Es un problema que ni yo misma puedo solucionar. Es un problema con el que seguiré luchando hasta que consiga cruzar la puerta de casa sin posibilidad de retorno. Y sé que cuento con los míos, y con Javi. Sé que estoy construyendo mi nueva vida, que me va a costar más que a los demás, pero nunca he tenido nada fácil, ni lo quiero, sino no me hubieran apodado WonderWoman. Solo hay días que el mundo te come a ti, que te gustaría estar en la cama mirando al techo, pero ya tengo planes para esta tarde, porque conmigo nada ni nadie pueden.

Y sí, volveré a casa esta noche. Y sí, lloraré a escondidas, y abrazaré los cojines, meteré la cabeza en la almohada y berrearé como una niña pequeña a causa de lo único que me hace llorar, de impotencia. Vaciaré todo lo que llevo dentro, y mañana, volveré a empezar. Subiré mi mejor sonrisa a Instagram y nadie sabrá que se esconde tras ella.

Patri Izquierdo Díaz



sábado, 26 de septiembre de 2020

Pelea por ser feliz y no pares hasta que ganes

 A veces, por ser buenos -tirando a tontos-, hemos llegado al punto de aceptar mierdas -hablando mal- en el amor, en el trabajo y, sobre todo, en las amistades. Llegamos incluso a aceptarlo como algo normal que simplemente, toca aguantar. Creo que la culpa de todo la tiene la maña calidad de personas y oportunidades que tenemos a nuestro alrededor. Y más aún nosotros, cuando nos quedamos sentados en lugar de buscar mejores personas de las que rodearnos. 

Por eso, busca a alguien que, libremente, te elija siempre. Busca un trabajo que consiga que te dé igual que sea lunes o viernes, y busca amigos que te quieran en su vida, no sólo se acerquen cuando les interesas. Pelea por ser feliz y no pares hasta que ganes.



Edición limitada

 A ver cómo os lo explico...

Es una chica normal, tirando a todo lo contrario.

Y perfecta.

Bueno, sé que no lo es, pero a mi me lo parece.

No es la primera con la que voy de la mano, ni la segunda a la que escribo, tampoco la tercera que beso, a la que debió ir la vencida.

Pero... pongamos que, estando juntos, somos edición limitada.

¿Sabes eso que te pasa una vez en la vida?

Pues eso era ella.



Decir sí

 Qué ridículo se siente uno cuando se pone a pensar en todo lo que no ha intentado porque algún gilipollas le dijo en algún momento que no lo podía conseguir.

Y qué gustazo cuando te pones a pensar en las cosas que sí te atreviste. En las que salieron bien y te hacen sentir orgulloso. O en las que salieron mal y te sacan una sonrisa las recuerdas.

Locuras.

Y decir sí cuando vengan.

Ese es el secreto.



Al abordaje

 Voy por la vida como si fuese un tímido barco lleno de miedos vencidos y por vencer. Capitaneado por un loco que dice ser quien quiero llegar a ser. Tan frágil, que a veces pienso que en cualquier momento me voy a hundir víctima del impacto de alguna sonrisa. Ondeando siempre bandera blanca y gritando a los cuatro vientos que sólo quiero cruzarme con buena gente en mi camino, salvo en los mares de sábanas, donde en las batallas de piel con piel me crezco luciendo la bandera negra con las calaveras.

Mostrando tendencia suicida a escuchar a las sirenas cuando eres tú la que susurras.

Mostrando tendencia pirata si hay posibilidad de conquistarte.

Y deseando abordar tu barco, si encallados en tus labios, al final los míos terminan.




Estrés

 No puedo con todo. Me considero alguien fuerte, pero no invencible. Me afectan las derrotas como a nadie, y aunque siempre me levando e intento que no lo parezca, me cuesta volver a ponerme en pie. No sé esforzarme en algo sin dar lo mejor de mí, y esto provoca que lleve los problemas siempre encima.

Resumiendo, días como hoy no soy capaz de sonreír por mi cuenta. Saldré adelante, pero mentiría si dijese que no me gustaría cerrar los ojos y despertar encontrándome todo solucionado.

Va a doler, pero podré con ello.

Como siempre. 



viernes, 25 de septiembre de 2020

Gracias Marhuenda, te debo una

 Mi cita número 26. ¿Quién lo iba a decir? Con el último que iba a quedar como le dije a mi amigo Dani, los Pof se acabaron...

La historia es bonita. Me habló por la aplicación, diciendo que trabajaba en un supermercado de Leganés, y yo, muy digna, le dije que era más de la competencia (concretamente de Mercadona). Fin de la conversación junto con un "jajaja" que ya sabéis que mata cualquier diálogo y más por escrito.

El caso es que me siguió por Instagram, ¿por qué? Ni idea, le dio a seguir sin más, porque no me volvió a hablar, de hecho, el día que lo hizo ni me acordaba de él, ¿de dónde había salido? Me habló gracias a Marhuenda (político y tertuliano de ideología de derechas), le hizo gracia el meme, y a raíz de ahí empezaron las conversaciones hasta las tres de la mañana. Día tras día, sin parar y como tema principal, la política, la nuestra, en salvar al mundo que luego según iban pasando las horas iban derivando en celebraciones de cumpleaños sin sentido más del estilo del cuento de Alicia en el País de las Maravillas, ¡faltaba el sombrerero loco! Que fue sustituido por Bertín Osborne (posiblemente nunca entenderéis esta parte, pero Javi se acordará perfectamente de Malú como anfitriona y cantante).

En ningún momento nos tiramos ficha, no hubo tonteo, ni vi ninguna intención por su parte, así que no le di demasiada importancia a ese chico de "Instagram" ya que no se le puede denominar de Pof. Empezaron los audios todos los días, nos salía solo a los dos. Empezamos a contarnos historias, como os digo, todo de política, y pensaréis... ¡qué aburrido! ¡Qué va! Y más si la vives como nosotros y piensas que la política es tu forma de vida, es tu manera de ser, son los ideales que intentas inculcar en tus hijos y que llevas a cabo cada día. Si eres capaz de ver más allá de Pablo Iglesias o Pablo Casado, nos entenderéis.

Cansada de audios de un minuto, ya que Instagram no permite más, me lancé. Total, es un chico más con el que me lo paso bien, en primer momento ni me planteé quedar con él, bien podría ser un amigo o el que me mantenía despierta por las noches hablando de todo un poco. Le di mi móvil, así. ¿Para qué? Ya os digo que no lo sé porque no tenía ninguna expectativa con él, de hecho, él tampoco conmigo puesto que se tuvo que meter a ver mis fotos porque no sabía ni cómo era físicamente.

Supongo que las mejores historias nacen así, surgen cuando menos te lo esperas y con quien menos crees que puede ocurrir. Así pasaron los días, y me dijo de quedar. Quedamos un 11 de Septiembre, en Nassica, la aldea de Getafe, y el resto ya lo sabéis porque lo conté en su día. Lo único que quería contaros es que a día de hoy seguimos igual, que el coche se ha hecho nuestra casa y que verle cada día hace que mejore todo.

Javi no ha cambiado mi vida, no ha hecho que me monte en unicornio y cada vez que me habla pinte corazones en el aire. Es más, sigo quedando con mi gente, sigo haciendo planes con mis chicas, dedicándolas el tiempo necesario y más, porque de los errores se aprende, y nunca más las dejaré en un segundo plano como ocurrió cuando el motero estaba en mi vida. Javi es uno más, que no ha venido ni a cambiar ni a salvarme de nada, simplemente a mejorar todo lo que tengo, a pintarme una sonrisa cuando le cuesta despedirse de mi cada noche. A ponerme la piel de gallina cuando me pregunta que dónde he estado toda su vida y cuánto he tardado en llegar a él, trabajando al lado del cole donde estaba en Leganés.

Javi ha venido a darme la relación madura que nunca he tenido. Ni siquiera a complementarme porque apareció en el momento donde yo estaba entera, donde no me sentía media naranja de nadie. Donde era yo, completamente yo, sana, lúcida y de nuevo, con todas mis fuerzas para comerme el mundo y bajarme la luna sola. Él solo mira cómo lo hago, hasta donde soy capaz de llegar y disfruta de ver cómo consigo que la vida sea de color rosa. Pinta a mi lado todos los colores del arco iris, me observa, comparte conmigo ideas, discutimos porque nos va la marcha y me besa para que me calle cuando me pongo intensa. "No te vayas nunca, que voy a buscarte a tu casa todos los días", eso me dijo anoche. Y Javi, yo no soy de las que me voy... Soy de las que se quedan con todas las consecuencias. Ambos sabemos qué es una relación, pero si me quedo, voy con todo, no dudes nunca de eso.

¿Miedos? Muchos. Nunca le he engañado, quizás no sepa todo con todo lujo de detalles, pero sabe que hay una relación que me hundió hasta pensar que no saldría viva de ella. Que en ese pozo me perdí, que no supe salir durante mucho tiempo, y que tengo amigos que valen oro y que gracias a ellos volví a la superficie. Que la vida me hizo una WonderWoman demasiado pronto, y que no me queda otra que seguir luchando en cada batalla porque si abandono... Muero. Sabe ciertas pinceladas que son suficientes para conocer donde están mis límites y mi talón de Aquiles. Para saber toda la verdad y toda la historia... Tenemos una vida entera para contárnosla. 

Lo bueno tarda en llegar dicen, que aparece cuando menos te lo esperas, que cuando quieres darte cuenta, le miras y dices... Ya no me voy, y que las ganas de estar con él superan todos los miedos que otros marcaron en tu piel a fuego. Que pensabas que jamás llegaría nadie... Y la vida, tan perra como siempre, te lo deja ahí... ¿Cómo iba a huir de alguien así por mucho miedo que tenga? Si es verle y sonreír. Es imposible. Si sus labios me tienen loca. Si no es tanto su físico como su interior. Si es él y punto. Sí, es él. Él en sí. Fin. Él rompe mis miedos y mis límites, el rompe mis reglas establecidas, él hace que quiera planear más allá de lo que ven mis ojos, más allá de un mañana. Me hace soñar con el futuro que tanto tiempo llevo esperando que poco a poco se está convirtiendo en mi presente.

Él aún no sabe donde se ha metido, y que la mochila que cargo a mi espalda es muy pesada, pero es un kamicace, un masoca con todas las letras, es un cabezón que se lanza a piscinas sin agua, como yo. Es de los que da todo sin esperar nada, es de los que buscan la justicia en todas las guerras sin importar cómo salgamos de ellas. Te dice las cosas que piensa, y si te tiene que decir que eres un gilipollas, te lo dice... Eres un macarra, Javi. Eres mi macarra, mi follonero y mi compañero en esta aventura que solo acaba de empezar. Gracias por remar en la misma dirección, siempre a nuestro favor, al de los dos, por enseñarme que aunque quiera ser siempre Campanilla y no crecer, ser adulto puede ser maravilloso si encuentras con quién serlo, y porque la carga de ser WonderWoman a tu lado, es menos pesada cuando me abrazas y me besas por el pelo.

Patri Izquierdo Díaz



La máquina del tiempo

 - ¿Qué cambiarías de tu pasado si tuvieses una máquina del tiempo? - me espeta de improviso.

- ¿Y esa pregunta?

- No lo sé. Me ha venido de repente.

- Mmm... Es una pregunta difícil.

- Algo habrá - insistes.

- Creo que no cambiaría nada. Las alegrías me han hecho feliz y los fracasos fuerte. Pero... ¿sabes lo que sí haría?

- ¿El qué? - preguntas mostrándote muy atenta.

- Volvería al día en que te conocí. a cuando estábamos en aquel pub, tú haciendo como que bailabas con aquel vestido azul marino y puntitos blancos que tan bien te queda, y yo haciendo como que no te miraba mientras daba tragos a mi tercio. Creo que primero sacaría una foto de la escena, para poder escribir el libro más bonito del mundo sobre cómo conocí a la chica pelirroja más bonita del mundo. Y después secuestraría a mi viejo yo en el baño durante un par de minutos, y le diría que se acerque a la chica que le gusta tanto y que no para de mirar. Que se acerque a decirle "hola", que no muerdes. Que ella también está a todas horas escuchando Extremoduro, que es tímida, pero adorable. Que ella también se ha fijado en él y que tiene hasta más ganas de hablar con él, que él con ella.

- Eso lo dices tú - te ríes.

- Eso lo sabemos los dos - ahora nos reímos ambos.

- El caso es que, antes de irme, me quedaría escondido en algún rincón para observar cómo un chico, muerto de miedo, le dice a una pelirroja, que no baila muy bien, el "hola" más tímido de la historia.

Y el mejor - añado.



jueves, 24 de septiembre de 2020

Los amores no se olvidan, se superan

 Un día le entregué mi corazón a quien no debía pero ¡que carajos! adivinar a quien no y a quien sí, algo casi imposible de saber y entonces ahí estaba, pensándole a diario, deseando el día de por fin tenerlo frente a mí, besarle y abrazarlo, respirar su olor y escuchar su voz.

¿Por qué cupido suele equivocarse con tanta frecuencia?

 Al cabo de un tiempo toda aquella felicidad terminó opacada por la tristeza y el dolor. Me sumía en las cuatro paredes de mi habitación y yo misma me hacía sentir dolor.

Esperaba que este fuese más intenso que el que me había provocado aquel amor porque pensaba que así terminaría olvidándolo pero no, me di cuenta que nunca se olvida, se supera.

Si, se supera con la distancia, con el paso de los días, con las lágrimas que caen de tus mejillas.

Se supera cuando se comprende que la vida continua, que la vida no te espera, no se detiene y no se pausa.

Todo sigue su curso y en ese lamentar te vas perdiendo de un sin fin de cosas que son para disfrutar y entonces ¿qué nos queda decir? ¨si hubiera¨… la frase que nos excusa de nuestra cobardía.

Es cierto que cerré mi corazón, es cierto que me he vuelto un poco más dura, más testaruda y que casi siempre suelo estar a la defensiva.

Sin embargo, también es cierto que continúo con una gran capacidad para amar y aunque temo volverme a enamorar, no titubearé cuando frente a mi tenga al hombre que me haga volver a sentir, me permitiré que se abran de par en par las puertas de mi corazón y dejaré entrar al hombre que con su amor derrita el hielo que se formó en mi interior…

Y es que ¿por qué optamos por negarnos una nueva oportunidad si nosotros no fallamos, nos fallaron?

Además, no todos los hombres son iguales, existen quienes ya pasaron su etapa de estupidez y dejaron de jugar con muñecas, hay hombres que si saben asumir compromisos y que saben amar con todo su corazón. ¿Por qué no ser feliz si me lo merezco?

Es cierto que duele que te fallen, que te mientan, que te engañen, que te ilusionen en vano, que rompan las promesas, que te hagan infeliz y que no te amen. Pero DUELEN LAS PERSONAS, no el amor y aunque los amores no se olvidan, hoy tengo claro que se superan y tarde o temprano habré de superar las heridas que me causó aquel mal amor.



Carta para la mujer con el corazón destrozado

 Soy consciente de tu dolor. Sé cómo te sientes porque yo he estado en esa misma posición. Conozco esa sensación horrible que te deja, lo he experimentado. Sé que sientes un arrepentimiento profundo en tu corazón, sé que sangras por todas las cosas que viviste y te comprendo.

En algún momento también me arrancaron el corazón de mi pecho y lo dejaron pudrir a la intemperie. Mis esperanzas y sueños fueron destruidos por alguien que pensé que me amaba. No necesito que me expliques lo que has tenido que pasar para comprender cómo se siente ahora tu corazón. Lo puedo ver en tus ojos vulnerables. Lo puedo ver en tu sonrisa honesta que muestra miedo y desilusión.

Amaste a alguien que te hizo perder tu autoestima. Amaste con todo tu ser a alguien que solo pensaba en sí mismo y jamás le preocupó verte feliz y disfrutar de una risa sincera. Fue alguien que te hizo sentir inútil, alguien que te hizo sentir que debías estar feliz solo por estar con él. Una persona que te hizo sentir tan insegura que temías verte al espejo y decir “Esta soy yo, y nadie va  a cambiar eso”.

Amaste a alguien de quien te sentías segura de conocer, pero no era así. Pensabas que te amaba de la misma forma que tú a él. Pero pasó de ser un hombre agradable y encantador a convertirse en el ser humano más tóxico, mezquino y celoso que jamás habías conocido. Fingía estar locamente enamorado de ti pero todo era una máscara para tapar sus intenciones dañinas.

Amaste a alguien incapaz de amar a alguien más que a sí mismo. Alguien que se negó a compartir verdadera intimidad contigo, que solo te usaba cuando le apetecía. Amaste a un hombre que nunca sintió emoción de verte. Alguien discapacitado emocionalmente, que nunca le interesó amarte, solo poseerte y controlarte para alimentar su ego.

Amaste a un hombre al que le permitiste que te manipulara y te sumergiera en su mundo enfermo. Fue alguien que te hizo sentir inferior, menos persona de lo que eres. Te obligó a pensar que nadie jamás podría amarte más que él, y si le dejabas nadie podría amarte de nuevo. Pero su amor solo eran mentiras, trampas y comportamientos tóxicos.


Amaste a alguien que estuvo celoso de tu vida y no te diste cuenta. Él odiaba cómo los demás te sonreían, no soportaba verte rodeada de amigos. Así que te hizo sentir culpable por ser una persona amigable y comunicativa, y permitiste que te sucumbiera en una vida sin amigos, sin nadie más. Estaba celoso de tus éxitos y te los arrebató, te quitó la libertad porque no soportaba verte crecer.

Pero debes saber algo, también amaste al hombre que te hizo una persona más fuerte y sabia. Debes comprender que a pesar de lo mucho que te lastimó y del tiempo que necesitaste para poder salir de ese infierno, ahora eres una persona diferente. Renaciste de las cenizas, ahora eres un ser humano valiente, con mucha más confianza. Mujer, tú estuviste en el infierno y volviste a la luz, sobreviviste y ahora has encontrado paz. Ahora reconoces lo horrible y detestable que pueden ser las personas, así estarás preparada. Después de eso, no permitirás más comportamientos tóxicos en tu vida.

Nunca dejes que tu corazón pierda la esperanza. Eres más fuerte de lo que crees, no permitas más que te hagan pensar lo contrario.

Si algo está afectando tus sentimientos y emociones y necesitas consultar con alguien tus decisiones, te invito a acceder a Foro Mujer Amor y contar lo que estás atravesando para encontrar las respuestas que pueden calmar a tu corazón agitado y a tu mente preocupada.



Recuerdos tristes

 Si tienes un recuerdo triste por alguien y le das vida de manera diaria, por muchos años que pasen, siempre dolerá como si fuese reciente. No te llenará ningún vacío, no te devolverá a esa persona, pero te hará tener siempre presente que un día, ahí, había alguien.

Y ese es el problema.

Que al final un recuerdo triste no llena, sólo hiere.

Y pocas cosas duelen más que recordar momentos felices que sabes que no van a volver.



Siempre he sido de explotar mis talentos

 Se escribe más y mejor estando destrozado que feliz. Es tan sencillo como pensar que al final sólo tenemos el "te quiero" para expresar amor, y más de mil insultos para expresar odio. Por eso siempre tengo inspiración para escribir algo pensando en ti, porque aún no te he escrito suficientes veces y de suficientes formas que no quiero volver a verte -y porque sigues sin leer entre líneas que no paro de pensar en volver a hacerlo-.

Supongo que eso, o que sí lo lees, y simplemente, pasas de mí.

En cualquier caso, sé que lo nuestro es imposible, pero se me da bien sufrir por nada y siempre he sido de explotar mis talentos.



Qué difícil se ha vuelto ser feliz

 A veces llegas a un punto en el que la vida se vuelve un tanto gris. No por nada en concreto, pero sí un poco por todo. Llegas a donde querías estar, y te das cuenta de que no lo querías tanto. Que todo, cuando éramos niños, era más fácil.

Y es que cuando somos pequeños la vida son todo cambios. Vas superando etapas a la velocidad de la luz: colegio, instituto y universidad. Nuevos cursos y retos a los que enfrentarte de manera constante. Cambios. Al principio fáciles, subiendo de dificultad con cada año que vamos cumpliendo. Las primeras decisiones. Las primeras decepciones. Gente que viene, gente que va, y tú en medio, sin tener ni puta idea sobre qué narices pasa a tu alrededor y sin entender el porqué de tanto movimiento.

Luego creces y, cuando sientes un poco lejos la adolescencia, de vez en cuando piensas que ojalá pudiese volver hacia atrás, pero sabiendo todo lo que sabes ahora. Hacer bien lo que hiciste mal. No fallar. Evitar sufrir. pero no se puede. Si no, sería fácil, y ahora eres como eres precisamente por eso, porque nada lo ha sido.

Ya no celebras tanto tus cumpleaños porque te sientes como si estuvieras montado en una montaña rusa, queriendo subir más y más, hasta que de golpe te das cuenta de que estás demasiado arriba, de que sufres de vértigo y, lo peor, de que ya no te puedes bajar.

Y te das cuenta de cómo han pasado los años cuando te pones a pensar en lo lejos que quedan ya series como "Física o química", "Aquí no hay quien viva" o "Los hombres de Paco"; los primeros discos de Melendi y Estopa; o los clásicos en los que los protagonistas eran Raúl, Puyos, Casillas y compañía.

En mi opinión, la vida se vuelve un poco gris porque en nuestra niñez y adolescencia no parábamos de dar bandazos, de cambiar de ideas y de no saber nunca lo que queríamos ser. No parábamos de tener primeras experiencias, de conocernos a nosotros mismos y de intentar cosas. Íbamos a por lo que queríamos sin pensar en consecuencia y de manera irresponsable. Siempre veíamos salidas y planes B con facilidad.

Y cuando ya tenemos veintitantos, y tenemos responsabilidades, ese trabajo para el que tanto nos hemos preparado, un alquiler, facturas y gastos, dejamos de ser irresponsables y locos. Somos lo que deberíamos ser. Y no es que esté mal, pero sí que ya no damos bandazos, ya no pensamos sólo en vivir y ya no intentamos ni la mitad de cosas que antes. La vida se vuelve una línea recta con el dinero como único protagonista. Aburrida.

No es que ser adulto esté mal; pero, a menudo, reflexiono sobre todo lo anterior y pienso:

"Qué rápido ha pasado todo y qué difícil se ha vuelto ser feliz"




jueves, 17 de septiembre de 2020

No te busco

 No te busco y, por supuesto, no me gustaría cruzarme contigo.

El problema es que soy experto en contradecirme, ¿sabes? Cada vez que estoy en la calle o en cualquier bar, miro por si te veo hasta debajo de las piedras, como si me estuvieses esperando. En el fondo tengo ganas de encontrarte y de no hacer prisioneros. De que nos dejemos de tonterías, de juegos y de que echemos un polvo a la altura de la atracción que sentimos el uno por el otro. De que dejemos que se coman la cabeza a quienes les guste hacerlo y de que nos centremos en comernos todo el uno al otro hasta llegar a lo indecente. De olvidar nuestra guerra y de que nos corramos juntos y en paz.

Eso sí, mi versión oficial es que no te busco. La extraoficial, es que siempre estoy mirando.

Por si acaso.



Crónicas de un destrozo destinado

 Perdió el sentido en el momento en el que nos dio miedo hacer el loco. En esos instantes en los que nos miramos a los ojos, y algo entre nosotros dibujó la raya que delimitaba lo ambicioso que podíamos llegar a ser soñando juntos.

Éramos un puto Titanic, algo espectacular que no podía durar mucho. Y duró lo que duró. Demasiado, teniendo en cuenta que cada uno estaba con su guerra. Yo en la de cómo hacerte feliz, tú en la de cómo podías ser feliz conmigo.

Al final, en fuego cruzado de sueños que apuntaban demasiado alto, de diferentes perspectivas de futuro y de palabras que sustituían cada vez más a los besos, nos rendimos, entendiendo que lo nuestro era, desde el principio, un destrozo destinado.



Ángel

 Quería dedicarte una entrada porque me apetece, sabes que me muevo por impulsos y no sé si te hará gracia aparecer de nuevo por aquí. Pero me encantó el desayuno de ayer, aunque fuera con las legañas pegadas. Volver a encontrarme contigo es como pararte a ver el mundo, relax, calma... Los pies en la tierra. Me encantó verte mucho mejor de lo que recordaba, luchando por construir una nueva vida, el comienzo de una nueva etapa que tanto mereces.

Sentarme a tomar algo contigo, es como si me sentara con un amigo de toda la vida. Te entiendo, me entiendes, creo que has llegado a conocerme más de lo que creo y no solo por el puñado de letras que puedo escribirte. Es más, creo que fuiste de los pocos, que no me vio como una "pof", que te sentaste a mirar más allá y viste lo destrozada que estaba. Me viste "desnuda" de alguna manera. Sin coraza, y viste que de ahí no podía surgir más. Pero es un placer hablar siendo yo misma, contigo. 

Gracias, porque a pesar de no hablar todos los días, siento que tengo un amigo al que puedo acudir si lo necesitara, que va a recogerme diciéndome la verdad de lo que ve y a la vez cuidándome. ¡Nos faltó la foto! Pero no será el último desayuno, por supuesto que no, porque quiero que formes parte de mi vida, de una manera u otra, y ¡qué suerte! Al final, Pof, no tan malo... A veces, la misma vida, te sorprende.



¿Qué me pasa?

 Que no puedo verte y hacer que no pasa nada. Que no imaginaba un mundo sin ti, y ahora no paro de darme hostías con la vida mientras me enfrento a él. Que la cama se me hace inmensa. Que abro treinta veces cada red social esperando un mensaje tuyo qu eno llega, a la vez que me replanteo si escribirte o no. Si intentarlo o no. Que sólo me acuerdo de lo bueno y nunca de lo malo. Que creo en los putos finales felices al mismo tiempo que sé que no existen. Que quiero intentar algo que al mismo tiempo no quiero intentar porque sé que va a ser peor, y aun así me lo sigo replanteando. Que tengo delante y sólo pienso en besarte y ver después. Que lo nuestro es imposible y, aunque lo sé, no termino de creérmelo.

La lucha de lo que quiero contra lo que no puede ser.

Eso me pasa.



Miedo

 Miedo, sí. Esa es la palabra. Me apetece preguntarle, y tú... ¿Cuándo te vas? A esa pregunta me respondió mi amiga Clara y no mi macarra... "Él no es el motero, te ha demostrado más en cuatro días que el otro. Te mereces ser feliz, no te autodestruyas a ti misma". Y tiene razón. No me considero una cobarde.

Es que no estoy acostumbrada a que las cosas vayan bien, y cuando van de maravilla, no sé cómo llevarlo.

¿Conocéis esa sensación de no querer irte? De estar en su coche y no querer salir de él, de estar como dos gilipollas dando vueltas por La Fortuna escuchando todo tipo de canciones, porque ninguno de los dos quiere irse. Pues así me sentí ayer. Quiero más, una noche, una mañana, una semana...

Ayer le pregunté si quería ser mi amigo (me río al pensar en ese momento). "No quiero ser tu amigo, quiero más". Estamos de acuerdo, macarra.

Por una vez, las cosas son fáciles, sencillas, bonitas y recíprocas. Por una vez estoy en una relación madura, donde nada es de color de rosa, pero intentamos pintarlo, los dos. Donde por fin, alguien rema conmigo en el mismo sentido y no me deja dar vueltas gastando energía y ganas. Por fin es algo que está bien, que está como debe ser. Y eso, me asusta, no saber llevarlo y de estar a la altura.



martes, 15 de septiembre de 2020

Ser un triunfador está sobrevalorado

 Con el tiempo he aprendido que el éxito no está en que la gente te vea y piense: "por ahí va un triunfador", sino en mirarte en el espejo y pensar: "soy quien quiero ser".

La palabra "triunfador" no se entiende sin la admiración de terceros, lo que dificulta llegar a serlo casi hasta convertirlo en algo imposible, ya que, por norma general, la gente no desea que te vaya a ti mejor que a ellos. Además, la gente quiere ser admirada, no admirar. Y si te obsesionas con el que te admiren, vas a vivir siempre en función de terceros, buscando continuamente la aprobación de unos y otros.

En cambio, llegar a sentir que eres quien quieres ser sólo depende de ti. Tú y sólo tú eres tu jurado, tu fan y tu admirador. Y tú, por supuesto, si quieres lo mejor para ti.

Yo lo veo claro: Ser un triunfador está sobrevalorado.

Lo importante es llegar a ser quien quieres ser.



Teoría de clavos

 A ojos de algunos será una persona fascinante, en los de otros una completa idiota. Demasiado ruidosa o toda alegría. Deliciosamente romántica o terriblemente empalagosa. Cualquier persona será siempre una u otra cosa en función de quien lo esté valorando, pero nunca dejará de ser un conjunto único de sentimientos, carácter y filosofía de vida. Alguien, para bien o para mal, inigualable.

Lejos de tener esto en cuenta, nos empeñamos en vivir en lo que yo llamo: "La teoría de los clavos". Tratamos de olvidar al clavo anterior con uno nuevo, como si fuese del mismo tamaño. Queremos que llene los mismos vacíos, que se ría igual y que nos haga sentir idénticas emociones. En definitiva, a base de martillazos, intentamos que el nuevo clavo nos haga sentir lo mismo que el anterior, y, por supuesto, sin dejar ni rastro de éste.

Lo que pasa es que no queremos darnos cuenta que no sirve de nada hasta que terminamos por comprobar que buscamos un sustituto para donde antes hubo alguien y ahora sólo queda su recuerdo. Y con intención de esquivar esta realidad, forzamos relaciones pensando que saldrá bien mientras que sólo conseguimos abrir nuevas heridas y, a la vez, reabrir las anteriores.

Conmigo no cometas ese error, no entiendo de moldes o tallas, únicamente de lo que siento a tu lado.

Y sólo quiero que sepas que a ti estoy dispuesto a clavarte donde nunca me he clavado a nadie.



Las prisas de Madrid

 Ella es beso que rompe el silencio del metro por las mañanas. Y la quiero. Cómo no quererla, si nos miran como si hiciéramos algo prohibido cuando en realidad se mueren de envidia. Algún día escucharemos a algún músico callejero cantando una canción inspirada en el momento en el que las paradas del metro nos separan, y somos el motivo por el que el sol se esconde detrás de las nubes para llorar sin que le vean.

Pero eso llueve tanto últimamente por aquí.

Cualquier excusa es buena para cogernos de la mano y correr. Juntos vamos a doscientos kilómetros por ahora, y tan felices. Y si nos damos una hostia, porque nos la tenemos que dar, estoy seguro de que vamos a follar en el suelo para celebrarla.

M encanta eso de que ambos sabemos que Madrid sin amor es como China sin su muralla. Y así estamos, coleccionando escaparates madrileños frente a los que nos hemos besado.

Cuando hablo de ella, no sé ni cómo llamarla. No es una más como para llamarla "amiga", ni tampoco sé si ya estoy preparado como para llamarlo algo más. Pero cuando pienso qué pinto aquí, en una ciudad tan lejos de casa, de repente me llama y sólo pienso en correr hacia donde me diga.

Con ella no pienso, sólo vivo en el vértigo que producen las prisas de Madrid.



lunes, 14 de septiembre de 2020

Macarra 3.0.

¡Viernes! Por fin, el chico de los audios, ¡que no paraba de hablarme con audios! Con ese deje macarra, malote que me pierde. Solo por la voz tenía prácticamente todos los puntos a su favor. En teoría, es el número 26 de Pof, pero hemos llegado al acuerdo que como cruzamos seis palabras en los chat de la aplicación y que somos más de Instagram.

El viernes cunado llegué a Nassica, pensé, ¡qué ganas tengo de conocerle!, va a ser raro, es con el que más he hablado de los veintiséis. Es diferente. Tira tanto de mí como yo de él en la misma dirección, no sé explicarlo, desde el inicio, es diferente. Durante la primera Coca Cola Zero, miraba más de la cuenta el reloj, el alrededor... En ese momento, sutilmente, escribí a mi amigo Dani... "Creo que no" (o algo así le puse). Mis "ilusiones" se iban apagando mientras pensaba... "uno que parecía... pero que tampoco". 

Otro coca cola, y la conversación seguía pero... Después, en la cena del Vips, fue donde me sentí más cómoda, y en el parking, donde nos quedamos hablando en mi coche un "rato" más. Supongo que mis historias de "bullying" en el cole le gustó, o no sé en qué estaría pensando cuando me besó. Besa bien, de hecho sus labios me encantan. Hay cosas que dejaré para mí, para nosotros, pero os aseguro que tuvimos un empiece de sábado curioso... Llegué a casa a las diez de la mañana después de un buen desayuno, sin gota de sueño y pensando en todo los momentos de la cita (me río al pensar que perdimos un coche, bueno, es igual, ¡seguimos!). 

Confirmo que es un chico que sabe de mil cosas, con unas creencias tan marcadas como su personalidad, tan duro como débil ante algunos temas que le remueven. En el fondo es una caja de sentimientos, ya que vive cada conversación, habla con cerebro y corazón a la vez, y tiene muy claro sus prioridades, objetivos y qué quiere en la vida... Y lo que más me llamó la atención, qué caminos escoge como correctos para alcanzarlo (dice mucho de una persona). Estaría hablando con él horas (y no solo por su voz), porque no es una persona vacía, ¡qué va! Es un chico con historia, con experiencia, con un camino recorrido que pocos han pasado ni vivido, y eso solo te da aprendizaje y rodaje. Y simplemente me sale hablar con él, de todo y de todos. 

El sábado salió quedar, y no me lo pensé, quedé. Hay algo raro en mí que me impulsa a querer pasar más tiempo con él y a la vez, me da pánico, pero siento que estoy ante una piscina con agua, que si me lanzo él estará para recogerme, y así me lo ha demostrado en 72 horas. El sábado volvimos a vivir una noche donde la conversación no faltaba, ni los besos, ni otras cosas... El sábado pude ver una parte vulnerable del macarra que aparenta ser. Le vi persona, ni hombre, ni mujer, tan solo él. Le vi a él en todo su esplendor. Y no supe cómo reaccionar. Sólo le miraba, y pensaba en el miedo que me recorría el cuerpo. Le estaba mirando a él, de reojo, ¿por qué? Porque dice que ve lo que pienso a través de mi mirada, así que mientras pienso, no le miro. ¡Solucionado!

El domingo por la mañana, ¡pumba! El coche no arranca (en mi vida, la realidad siempre supera a la ficción). Era su día libre y en cualquier lugar podría haber estado mejor. Pero se quedó conmigo. Y ya podría quedarse conmigo muchos días más, porque como dice él, llega alguien especial y te cambia el chip. Y él, me lo ha cambiado o está en proceso. De nuevo ilusiones (siempre con los pies en la tierra), pero de una manera mucho más madura, más calmada y pausada, esperas que quizás... sin querer, has acertado. Y qué bonito es acertar, por mucho que algunos defiendan que la soledad es bonita, os digo yo que no, que la vida tiene más colores cuando vas de la mano de la persona correcta.

Él es el motivo de mi ausencia en las redes sociales. No es que me haya pasado nada, pero me estoy dedicando a disfrutar del momento, esos momentos en que vuelves con toda la batería del móvil porque no lo has utilizado, donde no hay cabida para fotos, donde la conversación es lo primero y sin querer, nace la confianza. Porque hay personas que vienen a cambiarnos, a desestabilizarnos, a poner un terremoto a nuestro lado, no sé, a darnos vida. La vida que en el pasado nos robaron, a terminar de reparar los trocitos que aún nos estamos pegando, y es cierto, la vida cambia, tú cambias. Sonríes, le escribes, quieres quedar, quieres un cine, una cena, quiero un parque con una laguna cualquier domingo donde solo estemos los dos, hablando sin parar, y en nuestro caso, arreglando el mundo.

Porque esos momentos no se pueden explicar. Y más en el punto de mi vida en el que me encuentro. No estoy hablando de un novio, de un chico, de una pareja... Estoy hablando de él, porque no necesito etiquetarle en ninguna categoría, simplemente me gusta que me acompañe en esta nueva etapa, donde yo soy diferente, donde por mí misma soy capaz de sonreír, de volver a disfrutar de las cosas buenas, de poder pintar mi vida de color marrón en un arco iris de colores. En el mejor momento, es cuando ha aparecido, pero no por ello quiero subirme a un unicornio y cantarle al mundo. No es necesario, y creo que para él tampoco. Eso es lo bueno, nos sobran declaraciones, palabras, canciones o detalles. Nosotros somos de hechos. Y en 72 horas, nos lo hemos demostrado.

¿Hacía dónde vamos? No me importa. ¿Qué somos? No me importa. ¿Qué quiere de mí o espera de mí? No me importa. De verdad. Solo quiero vivir el momento, ¿y el futuro? En el destino, lo siento, no hay nada escrito y si hay algo que escribir, ya lo haremos nosotros. No me planteo nada. De momento, me planteo que hoy he vuelto a quedar con él. Fin. Pero al César lo que es del César, vale mucho como persona, así que sin más dilación y con un fuerte aplauso, te digo que... ¡Bienvenido a mi vida! No sabes lo que has hecho ni que cruz te ha caído... Pero como dices tú, la parte masoquista habla, y en eso te entiendo, al fin y al cabo, no somos tan diferentes.



Número 25

 El Pof número 25 pasó sin pena ni gloria, las cosas como son. Un poco... Demasiado... Pff. ¿Cómo explicarlo? Sin más.

¡Siguiente!



Sonríe y levántate

 Quería agradecerte la quedada de hoy, como siempre no defraudamos, como siempre aprendemos uno del otro, y hoy, con un libro de uno de mis autores favoritos: Albert Espinosa. 

Gracias por tu sonrisa, tus teorías envidiables, tus momentos que llenan de palabras este blog, por vivir la vida siempre a tu manera poniéndote el mundo de montera. Gracias una vez más, nos vemos en la próxima.



martes, 8 de septiembre de 2020

Cuando ríe

 Cuando ríe, dejas de preocuparte por intentar controlar todo. Asumes que no hay futuro perfecto, sino presente por vivir. Que el pasado, realmente, sólo son historias que nos construyen, pero no nos definen.

Cuando ríe, por fin comprendes que todo se resume en dos colores, igual que en una ruleta: rojo y negro. Y la única diferencia es que en la vida no decide el azar, sino tú mismo.

Puedes escoger el negro y ser lo que quieren que seas. Teñir tu existencia de un tono "oscuro rutina", evitar fracasos dejando de intentar cosas -convirtiendo así lo que sueñas en imposible- y vivir en función de lo que pueden llegar a pensar los demás sobre ti. Escoger esto y te convertirás en un muerto en vida. Y lo peor es que te aseguro que no serás el primero en haberlo escogido.

O también puedes saltar, sin medir distancias. Querer, sin prevenir por desamores. Intentar conquistar sueños como si no existiese la palabra fracaso -menos aún quienes puedan llegar a llamarte fracasado-. Haciendo lo que quieras cuando quieras porque, simplemente, es lo que quieres. Viviendo así tu vida será roja. Quizá por la sangre que vayas derramando en cada hostia que la vida te va a ir dando, o quizá porque no hay color que represente más la pasión y el estar vivo.

Yo, por mi parte, siempre fui el que soñaba una vida roja y vivía en una vida negra. Era de locos. Los demás me importaban más que yo. Pero, eso era antes. Antes de conocerla. Ya no pienso ni en la gente, ni en mi vida teñida de negro. Tampoco necesito controlar todo.

Sencillamente, desde que la tengo a mi lado, vivo en lo que un día cantó Robe:

"Cuando ríe, el mundo entero me da igual".



A los que luchan por sus sueños

 Me encantan las historias de superación personal. Esas en las que alguien le dice a otro que no lo va a conseguir, que no vale, que no es capaz de ello y que se rinda. Esas en las que se hacen oídos sordos y se intenta. Y se fracasa. Se fracasa estrepitosamente. Esas donde se llega al punto de que lo lógico es rendirse, pero en lugar de ello se sigue adelante. Esas en las, cuando aparecen las dudas, los "quizás tienen razón" o los "quizás esto no es para mí", el orgullo se impone y saca fuerzas de donde sea para continuar pelando. Sintiéndose ese alguien más fuerte y con disposición de dar más. Creyendo donde nadie cree. Luchando contra la dificultad y sus circunstancias. Con fe en sí mismo. Triunfando tarde o temprano. Callando al mundo para después ser alabado y envidiado por quienes le criticaban, por quienes dudaban y por quienes le decían: "tú no". Siendo ejemplo para todos.

Me encanta ver a la gente luchar por sus sueños. Y más aún, me encanta ver que los alcanzan. Comprobar gracias a ellos que da igual quien seas, que lo que importa es quien crees que puedes llegar a ser y lo que estás dispuesto a esforzarte para conseguirlo.

Gente que lucha por sus sueños y que hacen ver posibles los propios.

A todos vosotros: ME DECLARO FAN VUESTRO



lunes, 7 de septiembre de 2020

Arte es ella

 Ella dice que es imposible no enamorarse de “mi arte”. De la forma que tengo de hacerlo, de sentirlo, de llevarlo tan estrechamente ligado a mi vida.

Dice que “envidia” la capacidad que tengo para crearlo, que admira la manera en que nace en mí naturalmente, haberlo hecho mi profesión, mi habilidad de transmitirlo.

No entiende nada. Absolutamente nada. 

No se da cuenta que arte es ella.

Porque para mí arte es la forma que tiene de recogerse el pelo, haciendo esos movimientos de manos rápidos y precisos sin ser consciente de ellos siquiera, esa manera de en cuestión de segundos hacerse ese recogido dejándose varios mechones sueltos sobre la cara que hacen que la obra de arte más bonita del mundo se muera de envidia ante ella en ese momento.

Para mí arte es la manera que tiene de quitarse las medias, desenrollándolas suavemente tras el paso de sus dedos, dejando desnuda la piel de esas piernas donde me escondo entre ellas y jamás he encontrado refugio más seguro en esta vida.

Para mí arte, lo que se dice arte, es la forma en la que ríe a carcajadas, esa risa tan contagiosa que tiene que hace que sea inevitable reír con ella cuando la oyes, las lágrimas que le salen y ese suspiro que da cuando por fin empieza a amainar seguido de su” ay por favor”. Y esa sonrisa congelada que se le queda justo en ese momento. Ese instante, ese preciso instante, es arte, y nadie ha hecho ni puedo hacer más ni mejor ni más grande que el que ella crea en ese momento.

Para mí arte es su forma de hacer bonito todo, la ilusión que veo en sus ojos cuando tengo algún pequeño detalle con ella que cuando lo tuve con otras me hicieron sentir iluso por no ver en ellas la reacción que creía, la forma que tiene de mirarme sabiendo que yo aún tengo dudas de vez en cuando y su manera de decirme, sin articular una palabra, que al final acabaré viendo que con ella no tengo nada que temer.

Que con ella no tengo nada que temer.

Para mí todo lo que no sea pronunciar su nombre cien mil veces no es arte.

Todo lo que no sea verla dormir tranquila y sentir su respiración no es arte.

Todo lo que no sea esa sensación cuando me llama por mi nombre y me paro a apreciar lo inmensamente lleno que me hace sentir oírlo en su voz no es ni jamás será arte.

Ella dice que es imposible no enamorarse de “mi arte”. De la forma que tengo de hacerlo, de sentirlo, de llevarlo tan estrechamente ligado a mi vida. 

Y yo la miro, y sonrío, y vuelvo a pensar que no entiende absolutamente nada.

Arte, lo que se dice verdaderamente arte en mayúsculas, es ella.

Y nada más que ella.



Al final gana ella

 Y ahí la tienes, como si nunca le hubieran roto el corazón, regalándole una sonrisa a la vida, y una vida a la sonrisa.

Y ahí la tienes, con su vestido de verano de flores y su pelo despeinado, con su risa por cualquier broma absurda, con su manía de caminar por el lado de la acera que está pegado a la pared y con su eterna costumbre de sonreír a cada perro que se cruza.

Ahí la tienes como si nunca la hubieran decepcionado, como si jamás hubiera puesto toda su fe en una promesa que ni cumplieron ni se sintieron demasiado culpables de no cumplir, como si desconociera qué es la envidia o la maldad, como si no supiera lo que la gente es capaz de hacer para ver a alguien mal o ya no le doliera la espalda de tantas puñaladas que le pegaron.

Ahí la tienes, acelerando el paso porque de nuevo va a llegar tarde, como siempre, porque de nuevo la están esperando y ya ha mentido dos veces por mensaje diciendo que estaba a dos minutos del lugar cuando en realidad aún ni había salido de casa, porque se ha parado en todos y cada uno de los escaparates que ha ido encontrando por su camino y porque en la mitad de esas tiendas no ha podido evitar entrar.

Ahí la tienes, convencida de que al final todo le va a salir bien. 

Y créeme: a cabezota no le gana nadie.

Y yo, que soy quien la espero, me doy cuenta de que en realidad eso es lo que he hecho toda mi vida, aun mucho antes de conocerla: esperarla. No me importa que llegue tarde. No me importa que llegue tarde, porque por mucho que lo haga nada podrá evitar que llegó justo a tiempo.

La veo aparecer, y una sonrisa de nuevo me sale sola, y solo puedo pensar que a cualquiera que la quiera mirar, cualquiera que quiera dedicar dos segundos de su rutina a dejar lo que esté haciendo y pararse a observarla, podrá entender que ahí la tiene, regalándole una sonrisa a la vida, y una vida a la sonrisa.

Llenando de luz la ciudad con el brillo de sus ojos, alegrando el día de quien tiene la suerte de verla pasar por su lado aunque sea por un instante, como si supieran que ese ser que acaba de cruzarse con ellos tiene algo especial.

Como si supiera que, por muy feas que a veces se pongan las cosas, al final va a ganar ella.




Y (te) llegó Septiembre

 Pues ya ves, te llegó Septiembre.

Bueno, no te ha llegado: te ha arrasado, te ha envuelto todo en su ola de nostalgia y melancolía, en su manera de abrirte el armario para recordarte que hay ropa que debes ir sacando, y su manera de abrirte el alma para recordarte que hay cosas que debes ir guardando.

Te llegó Septiembre para que maldigas cómo los días se van haciendo más cortos, cómo cuando te levantas aún es de noche y así no hay forma de empezar bien la mañana, para que despidas con añoranza las vacaciones y para que esas canciones melódicas te hagan de repente más daño.

Te llegó Septiembre para que veas cómo se te va borrando cada vez más la marca del bikini y se te va notando más la de dentro, la que es relativamente fácil de maquillar en verano bajo la tez morena, la fiesta y la playa, pero que ante el espejo con tus ojeras perennes y tu despertador atronando cada mañana no hay forma de ocultar.

Te llegó Septiembre para decirte que has engañado al verano de lujo, pero que él sabe quién eres verdaderamente, y lo que tienes dentro.

Y vendrán los días nubosos, y los jerseys, y las pocas ganas de salir, y el verano se irá quedando a lo lejos, en un recuerdo, y cuando una mañana salgas a la calle y el viento frío te corte la cara entenderás que desapareció del todo, que una vez más se ha ido de tu vida algo que creías que iba a ser eterno, y te enfadarás con el pobre Septiembre, que es el que siempre te aguanta las resacas y los malhumores. Te enfadarás con el pobre Septiembre que es el que te quiere en las malas.

Con todo esto, solamente quiero decirte que a mí también me gustarás en Septiembre.

Que me gustaba tu bañador y tus mil poses para las fotos en la orilla, pero que también me gustará tu inmenso jersey oscuro y tu manera de hacerte un ovillo en la cama; que me gustaba tu tez morena, pero que esa blanquita en pleno invierno también tendrá su encanto; que me gustaban las noches calurosas contigo, pero que en mi sofá siempre habrá hueco para ti y si tienes frío nos arrimamos.

Nos esperan hojas secas que pisar y cafés calientes que tomar, nos esperan libros gruesos y maratones de series bajo una manta, nos esperan labios fríos y remedios para evitarlo.

Deja de sentirte mal, cariño.

Míranos. Hemos sobrevivido al verano. 

Y lo mejor es que volverá.

Volverá con su sol, con sus fiestas, con su playa. Volverá con esa vida de mentira a la que sabemos adaptarnos perfectamente, pero esta vez le engañaremos nosotros a él haciéndole pensar que le creemos.

Volverá, y comprobará con asombro que somos inmunes a sus trucos.

Volverá, y entenderá que nosotros, después de todo, nunca fuimos como él.

Nosotros nos quedamos.

En las buenas, pero también en las malas.

Como siempre hizo Septiembre.



De flor en flor

 Llevaba mucho tiempo yendo de flor en flor. 

Qué curiosa expresión ¿Verdad?  “De flor en flor”. 

No creo que sea la mejor palabra para describirlo, sinceramente.

(Te veo salir de la ducha, aún mojada, con una toalla blanca anudada justo por encima de tus pechos, el pelo oscurecido, empapado y levemente ondulado, y yendo de un lado a otro dejando un surco de gotitas. Yo, desde la cama, tumbado bocarriba, intento armar distraídamente un cubo de Rubik que no sé cómo ha llegado hasta aquí (¿Cómo diablos se hacen estas cosas?) te miro hacer todo esto aunque tú no te paras a mirarme, imagino que buscando alguno de tus tres millones de productos para el cuerpo/pelo/cara los cuales antes de ti ni siquiera sabía que existían).

Sí, esa es una de las cosas de ir “de flor en flor”, que no sabes los productos que esas chicas usan en su vida diaria, porque no hay (ni te interesa que haya) una vida diaria entre vosotros. 

No sé cuándo me acostumbré a ello, y supongo que sólo esa palabra ya de por sí dice mucho. “Acostumbrarse”. No suena muy bien, ¿No? A que sea un rostro diferente cada vez, distintos nombres, decenas de cuerpos, de formas de ser, de vivir. Y es curioso, porque en todo eso mi “papel” siempre es el mismo. Siempre igual, las mismas pautas, el mismo procedimiento, como si fuera una demencial obra de teatro que repites como condena una y otra vez y que a veces no recuerdas ni el nombre de la última acompañante en escena.

- Oye, ¿Sabes dónde está mi bolso?

Alzo la vista, con el cubo en las manos, y te veo ahí plantada, delante de la cama, secándote el pelo por abajo inclinando levemente la cabeza, mirándome fijamente. Vuelvo a posar la vista en el cubo mientras niego con la cabeza, y te “oigo” sonreír.

- ¿Pero tú sabes algo en esta vida o eres medio tontito? dices, con tu (nuestra) ironía ácida que tanto nos gusta, pero a la vez llena de dulzura.

Levanto la vista de nuevo, y simplemente sonrío. 

Te muerdes el labio en una sonrisa negando con la cabeza, como quien me da por perdido, y vuelves al cuarto de baño.

Sí, creo que sé algo en esta vida.

Sé que huelo ese perfume dulce tan tuyo, que ahora al salir de la ducha es más intenso que nunca, y quiero quedarme a vivir en él para siempre. Sé que aunque ahora me veas aquí, aparentando pasotismo y prestándole más atención a un absurdo cubo de Rubik que a tu pregunta, en realidad el corazón me está latiendo a reventar sólo por tenerte cerca, y que así pasa siempre desde la primera vez que hablamos. Sé que cuando escuché mi nombre en tu voz supe que esa era la boca elegida para él, que no quería que ninguna otra chica lo pronunciara jamás.

Sé que jamás voy a lograr armar un cubo de Rubik, pero que no tiene importancia. 

Porque hay cosas que crees que son importantes hasta que aparece algo importante de verdad, y entonces te das cuenta de lo equivocado que estabas.

Y sobre todo sé que quiero vivir de flor en flor: de todas las que tú tienes por el cuerpo. 

Porque eres jardín cuidado y tranquilo y selva indomable y misteriosa, eres paraje natural para ir con la familia y bosque profundo. Y quiero conocer todas tus flores, su tallo, sus pétalos, su color y sus espinas. Quiero saber de ellas, conocer su historia, y conocerte a ti.

Quiero verte salir una y otra vez de la ducha, saber de todos los productos que tienes para el cuerpo/pelo/cara y que me preguntes todos los días de tu vida si sé dónde está tu bolso aunque nunca vaya a saber la respuesta.

La única respuesta que me importa la tengo delante de mis ojos.

Yo me muero por ir de flor en flor.

Pero de todas las tuyas.