Paseas delante de las tiendas y ya huele a Navidad. Parece que cada año llega antes y puede ser que sea lo mejor para el comercio, pero para los que no nos gustan mucho estas fechas, creo que asfixia.
Tampoco es que no me gusten estas fechas, sí me gustan, de algún modo. Me encanta la sensación de magia que se crea. La espera de regalos, las luces, la gente corriendo de un lado para otro... ¡Cortylandia! Sí, me gusta vivir aún la magia de cuando era niña. Cerrar los ojos e imaginarme a los reyes magos entrando para dejar sus regalos después de haberlos visto en la cabalgata. La niña que llevo dentro aún ama estas pequeñas cosas que hacen tan especial estas fiestas.
Sin embargo, mi yo adulta, sólo piensa en la cantidad de compromisos de los que quiere salir huyendo y no encuentra el camino. El primero podría ser la cena de navidad con la familia. Familia que durante todo el año escasea y que por supuesto, en Nochebuena tienes que cenar con ella, tienes que reír y fingir lo contento que estás de vernos una vez al año. Tienes que hacer miles de quedadas con amigos que no lo ves durante todo el año, pero es Navidad, ¿sabes? Hay que verse.
En serio, si no nos vemos durante todo el año, ¿no os habéis planteado por qué? Personas que no soportas y de repente todo es felicidad, te ves con ellos saliendo en Nochevieja porque es lo que hay que hacer, salir en Nochevieja.
Estas son algunas razones por las que se me apagan un poco estas bonita época del año. Y ya no os cuento si empezamos a pensar en los que cada año nos abandonan y su sitio sigue estando en la mesa, pero este año vacío.
Si la Navidad es para pedir deseos, y el nuevo año para cumplirlos, sólo quiero ser yo haciendo aquello que realmente quiero hacer y aquello que me hace feliz. Empezar el nuevo año en otro lugar, estar rodeado de los amigos que realmente son familia. La familia que elegimos. A muchos miembros de mi familia, sino lo fueran, los habría escogido, pero lo demás, sobra. Los compromisos, la gente tóxica que te amarga la Nochebuena, la gente que te da lecciones de cómo comportarte en estos casos... Todo sobra. Más que nunca, en Navidad, quiero ser yo para disfrutarla como si fuera niña, sin pensar en nada más que si dejarle leche o zumo con galletas a Papá Noël.
Patricia Izquierdo Díaz