domingo, 12 de mayo de 2024

Un arenero

 Domingueando.

Qué gusto. Ir al parque, a un arenero y sentirte libre. Volver a ser un niño. Disfrutar de mis niños en compañía de amigos.

Hacer del plan más horrible del mundo, una mañana de las que duran en la memoria. Sí, seré mala madre, pero es que no me gustan los parques. Sentirte escuchada y comprendida por una mamá amiga. Por desahogarte y ver qué no hay mejor terapia que salir de casa bajo el sol primaveral con mis cachorros y llenarte de polvo mientras juegas con el cubo y la pala.

Volver a ser niña con la coleta plantada en la cabeza. Y darlo todo por ellos. Por primera vez en mucho tiempo, sentir que lo hago bien. 

Ver a Cuquito tan contento con otros niños, con otros bebés, tan integrado me alegra y me enorgullece ver cómo evoluciona Helena a pasos agigantados.

Más mañanas... O tardes como las de hoy, son las que me hacen sentirme bien. Y qué tontería, unas palas y un arenero. Unos amigos y unos niños. Un paseo y un poco de sol. Con que poco soy feliz, con que poco me queda satisfecha. 

Agradecer a Laura por encontrarnos en un camino que es más una encrucijada paralela. Dónde sí existe, por una vez, la empatía. Ya que las dos estamos viviendo y sintiendo cosas muy parecidas.

Con estos días renuevas las fuerzas, pones el contestador a cero. Sales adelante y los relojes se paran. Es más, quieres que se paren. Aquí estás porque quieres estar, no hay compromiso. No hay ni mas ni menos dinero que te límite. No debes nada y nadie te debe. Es la paz del arenero. La paz que siente un niño que no sabe lo que es ser adulto. 

Y mañana más. Nos toca otro amigo de Cuquito. Pues va a ser que me gustan los parques... Realmente... Cualquier parcelita de naturaleza aunque sea artificial, a mí me parece el paraíso... Y ver a los míos siendo ellos, siendo niños, manchándose, experimentando, sociabilizando, creciendo y evolucionando... Me parece el mayor regalo de todos.




viernes, 10 de mayo de 2024

Un día más

 Una noche larga y solo acaba de empezar. Hoy debe ser que he colapsado y no sabría decir cuál es la gota que colmó el vaso. Hoy me levanté descompuesta en todos los sentidos, perdida y sin reconocerme. Abatida. Necesitaba huir de todo y de todos, de mí. Siempre fui mi peor enemigo. 

Las terapias remueven, te alteran. Y yo ya lo probé. No me hizo nada bien, y... Creo que será más de lo mismo. Más urgar en heridas mal curadas, que ya no escuecen pero tampoco sanan.

Últimamente me dan ataques de pánico en Mercadona, sí. No sé por qué. Estoy empezando a cogerle manía a ese supermercado. Pero todo está en mi cabeza. Y en mi corazón. 

Y la noche no va a mejor. He probado todas las camas de mi casa. Dormir con mi hija que me calma. He intentado dejar a las pastillas de lado, pero ni aún así se me calma esta desazón que siento. Este dolor de cabeza tan duradero ya, este corazón que galopa en mi pecho. Las manos, los pies, las piernas... Ceden a mi peso. Me siento débil y no sólo físicamente. Y lo más duro es un nudo en la garganta que duele, y que lleva ahí todo el día. Me ahoga tanto que dejo de respirar por momentos. Y los ojos se me llenan de todas las lágrimas que no lloro. Porque yo estoy bien, siempre lo estoy. A solas, acompañada. Yo puedo con todo, sola. Y siempre bien. Nadie sabrá lo que padezco detrás de mi sonrisa fingida, de mi frialdad y de mi apariencia de WonderWoman.

Sé que es ansiedad. Sé que la casa duerme y yo tengo que seguirlos porque sino mañana no seré la madre que se merece mi bebé. Mañana no podré fingir que todo va bien porque las caras... Ay, las caras... Revelan tanto...

Es una mezcla de ansiedad y pánico. No me puedo permitir sentirme tan derrotada, tan trate y abatida. Por lo menos, hoy ni hubo visitas en casa y pude... Ser yo. La yo de este momento y la yo que puedes ser cuando las puertas se cierran y estás en la intimidad de tu casa. 

Me eché en la cama, en mi habitación mientras mi bebé dormía sus largas siestas... Y pensé, dejé que mi cerebro organizara sus ideas y llegara a un acuerdo con mi corazón. Pero... Todo se lió aún más dentro de mí. Nunca terminan en acuerdo estás cosas del sentimiento.

Siento que me estoy muriendo. Que sobro en todas partes, que no estoy a la altura en ninguno de mis papeles. No he encontrado a mi autoestima hoy... 

Hoy es uno de estos días que me hacen viajar a julio del 2019. Aquí todo está hecho, nadie me necesita y nadie es imprescindible. 

Pero miro a mi niña, y en el egoísmo de mis pensamientos. Cuando eres madre, tú eres la segunda. Tus prioridades cambian, aún no tengo claro si en cambio es bueno o malo, pero todo ha cambiado. Y todo lo que, seguramente, haré en la vida... Incluidos los errores, será pensando en ella. 

Seamos optimista. A veces son solo etapas, otras... Temporadas, pero en nosotros está la fuerza de seguir un día más, siempre, un día más.



miércoles, 8 de mayo de 2024

Gracias por despertar

 - Pero, ¿qué haces? ¿Qué es todo esto? - preguntó Gema asombrada al entrar en casa.

- Quería sorprenderte.

- Pues desde luego que lo has conseguido. ¿Lo has cocinado tú? Quería compensarte por lo de la coctelería. Es mucho mejor que ir a la cantina, ¿verdad? - dijo Joaquín colocando su chaqueta en la silla nerviosamente - Es que... Gema, tienes razón.

- ¿Tengo razón exactamente en qué?

- Pues que me he dado cuenta que...

- Dime.

- Me he acostumbrado que cuando algo sale mal, seas tú la que saques el tema, y seas tú la que encuentres las soluciones porque yo soy incapaz de hacerlo. Y también me he acostumbrado a que cuando alguien me da un golpe, seas tú la que me levante o lo que es peor, a que seas tú sola la que se levanta porque eres tú quien tiene la fortaleza para hacerlo y no yo. Gema, me he acostumbrado a que tú tires del carro y sabes qué, que es normal de que estés harta de mí, de que estés cansada y que estés decepcionada conmigo. Pero hay una cosa que no te voy a conceder.

- ¿El qué?

- Yo sigo sintiendo que lo tenemos todo, que nuestra vida está por estrenar y que todo, todo es posible.

- Pues sinceramente, Joaquín, no lo parece.

- Siéntate. Siéntate, por favor. No lo parece, porque como tú dices, me he acostumbrado a esta vida y soy incapaz de ver otra. Pero yo sigo enamorado de ti hasta el tuétano.

- Anda, venga ya.7

- Sí, es verdad, Gema. Mira tú yo no tenemos la vida que nos imaginábamos, pero en el fondo seguimos siendo esa pareja de jóvenes que se miraba a los ojos sin hablar durante horas, ¿sí o no? ¿Te acuerdas?

- Muy poco.

- Me acuerdo perfectamente cuando nos bañábamos en el Tajo, por ejemplo. Esos días de aquellos paseos tan calurosos.

- Hace mucho de todo eso.

- Ya, pero yo te sigo queriendo igual.

- ¿Pero qué dices?

- Sí. Gema, ¿acaso no reconoces en mí ninguna de las cosas que te enamoraron? ¿No? Mira, empiezo yo. Tu risa. Tu risa en el cine.

- ¿En el cine? - se rio Gema algo incrédula.

- Sí, tu risa en el cine era escandalosa. Era escandalosa y a mucha gente le molestaba, pero a mí, me encantaba. O como hacías los bocadillos cuando nos íbamos de excursión.+

- Solo le ponía un poco de mortadela. Un poco de tomate, nada más.

- Es que no es el qué. No es el qué, Gema. Es el cómo. La atención que ponías en cada detalle. Lo absorta que te quedabas haciendo los bocadillos, con tanto detalle, con...

- Con amor.

- Y mira, ¿ves? Como te retiras el pelo de la cara y te lo pones detrás de la oreja, me encanta. Tú puedes pensar que yo... ya no te valoro, ya no te respeto, que no te escucho, que no te miro... y yo... te sigo queriendo como el primer día. Y cuando te veo aparecer por casa inesperadamente o por la colonia se me acelera el corazón.

- Sí - contestó Gema agachando la cabeza.

- Es verdad - dijo Joaquín con ojos de enamorado.

- A mí me gustan de ti muchísimas cosas.

- ¿Ah, sí?

- Sí. 

- ¿Por ejemplo?

- Pues cuando... te pones el abrigo. Que haces un gesto así con los hombros, es muy masculino. Me encanta.

- Gema... Vamos a cuidar esto. Es lo más bonito que tenemos.

- Gracias por despertar - Y Gema le besó con todo su amor a su marido.



Quiero más

 - ¿Qué haces aquí? - Preguntó Gema.

- Quería verte antes de comer - le respondió Joaquín, su marido.

- Ah - se sorprendió dejando los trapos de la cocina en la encimera.

- ¿Cómo estás? - preguntó su marido a Gema, que guardó silencio - ¿Sigues enfadada?

- Ojalá lo estuviera. Al menos sentiría algo y no esta apatía por tu parte... Y por la mía - terminó diciendo mientras cortaba las verduras del guiso - Sé que lo nuestro te preocupa, Joaquín. Pero tú siempre cree que son problemas puntuales. Riñas de pareja que se pueden arreglar con un ramo de flores.

- Y no es así - dijo Joaquín.

- De un tiempo a esta parte, ya no - negó Gema - Esto no es una discusión como las que teníamos antes, como las que puedan tener todos los matrimonios. Esto es un naufragio. Nos estamos ahogando Joaquín.

- Gema, yo sólo cambié el plan de ir a la coctelería por el de ir a la cantina porque no nos quedaba otra...

- No vuelvas a eso. No hace falta.

- Pero es que es la verdad - dijo Joaquín exasperado.

- No, no lo es. Siempre hay otra salida. ¿No te acuerdas de lo que te dije cuando te colgaron el teléfono?

- Sí, sí. Tu plan sin fallos. Ir allí y cantarle las cuarenta al marqués de Valmonte para que nos dejara su asiento.

- No, nada de su asiento. Esa reserva estaba a nuestro nombre.

- Gema, prefirieron dársela a alguien con más categoría. Nosotros somos unos donnadies.

- De verdad, déjalo - dijo Gema volviendo a los fogones - No insistas. No quiero volverte a decir cosas tan duras como las que te dije ayer. 

- Dímelas - exigió Joaquín - Dímelas. Yo las acepto, pero no te enfades conmigo, por favor.

- Es que no has entendido nada, Joaquín Merino. Si yo me enfado es precisamente porque tú lo aceptas todo. Y yo siento que así no puedo vivir más.

- ¿Y qué hago, Gema? Dime, va, ¿qué hago? Revelarme contra todos sin saber dónde voy.

- Aspirar a más. Guardar algún sueño para el futuro. Imaginar una versión mejor de ti mismo... de mí... de nosotros. Pero mírate. Tú te has rendido... me estás arrastrando contigo.

- ¿Y eso qué quiere decir?

- Lo que te intento decir es que... Yo no quería esta vida para mí.

- Yo tampoco, créeme.

- Pero a ti no te quita el sueño, es lo que te intento decir. Nos estamos desmoronando. Yo cuando veo la ilusión de María en su matrimonio, no sabes la envidia que me da. Esa sonrisa de enamorada, esa fuerza que te da saber que lo tienes todo por hacer, que tu vida está justo estrenada, que... que todo es posible.

- María es...

- Una señora, lo sé.

- La mujer de Andrés de la Reina.

- Y míranos a nosotros. Yo aún soy joven, y tenemos mucha vida por delante. Yo no quiero acabar como tu madre, sola, sirviendo en una casa ajena, sin ningún alero por cumplir en el horizonte. Perdona - dijo consciente de lo que había dicho - Perdona, Joaquín. Sé que no ha sido el mejor ejemplo ese.

- No, no. Ha sido muy buen ejemplo. Ha quedado muy claro lo que quieres decir - respondió pensativo - ¿Sabes qué, Gema? - Que a lo mejor yo también me estoy cansando.

- ¿De qué?

- De sentir que, ni mi madre, ni nuestro matrimonio, ni nuestra casa, ni yo somos suficientes para ti. Mira, yo hay cosas que no puedo cambiar. Y ya no sé qué más puedo hacer.

- Ese es el mayor problema. Que no eres capaz de vislumbrar una salida.