domingo, 28 de octubre de 2018

Lo que no se ve

Necesito desnudarme. Necesito que contemples todo aquello que no se ve. Lo que no enseño. Porque aunque no lo veas, ahí está. Todas las lágrimas que derramo a escondidas mientras me tapo con las sábanas. O todas las mañanas que desearía no despertar nunca más y quedarme para siempre en la cama protegida. El miedo que me sube desde los pies y que acaba paralizando mi cuerpo y hasta mi mente. Todo eso existe. Todo eso está. Que no se vea no significa que no exista. Y a veces pasa que de tanto esconderlo, llama a la puerta amenazando con salir y hacerse notar.

Esta vez no quiero esconderlo más. Cuando vayas pasando las páginas, vas a ver aquello que jamás viste o escuchaste sobre mí. Entre todas estas palabras se oculta todo eso que no he dejado que se viera nunca. Abre los ojos y léeme bien porque aquí me tienes. Esta soy yo.

Laura Escanes


El idioma es, más o menos, la patria del poeta...

Esta luna pacífica,
este rumor discreto de ciudades nocturnas,
una sin horas
y unos cuantos amigos verdaderos.

Mis amigos escriben, hacen canciones, pintan.
La noche y la alegría son palabras.
El alcohol, la lealtad, la irreverencia,
palabras solamente.

Pero no se me olvida
que el idioma es la patria del poeta.

Mis amigos mantienen la costumbre
de llevar existencias camufladas.
No es raro que aparezcan en mis sueños
vestidos de episodios nacionales.
Sus noches de alegría se confunden
con llamas de Madrid bombardeado.
Su alcohol y su lealtad
conocen los silencios del interrogatorio.

Su irreverencia tiene
humo de barricada.
Su libertad, su historia,
amanecen desnudas junto a un cuerpo desnudo,
dormido y satisfecho,
en una habitación de hotel en la frontera.
Cuando ya se han cruzado las líneas enemigas,
las órdenes, los odios, las consignas,
descansan en la paz y en un bolsillo
los documentos falsos.

Son falsificadores de cartas y de firmas
que no aprendieron nunca a traicionar un sueño.

Quiero decir mis sueños,
donde algunos amigos viven y se desviven
para representar una modesta
forma de resistir
el futuro y el pasado remoto.

Pero puede afirmarse que las citas, 
aunque sean de noche,
suceden cuando estamos más despiertos.
El futuro es quedar para mañana,
para el próximo viernes,
para el lunes si antes no es posible.

reservemos la mesa
igual que se medita sobre un futuro próximo.
Mis amigos lo saben:
la mayor amenaza
contra un futuro próximo
suelen ser los pasos más remotos.

Mis amigos escriben, hacen libros, películas,
todos tienen historia,
pero ninguno guarda un pasado remoto.
El altar y la culpa son palabras.
La religión, la patria, el paraíso,
la raza y la bandera, son palabras también,
solamente palabras que aseguran
un pasado remoto.

El idioma es la tierra de un poeta
que se siente exiliado ante algunas palabras.

Se reconocen mis amigos
y dan sus contraseñas lentamente
en la luna pacífica, en la mesa sin horas, 
en el rumor discreto de la ciudad nocturno,
como suelen hacer los conjurados.

LUIS GARCÍA MONTERO




Él, y siempre él

Por cierto, tengo algo que contaros.

Quien le mi blog sabrá quien es él. Nuestra historia interminable de tantísimos años, y nuestros comportamientos infantiles mutuos.

Ayer te vi en Madrid. Te vi como tú me viste a mí. Sí, sábado, no te hagas el tonto. ¿Sabes? Creo que hicimos bien en separarnos. Jugar al perro y el gato ya cansa, me cansa, como también tus comportamientos de niño de pequeño. No me saludaste. ¡Otro que piensa que tengo telepatía! Me sobrestimas. Lo siento, no cazo el significado de tu mirada hacia mí de pies a cabeza. ¿Pero qué te pasa? Cinco años para terminar así, sin saludarnos. ¿De qué sirven las cartas o las llamadas? Te  lo comento por si no lo has pillado. ¡Para normalizar las cosas! Para que no tengamos que pasar este trance tan absurdo.

Contigo es la misma historia. Luego dirás que soy yo, pero como siempre yo digo que eres tú. ¿Querías que pusiera de mi parte? ¡Ya lo he hecho! Si piensas que voy a ir detrás de ti, otra vez... ¡Estás soñando! Vamos a dejar de colgar en las redes sociales (malditas redes sociales) lo que hacemos. Hay cosas que están demás. Me alegro de que empieces de nuevo, estoy muy feliz por ti. Pero parece que te va la marcha, y te recuerdo que la que discutía de los dos era yo, mientras tú te quedabas mirando el espectáculo como si no fuera contigo la cosa.

Respiremos. Vamos a dejar de hacernos daño. Y te lo digo muy en serio. Y sé que estarás escuchando mi voz mientras lees esto, y te estarás partiéndote de risa. Y como siempre, nos reímos a destiempo. Déjalo ya. Paremos este juego que empieza a ser peligroso. Si juegas con fuego te acabas quemando, y aquí ya hay varias hogueras prendidas, que... por más que pase el tiempo no se terminan de apagar. Hagamos el esfuerzo de terminar esto de una vez por todas. Tú tienes tu vida, lo veo cada día gracias a ti (literalmente). Yo no he tenido tanta suerte. Y dudo que esté preparada aún, no sé, va por días. 

P.D. Sigo echando de menos mi ventana de Gran Vía (Desde mi ventana).

Patricia Izquierdo Díaz


Me elijo a mí

Los domingos son días de reflexión. Creo que debo ser sincera conmigo misma en algún momento y decirme la verdad. Aquello que no quiero escuchar.

Me he empeñado en que me guste un chico. He hecho lo que no estaba escrito, un trabajo de casi 24 horas al día. Mis amigas no me reconocían. Nunca en la vida he ido detrás de nadie, ni del gran amor de mi vida, cosa que a veces, me arrepiento, porque si hubiera puesto más de mi parte, ahora, otro gallo cantaría. Con este primer chico, he convivido muchos años en un mismo sitio, pero jamás me había fijado en él, no sabía ni que existía. Al conocerlo, me he dado cuenta que es todo lo que quiero. Absolutamente todo. Pero tenerlo todo, hace que falte algo. Ese algo que te atrapa. Ese algo que te hace que no sea aburrido, perfecto y lineal.

No necesito a una pareja que sea mi perfecto amigo siempre, incluso casados hasta que la muerte nos separe. Sin fuegos artificiales, sin mariposas, sin ganas de noches locas. Simplemente con una buena convivencia en nuestra casa. No, yo no quiero eso. Yo quiero más, que me hagan saltar de alegría cuando me escriben, quiero... esas mariposas. Esas ganas de verle, de contarle mi vida. Eso que le falta y que a veces se me olvida.

Quiero más en todos los sentidos. En una relación, en la cama, en el día a día. No quiero un cuento de hadas, pero quiero mi cuento.

Reconozco, que me he puesto a prueba a mí misma. Pensaba que mi gran amor era pasado, aunque ahora mismo saliera corriendo hacia sus brazos. No sé si estoy preparada para empezar algo con alguien. Depende del día, y eso no es muy razonable ni coherente. Parece que no eres tú el indicado. No lo eres. Y forzar a alguien para que te hable o para que sea aquello que busco no es nada bueno. Y forzarme a mí a ser lo que él quiere (que no sé exactamente qué quiere), no es bueno.

Me duele mucho tomar esta decisión, que ya he tomado anteriormente varias veces. Me elijo a mí. Elijo mi felicidad, mi carrera, mi casa, mi familia... Renuncio a historias que podrían ser, chicos que pudieran ser, sentimientos que no son reales sino fruto del empeño porque lo sean.

Mis miedos son mi inseguridades. Mis amigas no lo entienden. Pero es muy duro sentir que no estás a la altura de nadie, que eres una mierda porque siempre hay alguna más guapa, más lista, más inteligente, más simpática... Llegas a pensar, que jamás habrá nadie esperándote o que te tendrás que conformar con lo que te toque en la vida. No soy de conformarme. De nuevo, me elijo a mí.

Patricia Izquierdo Díaz


sábado, 27 de octubre de 2018

La tristeza del mar cabe en un vaso de agua

Los hombres tristes,
que tienen en sus ojos un café de provincias,
que no saben mentir como quien dice,
que se esconden detrás de los periódicos,
que se quedan sentados en su silla
cuando la fiesta baila,
que gastan por zapatos una tarde de lluvia,
que saludan con miedo,
que de pronto una noche se deshacen,
que cantan perseguidos por la risa,
que abrazan, que importunan hasta quedarse solos,
que retornan después a su tristeza
igual que su pañuelo y a su vaso de agua,
que ven cómo se alejan las novias y los barcos,
esos hombres manchados por las últimas horas
de la ocasión perdida,
se parecen a mí.

LUIS GARCÍA MONTERO


viernes, 26 de octubre de 2018

Todo puede cambiar

- Has cambiado
- ¿Qué pasa? ¿Es que no puedo cambiar?
- Es que antes...
- Antes, antes, siempre antes... Tú tampoco eres la chica de la que yo me enamoré, pero busco en ti y siempre acabo encontrando algo de lo que volver a enamorarme.
Tienes que decidir si te quieres enamorar del presente o si seguirás queriendo hacerle el amor a mi pasado.

Se tumbó, me acercó a su pecho y tres segundos después me besó como nunca.

Marwan


Hogar es alma

El hogar es donde quieres volver siempre, estés donde estés, porque no importan cuántos kilómetros te separen de él. 
Siempre encontrarás la paz, siempre podrás llorar a gritos y siempre te podrás quedar dormida con los zapatos puestos. Es eso que experimentas cuando te sientes libre, cuando ves que todo lo que te rodea no tendría sentido si no pudieras volver a ese sitio. Es eso que te despierta de las pesadillas con una caricia y te hace respirar. Te calma. Eso que a la vez te acelera y te descubre los sueños que te quedan por cumplir. Es como sentirse libre pero estando en un espacio cerrado. Sin paredes. Es la sensación de estar en casa y de ser tú. Pero hay momentos que lo cambian todo. Cuando los hogares dejan de ser lugares, y no se encuentran en un mapa, es porque son personas. Y te puedes mudar mil veces de casa, pero no de hogar. Porque el hogar no es nada que puedas señalar. Es algo que se lleva dentro. Una sensación. El hogar es alma.

Y mi hogar eres tú.

Laura Escanes


La triste realidad

Los hombres jamás serán como en los libros y las películas, no habrá ningún amor verdadero esperándote al pie de las escaleras con un traje a la medida y una sonrisa radiante; no habrá un caballero de armadura brillante montado en un caballo para rescatarte del peligro; no habrá, jamás habrá, es solo un cuento para enmascarar la realidad, al fin y al cabo, los cuentos de hadas son solo eso, cuentos que nunca serán verdad.


Megan Maxwell


Con un cassette y un boli Bic

Te gusta poner la música alta, que suene Ed Sheeran, que se apague la luz y que llegue mañana, bailando en el espejo.
Y yo qué sé, tienes unos labios tan bonitos que no me importaría dormir en ellos. Aunque me destaparas.

Defreds

Deprisa

Desde mi ventana, veo a la gente que va y viene con prisa, sin fijarse en nada, sólo en su camino y ni siquiera, ¿en qué estarán pensando? Madres que tiran de sus hijos para que anden más rápido. Porque eso es lo que nos enseñan, a vivir rápido, a llegar antes que otro, a no plantearnos nada, a ir por inercia por la vida. ¿Qué queremos realmente? ¿Lo sabemos?
¿Hemos tenido tiempo de pensar en lo que de verdad queremos hacer y en aquello que nos hace feliz?
Seguramente no, porque no tenemos tiempo y obviamos que lo que realmente va deprisa y no para... Es el tiempo, es la vida.

Patricia Izquierdo Díaz


Orgullo por naturaleza

Miro el móvil... dos llamadas perdidas. Miro la hora "Uff solo han pasado cinco minutos desde que me llamo la última vez... voy a esperar". Que tontería, ¿no? Pero bueno, el ORGULLO... 

Me meto al WhatsApp y me excuso... "Perdona, no he escuchado el teléfono". Mentira. Vi como me llamabas, pero para que no pienses que me muero por ti no lo he cogido (orgullo otra vez). Y sonrío porque antes de bloquear el móvil... vuelve a salir tu nombre en la pantalla... Reconozco que vuelvo a sonreír como una tonta, me tiembla el pulso y me late fuerte el corazón. Pero por ORGULLO intento que no se me note.. así que... Descuelgo con un... "¿Qué te pasa?"... como siempre. Ni hola, ni un ¿diga?, ni un ¿quien es?... Si sé perfectamente quien esta al otro lado de la línea. 

Es la persona que lleva tres meses volviéndome loca. Suena desenfadado, sé que te resulta divertido, te ríes y me respondes... "¿Qué te pasa a ti?". Así empiezan nuestras conversaciones... Ninguno dice que teníamos ganas de hablar... ¡al contrario! Nos picamos negándolo todo. Y ¿la verdad? No sé si es porque tú también eres orgulloso o es que es nuestra manera de querernos. 

El caso es que tú a mí sí me lo echas en cara... Después de unas cuantas tonterías sin venir a cuento... Sueltas sin más, "¿Por qué no me coges el teléfono?"... "Porque eres una orgullosa". Te respondes tú solo, sin yo decir nada... te escucho sonreír mientras me lo dices... aunque sé que mi orgullo, hay veces que te hace gracia porque tú lo eres en menos proporción, otras te supone un problema... Y yo ¿qué hago? Sonreír y negártelo aunque en el fondo sé que llevas razón... Soy una orgullosa. 

Considero el orgullo un defecto enorme. Por culpa del orgullo se pierden muchas cosas, y muchas personas, que es aún peor. El orgullo te hace ser frío, te hace mirar para otro lado cuando el corazón te grita. Te quita de besos, abrazos y palabras bonitas que muchas veces ahogan por tragártelas... Y en cierto modo, te hace vivir enfadado, alerta, y te recuerda constantemente porque no pasas pagina. Te estanca. Te niega a pedir cosas que necesitas... Y aunque avanzas dejando de lado eso que te hace ser orgulloso, nunca lo olvidas. Por eso creo que se da la mano con el rencor. Otro de los mayores defectos que puede tener alguien. Otro, que también tengo.

Si es tan malo... os preguntaréis... ¿Por qué lo soy yo? Los defectos se pulen para mejorarlos. Pues sí, es así. Y yo lo intento, pero no siempre me sale. Aunque me trae muchos quebraderos de cabeza, el miedo a que se rían, a quedar mal, el miedo a ser débil... me hace ser orgullosa sin quererlo. No me excuso, pero lo utilizo como mecanismo de defensa. Y aunque lo paga gente que no tiene por qué, es sin querer.

Mi madre dice que soy así desde pequeña, que me viene de familia, yo creo que me han hecho ser así. Puede que formara parte de mi personalidad, pero se ha ido forjando con la situaciones vividas. Y hay momentos en los que no sé ser de otra manera.

Tú, señorito de pueblo, lo estás pagando. Bueno, lo estamos pagando los dos. Tengo activado el botón del orgullo a todas horas... cuando quiero ser cariñosa no puedo, porque mi orgullo no me deja. Cuando no tengo que enfadarme, mi orgullo me hace pensar mal. Cuando quiero saber de ti o simplemente quiero verte, me callo y espero a que lo digas tú. ¿Por qué? Porque mi orgullo no quiere que me arrastre. Mi orgullo intenta que no me arrastre, que no sea menos, que no dé en exceso, que reciba antes de dar... Son errores muy grandes, pero me evito sufrir. 

Aún así, tengo que tirar un dardo a favor de mi orgullo, y es que me ha sacado de la boca del lobo muchas veces. Todo tiene un límite y hay veces que el amor propio se queda por ahí, olvidado. Pero el orgullo nos lo recuerda. Y cuando actúa... vuelves a ser tú. Aprendes a ser fuerte. Valoras de otra manera. Y para mi, todo es mas intenso. También puedo decir, no estoy orgullosa ser orgullosa, pero no me disgusta mi forma de ser. Y la gente que me conoce, sabe llevarme. Tienes tarea chati, a pesar de mis defectos, soy todo amor.

Belén Triguero Guijarro


Tiemblo

Tiemblo, porque temo
a la fuente de los labios
que un día bebí;
al calor de las manos 
que fueron mar de caricias y delirios.

Y tiemblo si no lo tengo;
si no lo siento, si me sostengo.

Tiemblo, y van por dentro,
dudas cortantes, ganas de más.

Y me encojo por dentro;
y se apagan mis miedos,
cada tarde de reloj, 
cuando soy la espalda de la voz.

Es tu piel marea viva
que juega con la arena de mi espalda,
que dibuja versos en mi orilla. 
Tiemblo, y temo, porque siento,
porque voy sin salvavidas,
directa al torrente de tus ojos,
y es mi vida esta tormenta incierta que hoy alumbra.

Tiemblo a cada caricia, al suspiro perdido,
a la voz en el silencio,
al querer y no saber.

Y tiemblo si no lo tengo;
si no lo siento, si me sostengo.

Y si hoy tiemblo, ven,
que no hay vida firme,
ni mar sin arena, ni dudas infinitas.
Que si tiemblo, es porque no sé 
mirarte sin temblar.

Saray Alonso


Cabezabellosa

No quiero hablar de nacionalismo, de ese sentimiento de pertenencia a algún sitio o de ese amor del que tanto hablamos por un lugar en concreto. No, es más que eso. Es un lugar maravilloso, donde los viernes, como hoy, me gusta refugiarme. Irme a curar del estrés de la ciudad, ese estrés que parece ser muy necesario en los madrileños, a veces es comparable con la droga. 

Hoy necesito de sus campos, de sus montañas, de mi casa, de mi chimenea, de mi jardín. Es mi infusión de tila, es mi calma, es mi momento. Y sí, estamos hablando de un pueblo, pero de un lugar mágico y especial. En el que recargo las pilas mirando al valle desde mi ventana. Donde las puestas sol son espectaculares y ni las miles de fotos que hacemos, les hacen justicia.

Aquello es vida. La mente se relaja, el corazón vuelve a su ritmo natural. Sana. 

Necesito a alguien que me diga: ¡Para! El estrés del día a día me consume. Soy mucho más fuerte de lo que creía. Mi mente es más fuerte, es la que manda, la que desgasta al cuerpo y en su carrera, le deja atrás. No me doy cuenta, no soy consciente de que tengo que dormir, que tengo que echar el freno, que necesito un momento conmigo misma. Me encanta mi trabajo, me gusta estudiar, estar con mis amigos, salir, entrar, conocer sitios. La vida es muy muy corta. Los años pasan demasiado deprisa, las horas vuelan... ¿Veis? Ya empiezo a pisar el acelerador. Me gusta la velocidad, en la carretera y en mi vida.

Quiero volver a mi lugar favorito. Es casi una necesidad. Adoro Madrid, pero a veces tenemos que darnos un tiempo.

Patricia Izquierdo Díaz


jueves, 25 de octubre de 2018

Vete, pero no te marches nunca


Llegados al punto de mi locura, aunque nunca estuve muy cuerda, creo que es el momento de escribirte lo que nunca voy a ser capaz de decirte. Aunque sea tarde. Escribir lo que ha sucedido en una carta que no te voy a mandar. Que no vas a recibir nunca. Que como dice una de mis películas favoritas, luego la quemaré, para que los sentimientos ardan... y duelan menos. No la voy a  quemar, pero la intención es que borre de mi vida esta locura que no me deja dormir.

La verdad es que no sé muy bien por dónde empezar, ni si dejar hablar a la Belén la fría o a la Belén sensible.

Si habla la primera, te diría que te odio y que quiero que se acabe este teatro porque no te soporto, que no creo en el amor a distancia, que me estás amargando la existencia con tus idas y venidas, que no me creo tus "te quiero" y que estoy harta de tus audios chorras, que me pones muy nerviosa, y que estoy cansada de tus vaciles. Te preguntaría por el nombre del payaso que te tragas todas las mañanas… te gritaría que de mí no se ríe nadie y que para chula estoy yo. Te echaría en cara que creo que no te importo, que estoy dolida porque me parece que viví una mentira, que me engañaste, que me vendiste la moto, que el chico que conocí ha desparecido… que eres un fantasma como todos… en fin, te diría de todo. Y oye, es la verdad, lo pienso. Hay momentos en los que la desesperación es tan grande que puedo llegar a pensar auténticas burradas de ti… porque eres un burro, un bruto, un insensible… pero sé que a medida que yo me pusiera como una loca, se te iría ensanchando la sonrisa en esa cara de bollito que tienes… y te reirías… ¿por qué? Porque eres igual que yo… igual de chulo, igual de orgulloso… y montaríamos un pollo de película… pero bueno, seguiría siendo nuestra película ¿no?

Nosotros, y nuestras discusiones… discusiones de pareja decías tú ¿te acuerdas? Ese día, me asustaste… y mucho. De hecho creo que sigo asustada… Aunque ésta Belén nunca te lo reconocería ni en broma… ¿Quieres que hablemos de nuestras bromas? Empezamos de broma proclamándonos novios de la nada, de broma, de risas…bebiendo, de fiesta… yo tenía ganas de comerme la noche y tú… tú tenías ganas de comerme a mí costara lo que costara. Nada más mirarme en la barra de ese pueblo, te negaste a servirme y me hablaste con esos aires “de todo me importa un pescado” y sabía que me dejarías fuera de juego… y tuve que esforzarme por demostrarte que no pensaba quedarme atrás… que si tengo fama de borde era por algo…pero te hacía gracia, no te disgustaba… y yo empecé a odiarte por ello… pero estaba fascinada. Y así fueron todas las noches que nos encontramos, fuera coincidencia o no, me mirabas, me llamabas mi amor para ponerme colorada y te reías... alto, muy alto… para que se enterara todo el mundo que tú y yo no nos íbamos a separar en toda la noche.

Belén la sensible, es un poco más tontorrona, supongo que es esa parte de mí que aún confía en ti, ¿sabes? Sigue estancada en el verano… vive en un eterno agosto, donde tú eras el que ponía todo de su parte. El que insistía. El que se enfadaba y enseguida volvía. Sé que fue poco tiempo… menos del que me gustaría, y no, no me lo digas, sé que fue mi culpa… como otras tantas cosas… Pero es la Belén que apuesta porque a pesar de que vayas y venga… te importa esto, te importo y quiere creer que detrás de las bromas, las verdades asoman… Es la que relee las conversaciones y se conciencia de que hay 180 km de distancia, mucho orgullo, pero que si que sentimos más de lo que decimos… y más de lo que decidimos que sentiríamos cuando nos despedimos aquel viernes… Es la que se recuerda que es tonta por pedirte que no me llamaras cuando quería que lo hicieras… la que intento alejarse… y la que sabe que todo empezó siendo un juego…

Un juego... Pero la Belén racional, porque también la hay, te evitaba. Era consciente del peligro, de la situación, de a donde no quería llegar… pero era verano, ¿qué mal podría pasar por dejarse llevar? Y de pronto, las conversaciones en vez de por WhatsApp, empezaron a ser bajo las estrellas, en tu coche, aunque siempre te dije que le odiaba, me sentía como en casa. Llegaron los besos, los abrazos, los "te voy a echar de menos"… era pronto para todo eso, pero en el fondo me moría cada vez que lo pronunciabas, yo también sabía que te echaría de menos, pero no me permitía el lujo de exteriorizarlo… siempre fuiste el valiente de los dos… Me sorprendiste en todos los sentidos… y empezó a temblarme el pulso cuando me llamabas, sonreí al decir tu estúpido apodo y me resultaba tu nombre el más bonito, esperar verte en cualquier esquina, con cualquier excusa… te hiciste importante… mucho. Y juro que el primer día que nos despedimos en mi puerta pensé… ¡joder yo quiero esto!

La verdad es que puedo ser muchas Belenes en función de la situación, puedo ser muy insoportable, muy rancia o tremendamente ñoña… pero la que tienes enfrente del papel, esta confusa… no sabe qué hacer… No logro entenderte, ni entenderme. ¿Qué quieres? ¿Qué quiero? ¿Esto nos compensa? Yo solo quería seguir como en verano… que sí, que es difícil, que la situación es distinta… y sé que no te ayudo, que en muchas ocasiones salgo corriendo antes de que hayamos empezado a andar. Sé que yo también te he vuelto loco… Creo que me he cansado del sí, pero no. De las cosas a medias. De sentirte lejos y cerca. Creo que necesito más de ti… ¿Para qué? Me preguntarás. Pues no lo sé… no puedo prometerte un para siempre ni que no me cansaré de estar así también, y que solo espero que no quede en un amor frustrado del pueblo… Lo que si se es que eres la orna de mi zapato… y por eso estoy enganchada, enchochada, llámalo como quieras, porque no pienso reconocer que te quiero, ya sabes, por si tú no… Así que hasta que nos aclaremos… Vete, pero no te marches nunca…

Belén Triguero Guijarro




La poesía sólo existe como una forma de orgullo

Eran días de lluvia en un invierno propio.
Ni siquiera las fiestas,
ni las tarde de sol sobre las calles
llegaban a esconder
la débil soledad de los saludos
sin corazón, la nieve
de los pasos perdidos.

Despeinado, deshecho,
la ropa vieja y sucia,
la mano con el vino tembloroso,
la camisa por fuera del pantalón caído
como un adolescente de suburbio,
la sombra descosida en sus talones 
y los zapatos rotos.

Parecía un mendigo entre la gente.

Luego llegaba a casa, se duchaba,
abría los armarios,
con cuidado elegía una camisa nueva,
un pantalón planchado 
y unos ojos más suyos
con los que sostener por un minuto
la verdad del espejo receloso.
Cuando ya estaba limpio,
se sentaba a escribir.

Dichoso tú,
dichoso tú, amigo mío,
que conservas razones para cuidar tu piel
en los días de lluvia y en los inviernos propios.

Luis García Montero


Placeres de la vida

“Salir hasta que salga el sol. El “escribiendo…” del chico que te gusta. Un masaje. El mar. Reunirte con todas tus amigas. Salir tarde y recogerse más tarde todavía. Cenar en tu restaurante favorito. Y que te inviten. No poner el despertador un lunes. El Wi-Fi. Hacerte una foto con tu amiga y que salga bien a la primera. Quitarte el sujetador. El aperitivo que te pone tu abuela con un primer, segundo y tercer plato cuando vas a verla, sea la hora que sea. La marca del bikini. Los reencuentros. Un beso en el cuello. Ir a comprar y que tu madre no te deje sola en la cola del supermercado. Comer chocolate el primer día de dieta. 

Que no se te encrespe el pelo cuando te has tirado horas y horas arreglándotelo. Reír cuando no se puede. Encontrar en rebajas lo que tanto buscabas. Encontrar aparcamiento a la primera. Y aparcar bien sin tener que entrar y salir tropecientas veces. Recibir una carta. Cantar en la ducha. Un plato de jamón. Sonreír sin darte cuenta. Hacer un regalo y acertar. Que tu novio se de cuenta del nuevo color de tu pintalabios. Vestirte como te dé la real gana. Las sorpresas. Mirar el móvil para ver la hora y acabar mirándola. Pintarte la raya del ojo a la primera. Acabar como una cuba el día que no ibas a salir. Y no tener resaca. Los abrazos. Bailar hasta que te duelan los pies. Ver fotos de hace años. Escuchar canciones antiguas y que se vuelvan tus preferidas. Viajar. Un atardecer bonito.


La vida, pequeños momentos”.
Un rincón maravilloso



No tenían mucho en común

No tenían muchas cosas en común, sus edades eran distintas, sus maneras de caminar no coincidían y mucho menos la estatura, casi nunca pensaban igual, tenían ideas muy diferentes, él era dueño de sí mismo, ella una insegura. La vida les sonreía, (esa era una de las pocas cosas que podían compartir) y bueno sus manos, parecían haber sido hechas como piezas exactas para encajar una con otra, y así les devolvían la sonrisa a la vida, con los dedos entrelazados y mirando a la misma dirección, como quien espera más de lo que tiene.


lunes, 22 de octubre de 2018

Derribar el imperio

Hay tumbas en arcenes de autopista
y coca en los lavabos del Congreso,
matones con carné de periodista
que ladran como perros por un hueso.

Idiotas, lameculos, comemierdas,
así va la política y el mundo,
si encuentras un motivo no lo pierdas,
hay restos de belleza en lo profundo.

Después de tanta crisis y derrota
nos queda dignidad al fin y al cabo,
vencer aunque lo hagamos sólo en sueños.

Me niego a que me crean su mascota,
a veces el valor de un sólo esclavo
derriba un gran imperio y a sus dueños.

Luis Ramiro


La chica imposible

Esquías hacia arriba a mil por hora
y vuelas por debajo de la tierra,
tan roja y boreal como la aurora,
tan tú, tan educada, tan gamberra.

Entiendo que es difícil entenderte,
tu mente es un cometa inalcanzable,
yo busco una ocasión para quererte,
tú escapas cuando intuyes que es probable.

Estamos destinados a enfrentarnos,
la guerra entre los dos está muy cerca,
no niegues que lo sigues deseando.

Un día acabaremos por cansarnos,
te haré el amor, mujer, aunque seas terca,
tú déjate llevar y ponme al mando.

Luis Ramiro


Biblioteca

Pasé gran parte de mi infancia rodeado de libros. Solía ir las tardes de invierno a la biblioteca pública de mi barrio y allí, refugiado del frío hacía los deberes, reía con mis amigos de clase y descubría un mundo que se convertiría en algo fundamental durante toda mi vida. El mundo de los libros. Allí viaje con Asterix y Obelix por tierras romanas, viví cientos de aventuras con Tintín y el capitán Haddock, con Lucky Like, con aquellos libros de tapa roja de "Elige tu propia aventura" (qué triste fue descubrir más tarde que en la vida real no se puede volver a la página anterior para tomar la decisión correcta). En aquella biblioteca viví otras vidas, una diferente por cada libro que existía.

Una de aquellas tardes invernales entró ella. Yo tenía doce años, ella trece, estaba en un curso superior al mío en el colegio. Cada vez que la veía en el patio pensaba que nunca podría ni llegar a solar con una chica así.

Así que de forma automática comencé a mirarla fijamente cada tarde. Para mi sorpresa, empecé a darme cuenta de que ella me devolvía las miradas, que me sonreía vagamente y con timidez. Pasé enamorado de ella varias semanas, imaginando qué le diría, cómo me acercaría hasta su mesa y le hablaría por fin. Algo que nunca ocurrió, porque un aciago día aparecieron dos de sus amigas del colegio que, al darse cuenta de nuestros juegos, decidieron reírse de mí y un poco imagino que de ella, devolviéndola a la realidad.

Quizás le dijeron que quién era ese crío que miraba tanto, quizás le insinuaron que ella no sería tan idiota como para que le gustara un niño como yo. Al día siguiente no apareció, ni al otro. Pasado un año se marchó del colegio y también del barrio.

No volví a verla hasta hoy, veinte años después, tras la barra de un bar de copas. No tuve dudas, era ella. Después de contarle la historia al amigo que venía conmigo, me obligó a decirle algo, a contárselo. Tembloroso, me acerqué a la barra y pedí una copa. Ella estaba igual. Al darle el dinero le pregunté: "¿Perdona, te llamas Olga?", "¿cómo sabes mi nombre?" me dijo entre sorprendida y alerta. "Es una larga historia", contesté mientras me daba la vuelta y salía del bar hacia el frío de la noche.

Supe que ya era demasiado tarde.

Ya no estábamos en aquella vieja biblioteca.

Luis Ramiro




sábado, 20 de octubre de 2018

Belén

Os voy a hablar de una amiga, que... bueno, no sé si estarás de acuerdo, pero cuando nos conocimos en la universidad, nada hacía pensar que pudiéramos se amigas. No podíamos ser más diferentes. 

Como todas las cosas buenas que pasan en mi vida, no recuerdo cómo empezamos a hablar. No tengo ni idea, ni siquiera sé cómo quedamos para ir a Madrid al templo de Debod. El caso es que fue una tarde llena de risas en la cual encontré a alguien con quien podía hablar de todo. Sí, aunque terminemos hablando de lo mismo siempre.

Los años en la universidad pasaron sin enterarnos. Me matriculé en todos los cursos, tú empezaste a trabajar. Y con lo dejadas que somos, no entiendo cómo estoy aquí escribiéndote esto. No creo que en el destino, pero algo debe de haber para juntar a dos personas y mantenerlas unidas. ¿Tú qué opinas? 

Eres todo lo que yo no soy. Tú tan de "Fuenla" y yo... ¿cómo dices tú? ¿Tan correcta? Haces que me libere de las miles de cadenas que llevo. Que hagamos locuras. Creo que me ayudas a estar completa. Y a pesar de ser tan diferentes aquí estamos. Ahora mismo con historias paralelas, viviendo momentos similares. Pero juntas, eso es lo que me gusta de nosotras. Que siempre tenemos un momento para hablar, para aclararnos, para enfadarnos y empezar de cero otra vez... y por supuesto, acabar hablando de lo mismo (somos peor que ellos, reconócelo).

Pero me encantan las tardes de domingo. Los montaditos, los burguer, cualquier sitio es ideal para nosotras. Y es que al final de todo esto, sólo queda una cosa que decir, y es que te quiero por encima de todo. Por estar siempre, por regañarme, por ser sincera conmigo pero no juzgarme, por respetar mis decisiones y estar ahí cuando voy directa a un muro sin frenos, por apoyarme en todo...

No sé que nos depara el futuro, pero creo que da igual donde vivamos. Si acabamos en Cuenca y Cáceres. Da igual, creo que algo nos unió y ese algo se quedó.

Patricia Izquierdo Díaz