jueves, 6 de julio de 2023

Hablando de perros

 Hay dos efectos bastante curiosos derivados de que alguien nos rompa el corazón (que nos lo roma hecho añicos, trozos muy pequeños, de esos que, aunque se recompongan, siempre dejarán espacios en blanco). Uno es lo que denomino el efecto "perro apaleado": porque un perro apaleado se acostumbra tanto a los palos que hasta el gesto de una caricia le parece el inicio de una paliza. Y no confía. El otro es el efecto "perro rescatado". Porque cuando finalmente confía, el perro que fue apaleado solo sabe profesar amor. Amor ciego. Y eso es peligrosísimo. No hay que dejar de ponerse en duda. Nunca. Hay que mantener una duda lógica que no crea en certezas absolutas. Porque una certeza en lo emocional es una dictadura para la razón. Y eso, querida, es así.



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