Vuelvo a retomar mi blog después de muchos meses sin escribir nada personal. Es un intento de sacarme algo que duele, me entristece y que de nuevo, me estoy negando a hablar de ello, porque así parece que no está sucediendo.
Mi sueño se vio cumplido el día 14 de enero de este mismo año, cuando me habían cogido para un colegio. ¡Y qué colegio! Entré en la clase de los lobos y todo estaba desubicado, incluida yo. Llevaba dos años sin ejercer, los que me dediqué completamente a Helena y de los que no me arrepiento (veremos si no pesan a la hora de jubilarnos).
Allí, a pesar de todo, de días malos, buenos y regulares, de mi periodo de adaptación y del suyo, he sido feliz. Enormemente feliz. La clase se hizo a mí, y yo me hice a cada uno de ellos. Lo viví, como lo hago todo, intensamente, me mojé con las familias, las acogí como mías. Los niños eran ellos con sus dificultades, con sus progresos, con sus cosas buenas y aquellas que hay que limar. Llegué a sentirme en casa cuando salía de la mía. Creé mi parcela personal, en la que volvía a ser una profesional además de madre. Económicamente, (la directora nunca lo sabrá) se hizo un milagro. La vida me sonrió como hacía tanto tiempo que no lo hacía. Dios escuchó mi llamada, la llamada de una atea.
Han sido unos meses, pero han sido los meses donde me he sentido realizada y lo más importante, feliz. Espero que los padres lo hayan vivido como yo. Creo que llegamos a formar un equipo unidireccional. Todos remábamos a favor de los pequeños. El trabajo con las familias me parece lo más importante. Si ellos están bien, yo también y por supuesto, mi trabajo.
Ahora, cada vez que recibo un regalo de ellos, se me parte el alma volver a ese sitio en el que he sido tanto, y que ya bajo la incertidumbre (y cada día menos incertidumbre) de no saber si voy a volver... Es como cuando rompes con alguien por el que todavía dejarías todo. Te llama para darte un regalo pero no para que te quede con él, y eso... duele. Mucho.
Mi vida es así, dura. Siempre lo ha sido. Pero... te cansas de pelear, de ser fuerte, de llorar y patalear, porque lo tenías todo y ya no tienes nada. Te cansas de pedir y rogar, de rezar, te hartas de fingir que está bien y cualquier otro camino lo estará. Pero la pregunta de "¿ y por qué a mí me cuesta todo dos veces más que a los demás?", empieza a ser una cruz. Empieza a darme ansiedad, migrañas y a tocarme la autoestima bastante.
Volver a casa ha sido un bajón. Me falta esa parcela por la que he trabajado tanto. Me faltan cosas. Supongo que toca adaptarse de nuevo a lo que hay... Y no hay nada. ¿Sabéis? No he sido feliz solamente por mis trabajos... María Reyes se convirtió como una madre, un equipo con el que luchar sabiendo que no te va a soltar, que siempre estará ahí. Es la persona más noble que he conocido. Sigue siendo una niña en el cuerpo de una mujer, sigue soñando como si viviera en el País de Nunca Jamás. Carlos, igual. Fue quien me acogió, no me soltó ni me dejó que me sintiera sola, ni ante compañeros que no me lo pusieron fácil (eso es algo que aún me duele y me pesa). Natalia fue el aliento fresco para seguir cada día, con ella era todo divertido, era equipo y desahogo.
¡Y llegó María! Arrasando todo con su sonrisa. "Lo que sucede, conviene". Es difícil ser positiva dentro mi vida, pero es la persona complemento o la persona vitamina. Es la chipa necesaria para el día a día, la sacarina del café que te tomas para no decaer y seguir dándolo todo. Espero, que estemos donde estemos (aunque esto siempre se dice), tengamos un hueco para ese café tan necesario, donde reírnos del mundo entero, enfadarnos y hablar de todo. Gracias por permitirme ser yo.
En realidad ha sido poco tiempo, desde enero... Pero ha sido un viaje inolvidable, con personas que me llevaré conmigo más allá de estos meses. En los que no he parado de aprender, y por ello, duele mucho decir adiós y dejarlo ir. Nunca son suficientes días en un sitio donde eres feliz y donde te rodeas de personas tan extraordinarias. Ha sido un sueño hecho realidad.