Mientras Helena dormía, o lo intentaba... He estado leyendo sobre los postpartos. Las sensaciones que vivimos las mujeres, los distintos puntos de vista de cada una... También los puntos de vista de ellos.
He reflexionado y él, aunque pase desapercibido, nuestra pareja tiene un papel fundamental. Tienen que comprender aquello que no comprenden porque no lo viven a nuestro nivel. Ellos, jamás tendrán un montón de hormonas bailando dentro de sus cuerpos, y de repente, ellos vivirán con una pareja en que a momentos, cambiará de carácter, llorará, reirá, se enfadará, se frustrará... Y... Acaba de ser mamá también. Conviven con una persona a la que deben conocer de nuevo, que poco queda de la anterior. Ha evolucionado y es tan nuevo para una misma como para tu pareja.
Mirarse al espejo... Y no reconocerse, eso... Eso me sigue pasando a mí, a quince meses de mi parto. Pero si tú pareja te besa, te abraza, coge con amor tus chichas colganderas... Se lleva de otra manera. Los cuerpos cambian, las personalidades y los caracteres. El cansancio, falta de sueño y el nuevo ritmo de vida, pasan factura... A ambos. Pero las mujeres, somos más complicadas... Dentro de nosotras hay un mundo entero por descubrir y un mundo entero al que buscarle un por qué y darle vueltas y vueltas.
La estética, para nosotras es importante. Vestir todos los días en chándal porque no te da tiempo ni a respirar. Llorar porque la ducha ha sido interrumpida por tu bebé. Tardar en leer un libro seis meses, renunciar a series y películas porque cuando vas a dormir a tu fierecilla, caes rendida también a su lado. Todo eso... Eso que dejas a un lado sin darte cuenta, es... Eso, dejar de ser mujer para ser madre. ¿Quién ayuda en eso? Quién actúa como padre, quien no comparte una tarea sino que asume, que él, su vida, también ha cambiado. Quién conoce a su pareja, quien sabe los tiempos que necesita, quien se queda con su bebé para dejar tiempo a esa ducha tan necesaria, quien baña a su bebé para que mamá lea un capítulo de su libro. Aquel que despierta a su mujer a besos, porque a pesar de todo, es su mujer, su compañera, el origen de esa familia recién creada. Aquel que acaricia ese nuevo cuerpo como si fuera lo mejor que haya tocado. O quién se empeña una y otra vez en conocer a esa nueva mujer que se ha creado a base de paciencia y cariño. Aquel que cuida, de él y de los suyos.
Él, es más importante de lo que pensamos. La maternidad es dura, pero entre dos, se lleva mejor. Cuando los dos están presentes, el bebé crece mejor. Papá y mamá están. Y eso es el mayor regalo que les podemos dar a nuestros hijos: seguridad y amor.
El amor que se requiere en la pareja, ese mismo, es el que pasa a nuestro bebé. Es el motor de familia, es el que mueve todo.
Un hombre que no vuelve a mirar de la misma manera a su mujer porque ha cogido unos kilos al traer a su bebé al mundo, ¿qué amor va a dar a su hijo? Un hombre que no entiende los procesos, los cambios y los resultados de las diferentes etapas, ¿qué va a entender de amor y seguridad? Y solo se me ocurre decir a esos hombres una cosa. Los cuerpos cambian, podemos cambiarlos, los cerebros no.
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