sábado, 26 de junio de 2021

¡NOS CASAMOS!

 "Te pido robarle las horas a todo ese tiempo que ya se nos fue... Te pido robarte otro beso aunque ya me los des. 

Que cuando me miras ahora, ahora veo lo mismo que ayer. Yo sé que se cumplen los sueños porque te soñé"

OFICIAL: "NOS CASAMOS" Sí, quiero. Sí que te quiero a ti.

11 de Septiembre de 2021


"Tal vez, 

quizá,

lo sé, 

ya te encontré"



domingo, 20 de junio de 2021

Tu todo

 Traté de serlo todo, tu todo. La mecha de tu vela, la luna que mueve tus mareas, el sol que te despierta.

Necesitaba ser ese todo, tu todo. Ser cada minuto de tus horas, cada hora de tus días, cada día de tu vida.

Quise serlo todo: tus palabras, tus dibujos en servilleta, tus versos y canciones.

Necesitaba ser el primer y último pensamiento, formar parte de la palabra de tu mano, robarle el tacto a tu esponja, y el sabor a tu café de la mañana.

Traté de serlo todo, y terminé conformándome con ser un parte, para hoy recordarte, siendo nada, y añorando tu todo.



Ser

 Y ser - por qué no- la locura hecha palabras, el amor imposible que persigues, tu musa más parecida, aquella que no puedes olvidar, y su olvido sería el fin; que no hay palabras sin su boca, ni caricias sin su piel.

Ser diferente a las demás, el deseo hecho persona, la pasión desmedida, una espalda al desnudo entre las sábanas de un hotel en la playa.

Ser la sal de tus labios en un mar de lágrimas, la dulzura de un postre sobre la mesa, los ojos vidriosos del amor, las ganas de amar en la noche.

Ser la luna que mueve tus mareas, que acuesta tus días, la luz de las despedidas, el sabor amargo del después, y la sonrisa inevitable si me ves.

Ser todo y ante todo, para ti.



Todo y nada

 Comencé a leer versos en el poso del café que no saboreo.

Te has has bebido todas las ganas de volver a empezar, me has dejado la condena del olvido, y yo que no respiro si no es contigo, empiezo a no ser.

Has cerrado las puertas del mañana que dibujamos en servilletas arrugadas por las últimas madrugadas, en que no fuimos, ni seremos.

Anoche te escribí cincuenta y dos motivos por los que volver a ser dos.

Los quemé con rabia y asumí que lo nuestro fue todo y nada.

Todo lo que podría haber sido, si no fuéramos nosotros.

Nada es lo que somos, nada lo que seremos.



Apostando al rojo

 Como os he dicho en la entrada anterior, llevo unos días muy ocupada, así que me he puesto a limpiar como si no hubiera un mañana. ¡Zafarrancho! Lejía por todas partes, desinfectante, cristales, polvo... Así tengo el pie, más grande que mi cabeza. Pero es que hay cosas que hay que hacer...

Es curioso, cuando limpias, limpias también por dentro, piensas y las palabras te salen a montones, y aquí me encuentro, dándole al teclado que tenía tan abandonado mientras hago una tontería para Javi. Jugamos a ver quién es más detallista, y estoy luchando por mi pódium.

Claro, cuando te sale hacer detalles, piensas y das vueltas a por qué te sale. ¿Por la competitividad? No. En este caso no, porque quiero a ese macarrón como no he querido a nadie. Me gusta enfadado, en la parra, cocinando mientras le doy un poco por culito, mientras le meto un dedo en el ojo o cuando intenta dormir y no le dejo. Me gusta en la ducha, recién levantado y cansado como si viniera de la mina. Cuando me busca dormido por la noche, cuando tiene frío o incluso cuando tiene calor.

Cuando me besa cada mañana antes de irse a trabajar, cuando tiene detalles porque sí, sin necesidad de ser un día especial, por compartir conmigo absolutamente todo y entregarse al doscientos por cien, por hacerme saber que me quiere y poder hablar de cualquier cosa.

Hace unas semanas me entraron inseguridades, miedos. Cuando convives, hay días que nos pesan a todos y quizás las cosas no vayan estilo "luna de miel" pero es que no todos los días pueden ser fiesta. Y esto, me ha llevado un poquito de tiempo comprenderlo. El día a día de una persona es igual que el nuestro, hay días que te duermes por las esquinas, otros que no puedes dormir, otros que no te apetece saber nada de nadie, otros que te pones una película o enlazas capítulos de series hasta la madrugada. Las necesidades de uno mismo no son tan diferentes a las del otro. 

Pero este tema, lo comprendí mal, lo reconozco, lo centré en mí, en que algo pasaba conmigo o con nosotros. Y simplemente es la vida, la que pasaba, nada más y nada menos, puesto que la vida a veces cuando pasa, arrasa.

¡Cuánto me ha costado encontrarte macarrón, trabajando tan cerca de mí! Supongo que la vida te guarda para cada momento lo que necesitas. Los dos sabemos que si nos hubiéramos encontrado antes, no estaríamos viviendo esto ni de lejos. Pero aquí estamos, los dos que nos se iban a casa jamás, y menos a vestirse de nada del mundo de las bodas. Aquí estamos apostando todo al rojo (como nosotros). Apostando una vida junto a ti. Aquí estamos esperando que llegue ese 11 de septiembre.



27 vestidos

Primero, disculparme por estar tan ausente estos días. Los preparativos de la boda no nos dan un respiro y eso que sólo íbamos a firmar. ¡Tengo unas amigas que son unas liantes!
"Con un vestido normal voy de sobra", pensaba yo. "¿Un vestido normal?", preguntaban todas apostando que también sería negro ya que siempre tiendo a ese color (estiliza más todos mis defectos). Cuando me vi con los primeros vestidos de fiesta, me vi gorda, desubicada y más rara que un perro verde. Me miraba al espejo y esa no era yo. ¡Yo! La que decía que jamás se vestiría de pastelito.

Pues allí estaba, frente al probador, mirando uno tras otro... y viéndome en ocasiones, no tan mal. La tienda me la recomendó Sandra, la más conocedora del mundo de las bodas, y acertó de pleno. Primero fui a Getafe, y las inundé de fotos. Después me fui a Numancia y allí... lo encontré.

Quiero dar las gracias por estar ahí, presencialmente no por temas del covid que tienen muy restringido todas las normativas de acceder a las tiendas, pruebas y número de vestidos. Pero a pesar de todo, estuvieron ahí. Gracias Sandra, Sonia, Ana y Clara. Gracias de todo corazón, por elegir y aconsejarme en este proceso que para mí es tan complejo y duro. ¿Por qué? Porque una nunca está bien con su cuerpo, nunca se ve con un vestido largo cuando su indumentaria diaria son los vaqueros. Cuando a lo más que aspiraba era a firmar unos papeles con Javi en la más absoluta intimidad.

Y mirar ahora... Y no lo celebro por el covid, porque he visto a personas vacunadas pasarlo muy mal, infectadas. Porque quiero una boda sin mascarillas, con besos y abrazos, con fiesta hasta las siete de la mañana o más y sin ninguna restricción. Quiero una boda a lo grande, donde todos podamos estar sin miedo (solo el miedo a una posible resaca). Y aún así, sé que ese día estarán conmigo, serán testigos de mi boda aunque la que firme sea Sonia (elegida al azar en un pequeño sorteo que os mandé en un vídeo, ¿recordáis?) Pero para mí, lo he dicho infinidad de veces, ellas son mi verdadera familia. Mis amigas... y mis amigos también, por supuesto, pero en esto de vestidos, ellas han sido las que han llevado la voz cantante.

Quiero tener un pequeño apartado para agradecer a Belén, una amiga íntima de mi madre que como digo, ya pertenece a la familia, por regalarme mi maravilloso vestido, casualmente el que había soñado siempre y que me encontró por casualidad.

A esta entrada la he titulado "27 vestidos" como la película, aunque solo fueron cuatro de fiesta y tres de.... ¡up! ¡Sorpresa!

P.D. Quiero contaros una anécdota curiosa. Cada vez que me pruebo un vestido de princesa, siempre lo hago con un pie escayolado, con un esguince o algo así. El de la comunión fue tal cuál. Recuerdo estar probándomelo con muletas, un complemento muy adecuado para la ocasión, sí señor. Ya sabéis que una especial para todo.




miércoles, 9 de junio de 2021

¡Campanilla!

 Hace unos días, llegó a Valdemoro la lamparita más bonita que he visto en mi vida. Y antes de nada, quería dar las gracias a artesanas como Mabeca que se dedican a hacer cosas tan bellas y nos abre las puertas a la fantasía para que no dejemos de crecer nunca. Y por supuesto a Javi, que fue a él quién la encontró navegando por internet.

Las relaciones tienen altos y bajos, tiras y aflojas, días en los que estamos mejor y días en los que no lo estamos tantos. El secreto es la resistencia y la fuerza de la relación: sus cimientos, que se forjan por parte de los dos. Y seguir manteniendo la magia de rascar un poquito más en la otra persona y seguir enamorándote de ella, si cabe, un poquito más cada día que pasas a su lado.


Y rasqué, siempre lo hago. Soy curiosa por naturaleza, siempre voy un poco más allá de todo. Me gusta entender la magia... y sus trucos, las incógnitas y el origen que las genera, a mi pareja y lo que hay detrás de cada decisión que toma o cada palabra que me brinda. De eso va, en mi opinión, de entendernos, de ser generoso con el de al lado, de saber estar en lo que necesita y atender a sus preocupaciones.


Y cuando lo haces, aparece aquello por lo que has trabajado granito a granito de arena. Aparece, y entonces entiendes porqué le elegiste o porqué la vida lo puso en tu camino. Destino o casualidad como diría Melendi.

Ahora mismo se me viene a la mente el pie de foto que puse hace un par de días que puse en Instagram (@pid92) para este momento: "Eso de amar sin esperar nada a cambio es bonito en los cuentos de hadas. Pero en la vida real un amor maduro exige un delicado equilibrio entre dar y recibir, porque todo aquello que no es mutuo resulta tóxico". 

Al leerlo, me resultó una gran verdad. Sobre todo para el momento en el que me encuentro de madurez. Quiero a Javi por encima de todo, pero él sabe, que le pido, le exijo y quiero esa magia de la que tantas veces hablamos. Aunque no sirve de nada exigir... si no vas a dar. Apúntalo, querido lector.


Y tras la magia que os he narrado, al igual que este pedazo de regalo (dejarme que presuma de ello), nace aquello con lo que todo el mundo soñamos, la historia más bonita que he vivido... Y me viene a la mente una frase de JF Torres: "No te lo voy a decir hoy, y quizás no te lo diga nunca, no lo sé. Pero no tengo ninguna duda de que, incluso cuando estamos enfadados tú eres mi razón más bonita", puesto que prefiero discutir contigo a hacer el amor con otros.

Te quiero, macarra.

Fue bonito

 Contigo aprendí que en el amor entre dos siempre hay eso: dos.

Dos cuerpos, dos cabezos, dos corazones, con sus dos pasados, sus caderas, sus lastres, sus límites...

Contigo aprendí que el amor no siempre es suficiente, que a veces, llegados a un punto, no hay retorno ni lugar para las sábanas húmedas.

Que llegados a un punto, querer en la distancia es la mejor condena que le pudimos dar a aquello que fuimos y las siete letras que te nombran.

Y eras como te había creado y besabas como había soñado.



Promesas vanas

 Lo absurdo es querer estirar un futuro que sabes que no existe, creer que rozas con la punta de los dedos un sueño que nunca dejó de ser utopía.

Resulta estúpido, amor, seguir escondiéndote bajo ese nombre, tratar de llenar álbumes con fotos de las vacaciones que nunca llegaremos a cumplir, o pensar en los nombres que pondremos a los hijos que nunca tendremos...

A veces -pensaba llamarte "amor" de nuevo- siento que es mejor follar a quemarropa, rasgarnos los miedos y fundir el futuro imposible en un presente con fecha de caducidad.

Que tenerte por un instante no supone una eternidad de promesas vanas.



Cuando volví a empezar

 Aquello que vivimos no fue un infierno, el fuego vino después. quemando con cada recuerdo, llenándome de insensatez.

Vinieron entonces los reproches, los "te quiero" -pero más a mí-, el "te olvido aunque te sueño", ese "déjame ir, pero no te canses de volver".

Solo entonces entendí que la única lucha perdida es aquella en la que peleas contigo mismo.

Me vi así, buscando en camas ajenas cubrir ese hueco, esas horas de insomnios, esas noches de "despierta y bésame". Fueron largos años de intentar encontrar la eternidad en forma de hombre, sin darme cuenta de que solo yo misma sería capaz de aguantarme de por vida, de quererme de por vida. 

Finalmente, comprendí que todo esto se escapaba de mis manos mientras esperaba unos versas con mi nombre, una canción que hablara del arco de mi espalda, o una sonrisa eterna cada mañana.



Nosotros pero de verdad

 Te juro que les vi, ella llevaba mi sonrisa, y él la mirada con los ojos claros.

Hubiera jurado que se trataba de nosotros de no haber sabido que lo suyo era real, cierto, posible, verdadero.

Sus caricias se parecían a las tuyas, pero cargadas de verdades. Su sonrisa era la mía, pero sin dudas infinitas.

Paré el coche a su lado paré tres segundos, él la cogió de la cintura, recogió su pelo tras la oreja, le susurró al oído, palabras de amor, y se quedó con ella.

había jurado que éramos tú y yo, de no haber sido porque nunca hubo un nosotros.



martes, 8 de junio de 2021

Tendencia al naufragio

 Arrastro una maleta de momentos que no fueron pero soñé. Llego a casa y hace frío en pleno agosto.

El calor que dejaste se esfumó. La cama aún huele a ti.

Pongo el despertador a esa hora en que esperaba una lluvia de besos, un diluvio de abrazos.

Y al final, nada es lo que era y termina resultando una maldita tortura este volver a empezar, sin ti, pero contigo...

Y es entonces cuando me doy cuenta de esta terrible tendencia mía que me lleva a dejarme caer, a navegar en mares de lágrimas solo por tener algo que contar después de la oficina.




Flechazo

 Entra en un vagón de metro.

Y en un segundo te imaginas juntando tus apellidos a los suyos. 

No pasa constantemente, pero pasa, y por pasar, pasa de largo, y no la vuelves a ver jamás, y en tu pecho se queda otro amor sin consumar y un nuevo libro que tienes que empezar a escribir.



Cada día

 Cada día eso, ese antílope en el pecho y estas ganas animales de vivir, de esperar que algo pase, que algo me traiga una alegría de bolsillo o la fiesta de la vida a mi portal.

Cada día espero eso, un trallazo de felicidad, un poema inesperado, un encuentro que ilumine, un concierto, una canción, una buena llamada de mi hermano.

En eso consiste mi vida, en la espera constante y paciente —al modo en que los pintores viven trazo a trazo— de que cada día algo emocionante pueda suceder.

Por eso vivo, eso me mantiene el alma en pie.




Viejas costumbres

 Me encantaba arreglar personas rotas. Curiosamente, cada vez que lo hacía, acababa a pedazos.



Ley de vida

 Es ley de vida, lo cual no significa que sea fácil. 

Cuesta ver envejecer a tus padres.

Porque sabes de sus viejas privaciones, de lo delgados que se vuelven los bolsillos de las familias con dos hijos y una casa, del cansancio acumulado tras los ojos. 

Porque sabes de eso y lo demás, los malabares a la hora de las compras, las tardes fatigadas cosiendo rodilleras, las horas difíciles en que se asomaron al balcón de sus renuncias para mirar lo que dejaban, la vela apagada de las aspiraciones.

Porque sabes de eso hoy han regresado el tiempo y la nostalgia a hacer un comunicado conjunto para devolverte esas imágenes lejanas de tu infancia con ellos como telón de fondo. 

Las horas con tu madre en el museo, su insistencia en que apreciaras lo importante, el arte, la palabra, la ayuda en los deberes.

La difícil escarcha en el cristal, la lucha de tu padre cada mañana, las cintas de cassette del cielo de tu infancia.

Y jamás pidieron nada a cambio.

Nunca alzaron la voz, nunca pedirán cuentas para que jamás te enteres de que el mundo no les dio lo que esperaban.

Hoy, cruzados los 70, duele ver que el desgaste hizo su trabajo y que las fuerzas ya no acompañan del mismo modo que las ganas.

Y lo entiendes: crecer también es comprender los sacrificios que otros asumieron para que tú caminaras ligero por la acera de tu infancia. 

Y también entiendes que te toca velar su cansancio, pues se han ganado el brazo de apoyo, el viaje que nunca pudieron hacer.

Y entiendes también que ha llegado la hora de devolver lo que nunca te pidieron, haciendo llevadera su carga, suavizando la fatiga acumulada tras los ojos. 

Parece ser que por fin llega el momento más importante de tu vida: ganarte de una vez aquello que ellos nunca te cobraron.

Es ley de vida.



Las listas de ventas

 Las listas de ventas me saludan y la felicidad de saberme un triunfador —según los parámetros actuales de éxito— masajea mi ego, me aporta calma y cierta seguridad.

También ayuda a mi bolsillo.

Hasta aquí todo en orden.

Pero por dentro, una vez detenida la ola de la vanidad permanece activa, desde el primer poema que escribí, esa pregunta: si alguno de estos poemas cumplirá con eso con lo que verdaderamente sueño, ser valioso para alguien; si alguna de mis líneas, alguna vez, provocarán una emoción imborrable en un lector futuro.



lunes, 7 de junio de 2021

Querré a todas tus versiones

 “Veremos si me sigues queriendo cuando me vuelva a poner pesada con mis preguntas y mis vueltas a todo”, has dicho hace unos minutos.

Estábamos en la cama (lo sigo estando), yo sentado a sus pies, y tú a horcajadas encima de mí, entre besos, mordiscos (qué obsesión tienes con morder), bromas y risas, y tras enterrar (maravillosamente) el hacha de guerra, te has levantado y, alejándote hacia la cocina, has pronunciado esa frase.

Y me has dejado pensando en ella.

Imagino que lo habrás dicho de broma, una simple contestación, tal vez por decir, tal vez dejando entrever un cierto temor a si algún día puedo cansarme de eso. De que seas así. De cansarme de ti.

Cansarme de ti. Es como si me dices que temes que algún día me canse de respirar.

No es que “también” te quiera cuando te pones a hacer miles de preguntas y aún no he contestado la última cuando ya me estás haciendo la siguiente, es que ahí te quiero aún más. Porque lo que yo veo ahí es interés por mí, curiosidad, intriga, querer conocerme, y no me importa en absoluto cómo hayan visto esa faceta tuya en el pasado: es absolutamente maravillosa, y me siento realmente afortunado de que la dejes libre conmigo.

Te querré callada, insegura y cuando prefieres guardarte tus preocupaciones para ti y siento como que estás en otro mundo, te querré cuando no dejas de hablar ni a tiros y empiezas con la risa tonta inaguantable, te querré cuando te salga algún grano y te sientas la chica más fea del mundo y te querré cuando me busques la mano distraídamente al llegar al restaurante vestida de gala.

Te querré cuando los años vayan pasando y las arrugas se hagan más profundas, si engordas veinte kilos o si de repente empiezas a perder peso incontrolablemente, te querré cuando cojas las tijeras por tu cuenta y te cortes el pelo en un arrebato de locura y luego no te guste y te querré cuando encima te pases tres días de mal humor por ello como si la culpa fuera mía.

Querré a todas tus versiones, porque todas y cada una de ellas son las que te hacen ser tú. Y si tú eres el conjunto de todas, no podría haberlas mejores.

Querré a esa versión que no se quiere nada a sí misma y se esconde de los espejos, a la que tiene el guapo subido y se echa cien fotos ese día, a la obsesiva estudiante que no deja ni que le hablen y a la fiestera que hay que tirar de ella para volver a casa.

Querré a tu versión más payasa y a las más seria, a la más niña y a la más madura, a la que cuando está enfadada puede llegar a ser muy borde y la que me mira con los ojos brillantes diciéndome que soy lo más importante de su vida.

Así que voy a levantarme de esta cama, voy a sorprenderte ahora que estás de espaldas y distraída en la cocina, y voy a ir directamente a morderte el cuello para devolverte tu especialidad. Y cuando te encojas y rías entre sorpresa y protestas por fin entenderás todo:

No estoy diciendo que me gusten todas tus versiones por igual. Ni siquiera digo que las entienda a la perfección, que no me molesten o que algunas incluso no me puedan doler en algún momento puntual.

Lo que estoy diciendo es que querré a todas ellas.

Porque todas y cada una de ellas son las que te hacen ser tú.

Y no te podrían hacer más maravillosa.



¿Qué pensáis de los sueños?

 Pero no de un sueño cualquiera, de las pesadillas esas que vives sintiendo cada cosa que pasa, aquellas que son tan reales que tu interior grita: "Por favor, que sea una pesadilla", y tu cuerpo sigue dormido, huyendo, llorando.

He leído acerca de ellos y aparecen en momentos de estrés, ansiedad o cuando algo te inquieta en lo más profundo de tu ser. He pasado de tener pesadillas con, la mutua del pie por su "gran labor" (irónicamente hablando), a tener pesadillas en las que yo desaparezco: tanto del mapa de mi gente como de la vida de Javi.

El viernes tuve la pesadilla de las pesadillas. Veníamos de cenar con Sandra y Sonia (y sus respectivas parejas), todo iba bien (como pasa en las películas), llegamos a Leganés y Javi se ofreció a buscar aparcamiento al verme la cara de cansada.

Cuando subí a mi casa, vi como pasaban las horas del reloj. Las tres de la mañana. ¿Cuántas horas llevaba aparcando? Le llamé y ese teléfono ya no existía. Contacté con su madre y lo único que me dijo fue: "que lo sentía por el niño, pero era lo mejor para todos". Vino mi amigo Dani para ver cómo solucionar lo ocurrido, el primero en llegar puesto que nadie más lo sabía. Buscaba a Javi entre las calles, entre los coches, angustiada por ser dejada... otra vez. Sabiendo que a pocos días nos íbamos a casar. Y teniendo la intuición de que su afición por el móvil, no era por el aparato solamente... De nuevo, un harén. Bien podría titularse esta entrada "De nuevo".

Otra/as, huida, escapada, ruptura. De nuevo, el mismo camino. Desperté llorando, entre sudores y fijándome en dónde estaba. No era mi casa, pero sí tenía a Javi al lado profundamente dormido. Desde el viernes, cerrar los ojos me da miedo. Se lo conté a Javi y se rio, juró que jamás iba a pasar, pero eso también lo he oído antes.

De repente empecé a dudar de todo, del sueño, de la realidad, de Javi, de nuestra historia y sobre todo de mí. ¿Por qué? Porque no sé si podría volver a pasar por lo mismo. Supongo que sí, que de amor, nadie se muere, os lo digo yo que estuve cerca. El poder de los sueños y cómo nos afecta...

Anoche, sin embargo soñé como me caía del puerto de Santander a un agua marina helada parecida a la que salía en la película del Titanic. Y Javi, volvía a mirar el móvil. No a mí. Pero con este sueño, el silencio de debajo del agua me daba paz, el frío que rompía cada parte de mi cuerpo me pedía descansar. Descansar de todo, abandonarme. 

Y es que volvemos al tema del abandono. Un trauma que se quedó instalado en mí en verano del 2019. Volver a dejarme llevar sin que mi vida, la mía, me importe nada.

Como dijo Calderón de la Barca, los sueños, sueños son. Pero gracias a una de mis psicólogas tiendo a pensar en ellos, a examinarlos y diseccionarlos. ¿Qué te quiere decir el cerebro? Te está queriendo decir algo, como siempre. El cerebro es el que dirige todo, manda todas las órdenes. 

Es cierto que te levantas con una inseguridad que creías olvidada, pero el que nace inseguro, muere inseguro. Y más con un miedo tan real a este, donde los sueños se mezclan con la realidad y separarlas me cuesta. Es duro, porque estoy expectante a todo y no me relajo, es duro para una persona y para el compañero de la misma. Aunque lo mantengas en silencio, dudas, inseguridades, traumas... salen, siempre salen. Y le ves con el móvil y ya no estás tan tranquila como antes. Y le ves serio, y te preguntas si eres tú o si esa noche no te toca porque tiene calor, es que también tiene algo que ver contigo.

¿Y qué haces? Ponerte una armadura, sacarla, limpiarla el polvo y esperar que te den la patada. ¿Y por qué no la das tú antes? Pues porque, aunque suene cursi, mi corazón lo tiene él. Y mis inseguridades no van a acabar con la relación más verdadera que he tenido nunca. Dice que me quiere... Y yo lo pongo en cuarentena. En duda. Porque... ¿Quién va a querer a alguien como yo? Esperas a que se dé cuenta en algún momento. Y te callas, te callas cuando tú no lo haces ni debajo del agua. Cuando has luchado con dragones y con el fuego más mortal. La misma que se reía de todos los monstruos que viven bajo su cama. 

Por un sueño... Y te das cuenta de que le quieres mucho más de lo que creías, porque el miedo a que ese sueña se vuelva veraz hace que te destruyas en mil pedazos, en los mismos que él ayudó a juntar.



miércoles, 2 de junio de 2021

Una tarde en el parque

 Es la primera vez que me siento tras levantarme a las ocho de la mañana para acompañar a Cuqui al cole. Le he robado un culo de botella de Coca Cola a Javi bien fría y me he sentado a ver el amanecer desde mi ventana. Aquí, tengo vistas al cielo, no como cuando vivía en Leganés.

Me quito la tobillera porque en casa me niego a tenerla, es hora de ir recuperándose (aunque duela y al pisar vea las estrellas). He terminado de hacer la cena para cuando Javi vuelva y poco más. ¡Qué largos son los días cuando está de turno de tarde! Pero está bien tener un minuto de silencio, a solas mientras escucho como respira Cuquito en la otra habitación.

Hoy, mi reflexión va para Laura. Para nuestra charla de 5.30 a 8.30 en el parque mientras nuestros niños jugaban y merendaban juntos. Hablar con ella es como tener una hermana mayor o algo parecido. Alguien que te conoce, que habla según te percibe con solo una mirada, con cada una de las palabras o con cada gesto que escondes tras la mascarilla. A veces me callo porque creo que ve más allá de lo que la cuento, y creo que es verdad.

Con Laura las horas se pasan volando, puedes hablar de todo y de nada, puedes interrumpir las conversaciones porque uno de nuestros niños está pegando a otro o se está comiendo algo del suelo. 

Si soy sincera, la verdad, es que a ella la conocí a través de Julito en nuestra graduación de Bachillerato (sí, ha llovido). Pero por poco o mucho que hablemos a diario, es una de las personas que está. Siempre está. A tan solo un mensaje de distancia. Pero con todo lo que tenemos (que no es poco), se nos olvida llamarnos, aunque en nuestra agenda siempre hay un hueco para vernos.

Aún recuerdo el cacho paseo que me metiste hace un año cuando estaba tan mal llorando por los rincones, cuando me contaste tu experiencia con todo detalle y me hiciste ver cómo crecen las relaciones, las personas y cómo llegamos a encontrarnos con nosotras mismas. Porque cada una de tus lecciones es real, porque la sientes, porque la vives y porque demuestras que las personas no somos tan distintas. Que todo son etapas o caminos que antes o después tenemos que pasar  y aprender de ello.

Julito, tienes un tesoro y hacéis el equipo perfecto con el que todo el mundo sueña. Sin querer, me van apareciendo partes de nuestra conversación. "Sé que era él porque cuando el camino se desviaba, con él se volvía recto, fácil". Once años de amor incondicional. Los cuentos de hadas existen y vosotros sois la prueba de ello. ¡Qué bonito! Tener eso en la vida real es lo mejor que te puede ocurrir. Muchas de las frases que me has dicho las guardaré como un tesoro, uno de los más preciados, secretos que llevo como el de "Sé feliz, tú. Nunca te olvides de ti, ni por un hijo, ni por tu marido. Tú eres la que tienes que estar bien" o la de... "A mí la que me importas eres tú, porque tú eres mi amiga". 

No sabes el pellizquito de felicidad que me das al escucharte decir eso, al sentirme un poco mimada y querida en un día como el de hoy, en el que nada sale a derechas. Sentir que aunque me vaya un poco lejos de Leganés, tengo siempre un hogar al que volver, y con ello no me refiero a una casa, sino a mi gente. 

Javi hace poco, me dijo que se alegraba de ver qué tipo de amigas tenía, que eran de lo mejor. Fue tras la visita de Sandra a mi casa. Y es que es verdad, es que no podría elegir una entre tantas. Sois mi familia, la que he elegido y la que vosotras también me ha elegido a mí. Soy más que afortunada.



martes, 1 de junio de 2021

Ella

 Ella, culpable de la poesía y los bailes en el salón descalza y a solas dando vueltas sobre sí misma.

Ella, herida de muerte y llena de vida.

Ella, licenciada en Cabezonería Avanzada.

Ella, enfermera de mis heridas -por dentro y por fuera- y no sé con cuáles lo hace mejor. Ella, psicóloga de mis delirios cuando es la primera que está loca, soñadora de lugares donde no exista la gente que se te queda mirando por ser diferente, gobernadora de la ciudad donde escondí todos mis miedos y los convirtió en humo que se evapora poco a poco.

Ella, niña infantil que llora con Disney y mujer indestructible que alza su bandera, Relaciones Públicas de los perros abandonados que se encuentra por la calle, aprendiz de chica políticamente correcta y profesora en decir las cosas que se sienten sin ningún tipo de filtro.

Para tener guerras es la primera.

Para dar paz es la que más.

Ella, encargada de Recursos Humanos en seleccionar las canciones que formen la banda sonora de su vida, sobreviviente de infiernos que quisieron hundirla y acabó saliendo de ellos silbando y mirándose que no tuviera el esmalte de las uñas descascarillado, coleccionista de causas perdidas que intenta hacer posibles una a una.

Ella, desfibriladora de este corazón maltrecho que ya no tenía ganas de latir, impulsora de volver a poner a funcionar mis ganas, ilusionista de crear ilusión viéndola a ella ilusionada, oradora profesional de silencios que lo dicen todo.

Ella, constructora de utopías a base de fuerza, fe y decisión, artista cuando se pone a morderme el pecho a su gusto y musa cuando se queda dormida desnuda entre las sábanas, demonio cuando no tiene sueño y se vuelve insoportable y diosa cuando se me queda mirando con ojos de dormida, cansada y despeinada, y me sonríe tan natural, con la sencillez más bonita del mundo.

Ella, culpable de la poesía y los bailes en el salón descalza y a solas, herida de muerte y llena de vida, licenciada en Cabezonería Avanzada.

Ella.

Que para dar guerra es la primera.

Y para dar paz es la mejor.



Jóvenes

 Esa pareja de adolescentes que se despide en la estación besándose como si acabara el mundo, aunque la estación sea de metro y él solo vaya dos paradas más allá y mañana hayan quedado de nuevo para verse.

Al verlos se me hace inevitable pensar que la vida es maravillosa. Aunque solo lo sea para ellos, aunque no puedan compartir con ninguno de nosotros ni una mínima viruta de su felicidad.



Lo peor

 Más que verla a ella, cada vez que me la cruzaba solo veía una puerta cerrándose.

Y lo peor no era eso. Lo peor es que ya no había cerradura, ni llave, ni pomo para abrirla desde fuera.



Extraños conocidos

 Sé de tus olores, de ese que se queda en la cama cuando la dejas solo para mí.

Conozco a la perfección tus gustos, tus manías, tus miedos, tus ganas tras un abrazo a la espalda.

A menudo reconozco tu olor en el metro, y no estás. Río tus gracias en mi mente; y vuelvo a respirar del aire nuestros recuerdos, nuestros bares, nuestras playas...

En ocasiones se me escapa tu nombre, y tal vez crea sentir tu tacto por la noche.

A fin de cuentas, una vez más, estás.

O quizá ya no.




Planes de pensiones

 Quisiera darte todo lo que nunca hubieras tenido y ni así sabrías la maravilla que es poder quererte.

FRIDA KAHLO

Madrid se me antojaba un laberinto de emociones por superar. Tenía invertido en todos sus atascos mis miedos a continuar.

Grababa a fuego el asfalto en mis pies, escuchaba en aleatorio y miraba a los ojos a cualquier extraño que tuviera algo más.

Mi brújula ya no recordaba su norte, y yo escapaba siempre que podía de las prisas que no me llevaban a ninguna boca de metro que besara despacio.

Las Cibeles nos presentó aquella noche fuimos los leones más fieros de la capital.

Marwan cantaba "Mi paracaídas", y yo me aferraba, por primera vez, a un pecho que me hacía latir como nunca.

Quererte fue el mejor plan de pensiones que este maldito caos civilizado puedo regalarme.



Cobardía

 Ojalá que no te indulte el tiempo, que los perros del arrepentimiento te estén siempre esperando en la puerta de tu nuca.

Has sido cobarde.

Has dejado que se fuera la luz por el desagüe, le has puesto candados de sombra a la noche ya marchita del deseo.

Ojalá sientas el insomnio como una larga enfermedad cuando la nostalgia y sus fábricas vengan a hablarte de mí, cuando yo ya no esté cerca.

Le has clavado un puñal a la vida  dejando a la razón hacerse con lo nuestro, cuando quedaba claro que solo había que hacer una cosa: observar la dirección en que apuntaba con su dedo la locura.

Has dicho no por miedo al daño y mereces eso, una piscina de vacío, la caricia del dolor sobre tus sienes, una vida biselada con desvelos.

Mañana aullarán los mastines del arrepentimiento en tu ventana y sabrás que esa melodía de cristales doloridos son las letras de mi nombre.

Porque los nombres del pasado regresan al galope en las madrugadas para cogerte de la pechera y explicarte que fuiste cobarde.

Ya no volverás a verme.

Este amor cerró por defunción.

En el parte del crimen queda  bien relatado: fue una masacre, no ha quedado ni rastro de nosotros.





SEPTIEMBRE

 1. Te miro y sé que vienes a espantar las penas que se esconden bajo mi cama.

2. No llevo tatuajes porque nunca supe si dolían más los recuerdos en la piel, o tras ella.

3. Fuimos tormenta de verano, y a mí nunca me gustó cargar con el paraguas. Y me calé.

4. Lo tengo claro, nunca lo vimos del mismo color. #AmorDaltónico

5. Del amor al odio hay una putada que se te clava en la almohada.

6. Caminar a tu lado es dibujar sobre el asfalto un par de sombras a las que nunca temer.

7. Báilame en círculos, quiéreme a destiempo, muérdeme las penas, de Madrid al cielo, de mi cama al suelo y vuelva a empezar.

8. Que has aparecido y he tenido que sacar de mi corazón del círculo polar ártico para ponerlo a remojo en tu mar y ceder así a este deshielo.

9. Y a ver cómo le explico al mundo lo que el mundo no es capaz de ver: que todos los fantasmas que llevo dentro solo sonríen con tu nombre.




Hasta que nos lo creamos

 Estás preciosa.

Tan preciosa como te vi el primer día y supe que esa chica iba a traerme los problemas más bonitos (y jodidos) de mi vida. Tan preciosa como siempre, como cada día que he pasado a tu lado. Tan preciosa como cada vez que no te lo he dicho. 

Te veo sonreír con tus amigas, aunque sé que por dentro te estás rompiendo. Siempre he sabido descifrarte, y esa es una de las cosas que más has valorado (u odiado, nunca me ha quedado claro) de mí: la frustración de no poder mentirme ni disimularme como sabes hacer con el resto, incluso con las personas que más te quieren en este mundo, con tus amigos o tu familia.

Pero lo que decía, que hoy estás preciosa. Especialmente preciosa. Tan preciosa que sólo puedo pensar cómo voy a echar de menos a esa chica que ya no voy a ver más.

Giras la cabeza y sonríes al verme. ¿Cuántas veces ha pasado eso en este tiempo? Yo a solas, y giras la cabeza y me encuentras. Y me salvas. Y nos salvamos. 

Me pregunto cómo será tener que salvarnos solos. Me pregunto si sabremos. Y me pregunto si tendremos aire para poder hacerlo.

Giras la cabeza, y sonríes al verme. Pero no es la misma sonrisa de tantas veces. 

No es esa sonrisa feliz del principio, ni la irónica que me ponías cuando nos metíamos de lleno en una de nuestras conversaciones sarcásticas, ni esa tan atrayente justo antes de gastarnos la piel. Es una sonrisa de quien quiere parecer fuerte. Y quien lleva demasiado tiempo cansada de aparentarlo.

Imagino que ninguno de los dos estaba seguro de si íbamos a ver al otro esta noche, pero aquí estamos. Ha sido uno de nuestros peores vicios y a la vez una de nuestras más benditas virtudes: tú y yo siempre acabamos encontrándonos.

- Hola –sonríes.

Y asiento. No podríamos haber tenido un peor principio a este final: corriente y típico. Justo de lo que siempre huimos.

- Vale, sé lo que estás pensando, pero la guerra ha acabado ¿No? 

De nuevo esa sonrisa. Y aunque sé que lo has dicho para romper el hielo, no me puede devastar más la frase. La guerra ha acabado. Nuestra eterna guerra, nuestros tanques en la calle y nuestros edificios derrumbados. Las ruinas que nos besábamos. El mundo entero hecho un caos a nuestros pies y nosotros amándonos encima. 

- Supongo que sí –acierto a decir.

- Míralo por el lado bueno, al final hemos durado más de lo que pensábamos. Yo no me daba contigo más que un par de noches.

- Si me lo hubieras dicho desde el principio hubiera sido mucho más fácil, que por no decirte que no, seguimos, seguimos, y al final ya ves –bromeo sin sonreír.

- Idiota –sonríes, golpeándome en el brazo.

- ¿Por qué estás aquí? 

Te encoges de hombros, sonriendo.

- Porque lo estás tú, supongo. ¿Acaso no es eso lo que hacemos siempre? Ir cuando el otro no quiere y rechazarlo si nos lo pide. Llamarnos cuando el teléfono no suena y no responder cuando sí. Subir cuando el otro baja y al revés.

Sonrío, sin contestar. Tienes toda la razón.

- ¿Alguna vez te has alegrado de verme triste? -Preguntas, pero con esa misma sonrisa. Con los ojos brillando. Como quien sabe que es la última vez y no piensa dejarse nada en el tintero- Ya sabes, no digo que te haya alegrado verme sufrir, pero al saber que estaba mal por ti… como que en ese momento concreto uno sabe que tiene la sartén por el mango o algo parecido ¿No?

- Nunca me ha alegrado tu tristeza.

- A mí sí la tuya –dices rotundamente. Venganza por cada vez que fui yo, imagino.

Asiento.

- Mil lágrimas tuyas por cada una mía. Eso solía decirme.

No contesto.

- Chico guapo, ¿Lo hacemos sin que duela?

- ¿Acaso nosotros sabemos hacerlo de esa manera?

Y una sonrisa espontánea y triste te brota sola.

- Estás muy guapo esta noche –dices, colocándome el cuello de la camisa. ¿Sabes? El otro día leí que se suele pensar en la persona que quieres unas treinta y cinco veces al día.

- ¿Y qué quieres decir con eso?

- …Que la gente debe quererse muy poco –sonríes, dejándome por fin el cuello de la camisa quieto, y a pesar de que terminas, tu mano se queda en mi pecho, como si supiera que es la última vez que lo va a tocar- A lo mejor en un mundo paralelo nos ha salido bien la historia.

- En un mundo paralelo nos odiaremos a muerte –bromeo.

- Bueno, eso ya lo hacemos en este algunas veces…

Y los dos sonreímos.

- ¿Por qué no nos quedamos en el sexo sin ataduras del principio?

- ¿Y no complicarnos la vida? Vamos.

Y suena tu risa.

- Supongo que sí. ¿Sabes? Algunas veces pienso que esos fueron los mejores momentos. No había sentimientos, ni celos, ni dolor… sólo distracción y bienestar.

- ¿Y otras?

- …Otras pienso que no cambio por absolutamente nada todo lo que me has hecho sentir.  Eso sentimientos tan pasionales. Tan frenéticos. Tan viscerales. Y hubo otros chicos antes, eh.

- No hace falta que me lo recuerdes.

Ríes de nuevo.

- A mí tampoco me ha hecho nunca demasiada gracia por tu parte, no sé si alguna vez te diste cuenta.

- Sí, entre gritos, acusaciones y celos algo sospeché.

Y sonríes.

- ¿Estás bien?

- Claro –sonrío. Se trata solamente de hacerme ver que tampoco es para tanto, que hay cosas peores, que todo acaba tarde o temprano.

Sonríes, mientras me escuchas.

- …Y repetírmelo una y otra vez. Cada día. Y así hasta que me lo crea.

Y sonríes de nuevo. 

- ¿Puedo hacerte una última pregunta?

Y la sangre se me hiela al oír la palabra “última”. 

Asiento, sin decir nada.

- ¿Volverías a hacerlo? ¿Volverías a conocerme, a vivir todo lo vivido, a pasar por cada cosa… incluso sabiendo el final?

Te miro a los ojos, que cada vez te brillan más. Y los míos también. Dios, esto me está reventando por dentro.

- …Cada día de mi vida –te digo, firme y contundente. Uno detrás de otro, y así hasta el último. Repetiría eternamente cada uno de esos pasos, porque cada uno de ellos me llevaron hasta a ti. Incluso sabiendo el final.

Y aunque sigues sonriendo, las lágrimas que tanto tiempo llevaban aguantando el equilibrio entre tus pestañas comienzan a resbalarte por la mejilla.

- Bueno, tampoco es para tanto –dices. Se trata solamente de hacerme ver que eso, que hay cosas peores, que todo acaba tarde o temprano.

Tus ojos se clavan en los míos.

- ….y repetírmelo una y otra vez. Cada día. Y así hasta que me lo crea –dices en un susurro, con esas lágrimas en tu rostro, y sin quitar esa sonrisa. Esa sonrisa que me hizo comprender que podía (y sabía) querer mucho más de lo que pensaba. Esa sonrisa que me hizo sentir invencible, y a la vez tan vulnerable. La sonrisa más pura, sencilla y bonita que he visto jamás. 

Y se va, como te estás yendo tú en este momento

- …Hasta luego –te digo.

No sé si lo has oído. Tal vez sea mejor así. La guerra ha acabado. Terminaron los enfados, las incomprensiones, los celos tontos y los malestares. Terminaron las acusaciones, los miedos, el estar mal y el pensar cien mil veces a la semana que esto es imposible lo mires por donde lo mires.

…Terminó el sentir que éramos invencibles, la pasión, la visceralidad y el querernos tanto, de una manera tan salvaje, tan instintiva, que quizás nunca lo hicimos del todo bien.

O quizás sí, no lo sé. Quién sabe. Quién puede saberlo.

La guerra ha acabado. 

Espero que te traten bien las siguientes batallas. Espero que sepas pelearlas y, por Dios, espero que las ganes. Que las ganes, te sitúes en la cima más alta y el mundo entero te admire como vencedora.

Si lo piensas bien, tampoco es para tanto. 

Se trata solamente de hacernos ver que eso, que hay cosas peores, que todo acaba tarde o temprano.

…Y así hasta que nos lo creamos.




¿Qué podía darte yo?

 ¿Qué podía darte yo, además de este saco de escombros, además de este hombre sin remos, además de este cubo de nada?

¿Qué podía darte yo sino tristeza en tetrabrik, almacenes de imposibles, ventanas de insomnio, poemas de insomnio, abrigos de insomnio, mi amor?

¿Qué podía darte yo además de cambios de viento, maletas de dudas, jarrones de incertidumbre?

¿Qué podría darte yo sino vísperas de nada, mapas sin nombres?

¿Cómo ibas a quedarte, qué iba darte yo? De verdad, ¿Cómo ibas a quedarte conmigo?



Seis meses

 Antes me has comentado, entre bromas y veras, que hace unos días leíste un artículo que decía que según la mayoría de estudios psicológicos el enamoramiento dura unos seis meses de media. Que ese es el tiempo que se tarda en ir saliendo del “hechizo” poco a poco para hacerlo más “real”, cuando vas descubriendo los fallos del otro y empiezas a comprender que esa persona no es tan perfecta como creías.

Al decírmelo te he mirado, me he guardado (a medias) la sonrisa que quería aparecer en mi boca (habría que echarle un vistazo a esos estudios a ver qué dicen sobre la posibilidad de conocer a alguien a la absoluta perfección en mucho menos de seis meses como te conozco yo a ti, y ya sabía que me lo estabas diciendo por algo), y te he preguntado que “y qué”. Tú has puesto “boca de pato” (seguramente no sea la expresión más ortodoxa, pero es la perfecta para describir tu gesto), te has encogido de hombros y me has dicho que “no, por nada”.

Pero sé que sí, por algo. 

Porque temes que nos pase a nosotros, que tengamos un reloj en forma de cruz a nuestra espalda marcando una cuenta atrás, que cuando pase se tiempo ya no te mire con los mismos ojos, con la misma risa o con las mismas ganas.

Mi vida, no me preocupa en absoluto ese dato, ni esos ilustres psicólogos, ni mucho menos esos profesionales estudios. Para empezar porque esto no es ningún hechizo; esto es algo que ha ido ocurriendo con solidez y no sin problemas, y cada uno de ellos los hemos ido solventando, con paciencia, intentando entender al otro y codo con codo.

Tampoco tengo miedo de darme cuenta de tus fallos porque, créeme, ya tengo una lista bastante larga de ellos, y algunos incluso me desesperan terriblemente, y mucho menos tengo que esperar seis meses para entender que no eres perfecta, porque eso lo tengo absolutamente claro desde hace mucho tiempo.

Y yo te quiero así.

Lo que quiero decirte es que en seis meses tal vez me canse de ir al gimnasio después de tantos años, tal vez me harte de ese libro que ahora mismo me apasiona o tal vez acabe aborreciendo esa serie que hoy por hoy me tiene en vilo. 

En seis meses quizás esté hasta la coronilla de que mi equipo siga haciendo el ridículo domingo tras domingo y hasta me quite del todo las ganas de verlos y sufrir esa tortura tontamente, en seis meses puede que haya eliminado de mi lista de favoritas esa canción que lleva maravillándome dos semanas o puede incluso que conociendo mi estabilidad emocional en ese tiempo pase por multitud de nubes y soles en esa montaña rusa que es mi mente, pero créeme, en seis meses seguiré estando absoluta e irremediablemente enamorado de ti. 

Mi vida, con lo que yo hablo, en seis meses ni siquiera me da tiempo a enumerarte todas las razones por las que te quiero.

Así que deja de preocuparte por estudios y teorías frías (con lo ardientes que somos nosotros), deja de preocuparte por cosas que la gente escribe con cordura y basándose en la mente (con lo emocionales y de corazón que somos tú y yo) y ven a darme un abrazo de esos gigantes que sólo tú sabes hacerlos.

Porque dentro de ese abrazo está mi hogar.

Y no es que quiera estar ahí más de seis meses.

Es que quiero estar ahí toda mi vida.



Ojalá te quieras

 Ojalá comprendas lo bonito de tus torpezas, de tu pelo despeinado.

Ojalá entiendas que tus cambios de humor ni tienen cura ni falta que hace. 

Ojalá un día te des cuenta de lo bonita que estás salvaje.

Ojalá sepas ver lo que hay dentro de ti y te empeñas en esconder.

Ojalá sigas perdiendo el bus y maldiciendo al conductor por irse en tus narices, ojalá sigas al segundo siguiente poniéndote los auriculares y olvidándote del asunto, ojalá sigas levantándole el dedo a cualquiera que te pite con el claxon y que nunca puedas evitar agacharte para acariciar a los perros abandonados.

Ojalá nunca dejes de llorar cada vez que te sangre el corazón.

Ojalá sigas teniendo el corazón siempre así de puro.

Lo más bonito de ti son tus detalles.

Todas esas pequeñas cosas que ni tú te das cuenta que tienes, o peor, que consideras defectos o debilidades. Todas esas características que te hacen ser única, complicada, indecisa. Que muchas de ellas a veces me desesperaran no significa que todas, en conjunto, fueran tú. Y te hacen maravillosa.

Ojalá vayas a todos esos conciertos que deseabas, ojalá sigas abrazando a tu madre siempre con esa pasión, ojalá no tires nunca ese peluche de tu infancia.

Ojalá nunca te hagan creer que madurar implica olvidarte de ser niña.

Ojalá nunca te canses de seguir intentándolo aunque te salga mal, ojalá nunca cambies el fuego que tienes dentro por lo gélido de una vida estable y rutinaria, ojalá no permitas nunca que te rompan las alas.

Ojalá jamás dejes que te digan hacia dónde y cuándo debes volar.

Te lo digo yo, que aún tengo el corazón roto de cuando desertaste de aquí.

Ojalá el mundo sepa ver lo que hay dentro de ti y te empeñas en esconder, ese brillo que jamás he visto en otra mujer.

Ojalá nunca dejes de sentir que no entiendes el mundo, porque mientras no lo entiendas no serás como ellos.

Ojalá nunca te olvides del todo de mí.

Ojalá siempre haya una letra, una hoja o un olor que haga que te vuelva a la mente ese chico que durante un tiempo te rompió los esquemas y sólo miraste por él. 

Ojalá sonrías recordando tu impulso, aquella noche, las conversaciones eternas y mis dientes en tu oreja descubriendo tu punto débil.

Ojalá te cuides como a mí me ardió en aquel tiempo querer hacerlo.

Ojalá te quieras la mitad de lo que te quise yo sin querer.

Ojalá el mundo sepa ver lo que hay dentro de ti y te empeñas en esconder.

Ese brillo que jamás he visto, no ya en ninguna otra chica.

Sino en ningún otro ser.



JUNIO

 1. Me crucé contigo en el destino y no sonreímos. "Tenía que pasar", pensé.

2. Echar de menos tiene fecha de caducidad, como los yogures.

3. No me verá quejarme de los días de la semana, porque una vez conocí a alguien que me convertía todos los sábados en noche.

4. Hace demasiado que no das señales de vida. Es todo un alivio. Pero sé que aparecerás de nuevo cuando no lo espere. Parar girarme el mundo y la cabeza.

5. Ya hay que tener una vida triste para odiar a personas que no conoces.

6. No se sabe si este "ojalá" se convertirá en "para siempre", pero no quiero pararlo. Ni de broma.

7. Nunca te olvides de que la persona a la que más tienes que querer es as ti. Es la única manera de querer después bien al resto.

8. Dos manos que se rozan de verdad son muy difíciles de separar.

9. Recuerda que el domingo vienen todas las preguntas en bucle. Una semana más y sin respuesta.

10. Igual para ti solamente fue un café y un cala cao, pero, para mí, fue otra forma de decirte que no te preocupes, que ahí estaré.

11. ¿En qué estás pensando cuando sonríes con la luz apagada?

12.  La herida cerró, pero te quedaste debajo de los puntos.

13. Ojalá yo ahí. Tres palabras son suficientes.

14. Hemos nacido para dormir juntos todas las noches.

15. Nunca dejes que alguien que no sabe brillar te diga que tú no puedes hacerlo.

16. Eso de que la vida me sonríe. Lo de que me sonríes, vaya.

17. Hablemos de mis principios... Pues que tú no tengas final.

18. Lo que no sabía yo es que esa mirada aparentemente borde iba a recaer en lo que no le conviene. Aunque sabes que te volverá a reventar por dentro. Y veremos qué pasa con esos trozos...

19. Amores de miradas de tres segundos que se cruzan en la calle de las tiendas.

20. Escuchando música en la cama y con la luz apagada, me di cuenta de que nunca existiría una canción como tu risa. Y cómo suena...

21. La noche del domingo todas las canciones te recuerdan a alguien que sabes que ya no te encuentra en ninguna canción.

22. Nivel experto en ilusionarme con alguien que no se ilusiona.

23. Eres canasta de la victoria en el último segundo de la prórroga.

24. Quieren viajar a sitios preciosos. Pobres, que no conocen tus ojos.

25. Propósito para el próximo año: NO OLVIDARME del "me quiero".

26. Qué jodidas esas noches donde apagar la luz significa recordar verdades totalmente incómodas. Por no decir dolorosas.

27. Si me pongo a intentar recordar la última vez que me sentí en calma. A salvo de todo. Sin miedo a volar. Entonces, recuerdo tus brazos.

28. Que algunas veces no olvidas. Simplemente, estás con alguien que te hace recordar por un rato.

29. Los días de sol y calor como hoy te hacen recordar que nunca llueve para siempre. Por dentro, digo.

30. Nuestra historia nadie puede imitarla o hacerla parecida. Nadie la puede entender como nosotros.