Os voy a contar una pequeña historia.
Esta historia empezó hace tres años con un día muy caluroso, donde yo me abanicaba desesperadamente para que el maquillaje no se corriera demasiado. Era mi primer día de universidad. No conocía a nadie y es me asustaba. Pero este sentimiento duró poco, porque ella estaba allí, mi La. Quién iba a pensar que en ese momento se iba a crear una fusión tan grande, es más que una amistad, es algo... inefable.
Pero así fue, desde el primer momento, sólo con una mirada podíamos leernos el pensamiento y empezar a reírnos como si no hubiera un mañana. Es algo raro lo que paso y finalizó en cariño, admiración, amistad y por supuesto amor.
Nosotras comenzamos más tarde en la clase de Atención Temprana, como nos suele pasar, nos enteramos de las cosas tarde. Y allí estaban, las otras dos componentes de este grupo llamado Salchipapas, Sanpalapa, o las chicas de Joan (no preguntéis). Allí estaba Patwo, el osito más achuchable que he conocido, tan tierna y adorable, que desde ese momento formamos nuestro propio grupo de Pa. Y Sandra.
Sandra es un caso especial, en el buen sentido, es a la que más he tardado en conocer, la que más me ha sorprendido y a la que he me ha costado más ver su fondo, un fondo interesante, atento, con un corazón que no la entra en el pecho, luchadora, me ha enseñado a vivir el momento y a disfrutar de lo que realmente vale la pena. Nos enseña a todas cada día a ver lo importante de la vida y nos ayuda a no dejarnos llevar por aquello que en el fondo no vale nada. Ha sido mi mayor descubrimiento en la universidad. Y despacito se ha convertido en parte de mí, en mi grupo.
Somos un grupo, somos una sola. Nos movemos en el mismo sentido, nos complementamos, nos guiamos, estamos ahí, para risas, para cuando nos despistamos, para orientarnos, para subirnos a una tarima o para hablar con unos valencianos. Estamos ahí, siempre, y eso es lo que importa.
La carrera nos ayudó a conocernos, el viaje nos ha unido para siempre. Un "para siempre" que puede dar vértigo como a Sandra el avión o a mí los toboganes de las piscinas. Da miedo, si pensamos en que cada una vive en una punta y que el tiempo y la distancia siempre hacen de las suyas.
Pero la amistad, es un sentimiento que nace y crece con el tiempo, y da igual si nos vemos una vez al mes o al año. Cuando nos vemos, nada ha cambiado, creamos recuerdos, componemos risas, planeamos aventuras, pintamos momentos inolvidables. Hacemos vida.
Este viaje jamás lo olvidaremos, tanto por los problemas que nos ha dado el coche, el miedo del avión o de perder las maletas, por los guapos de seguridad del hotel (I love Rubén), los valencianos, nuestros "¡langostino vaaaaaaa!, la tarima, noches de fiestas, americanos e ingleses intentando hablar con nuestro pésimo b1, nuestro amado y líder Joan, en fin... Podría estar horas y horas hablando de nuestro viaje y de ellas. Pero eso me lo quedo, nos lo quedamos. Es nuestro, es lo que nos une, lo que somos... SANPALAPA.