España, país que has temblado entre mis manos,
que limpiaste la ventana de la dictadura
y la dejaste a medias
y que aún tienes los dientes de leche
en materia de sensibilidad política.
España, que ocupas mis desvelos,
que rompiste los pueblos de la posguerra.
España que te llevaste a golpe de tricornio
la libertad de mis abuelos,
amada y jodida España,
te quiero pero fuiste muy puta
cuando la cornada del terror
rompió la fachada de la república
y nos entregó un futuro roto en las manos.
No está vivo un país
si no corre aire libre por sus piernas,
si nos prohíben hablarlo,
si el gris de los rencores
dibuja sus contornos.
La mitad derrotada,
la España tricolor,
millones de personas
que sintieron tu desprecio entre sus huesos,
que supieron del aliento nauseabundo
del crucifijo helado de los párrocos delatores.
Esa España que tuvo que tragar
la propaganda del bando vencedor,
el águila imperial en la bandera,
la voz de los jinetes del horror.
Pertenecen demasiadas heridas
a aquel 17 de julio de 1936,
cuando la Melilla de corneta inició la revuelta,
la caída de un sistema
que buscaba la igualdad como bandera,
la pisada militar sobre el Estado de derecho.
Y no, aunque algunos libros hablen
los españoles no votamos por cuarenta años del fascismo.
Aún están abiertas las heridas
de la dictadura
de la trnsición
de dosmilquince
de ese país derrotado por sí mismo.
Es difícil no mirar atrás cuando nadie pide perdón,
cuando la muerte sigue enterrada en las cunetas.
Seguirá así la democracia convaleciente
en el hospital de la memoria.
Mi querida España,
mi madre te conoció un 22 de junio
y aún le deben de doler
las noticias censuradas de su infancia
cuando guardaba en su falda el grito de Lorca,
la congoja con moño por los dolores de la patria.
Ella vio su juventud desde las gafas de Berlanga,
a través de los barrotes en blanco y negro del NO-DO,
conoció la palabra resistir
mirando a través de las trincheras
en la cafetería de la facultad,
cuando una joven universitaria era sospechosa por pensar.
La gente que lee cuanta cosas,
saben todo lo que quieren que se calle,
no interesa al poder.
Y no sé si has cambiado tanto aunque todo es diferente.
Se fueron las manchas del franquismo
pero dejaron un cerco imborrable en la memoria.
No dejó la dictadura pegamento para la unión.
Y has cambiado, sé que has cambiado,
que se han cerrado muchas heridas
pero aún falta un grito de perdón,
desenterrar a los vecinos.
Pero sigues siendo la misma chica del sueño,
la exacta dimensión de la belleza.
Y por eso te amo, porque conozco tu mitad buena,
la que no sabe a poeta encarcelado,
ni dejó las abarcas desiertas.
Sé encontrar en ti el amor de las madres,
la victoria de la sangre en un rioja,
reconozco la veta de la vida en tus mercados,
el tambor de dios en el taconeo gitano,
su manera de matar ausencia por soleá,
Paco de Lucía
tocando la guitarra en los pasillos de la eternidad.
Yo conozco los sueños que Alá tuvo en Córdoba por ti,
los ojos de Gaudí al ir doblando un edificio,
el violín con que Dalí pintaba sobre el lienzo,
la parque que no es grito del Guernica.
Te amo,
porque también me ganas
cuando en el sur ocupas con aceite
las venas del olivo
y cuando llenas de palomas a los niños en los parques,
cuando abres la alegría por los bares,
cuando vibra el mundo entero en los estudios,
cuando dicen nochevieja y todo Sol es un latido.
Yo te he visto llorar un mes de marzo en la estación,
unida como un beso y una boca,
en un lugar de La Mancha fuia luchar contra molinos,
he mirado hacia tu mar en la guitarra de Serrat,
y he cenado tarde por tu fuerza de costumbre
de acabar siempre después que el resto de vecinos.
Miré a Dios construir tus catedrales,
desde el gótico de Burgos,
hasta la nostalgia de Santiago,
en la piedra roja de Salamanca
fui el universitario de 1800,
y he vivido de judío por Girona,
quise en bable a muchas chicas,
fui otro moro caminando por la Alhambra,
dibujé el primer suspiro en Altamira,
y lloré aquel mundial que trajo Iniesta.
Tú eres inconfundible,
en tus rincones es donde la felicidad se pone guapa
más que un ningún otro lugar,
nosotros somos los embajadores de la alegría.
España con tu piel de toro,
con tu ñ de albañil,
con res de telaraña,
con tu club de carretera,
te amor pero sigue abierta la herida,
la herida en dos del mundo,
partida en dos mitades.
Hasta que no haya perdón habrá una parque
que seguirá aún en la posguerra.
Posguerra tapiada y gris,
posguerra de cárcel y poeta preso,
posguerra escrita con la misma p
con la que se escribe ¿por qué?
con la misma p con la que se escribe poder
perra patada puta prisión pan permiso
que no es la misma p con la que se escribe paríso
ni la misma con la que se escribiría perdón
no, nunca fue la misma letra,
nunca será la misma.
Te miro y te amo,
pero nuevas heridas nos apuntan
porque he visto la codicia trazando con sigilo nuevos mapas,
convirtiendo el paraíso en terreno urbanizable,
el modo en que el hombre ha destrozado tus tendones,
y trajo selvas de cemento a tus bosques doloridos.
Y ahora te ves amenazada
por un futuro low cost,
secuestrada, presa de un sistema corrupto
que ha convertido la democracia en una cáscara vacía.
Ahora te quieren guardar en el cajón,
hacerte un destino de diseño,
quieren que seas un negocio,
el negocio con que llenen sus bolsillos.
¿Cómo lo hemos hecho?
¿Por qué hemos dejado sentarse
a la codicia en el escaño?
¿Por qué no te escucharon cuando lloras?
A ti te han secuestrado,
los banqueros te han convertido en un souvenir,
en un recuerdo puesto en una estantería,
un recuerdo de aquellos tiempos, de aquel verano.
Pequeños globos de oxígeno
para que la clase obrera no se asfixie del todo,
para no marte del todo,
pero no bastan.
Con la Iglesia asomándose a asuntos de poca trascendencia,
a batallas de otros a imponer su caspa,
su vieja autoridad, su pellejo flácido y grotesco.
Está claro, no quieren oír tu voz.
No quieren oír tu voz
pero ya ha empezado el cambio,
ya has despertado,
porque aquí hay hombres
que nos negamos a pensar
que seas el retrete de Europa.
Has despertado,
yo te he visto rugir en las plazas,
y llenar las calles con futuros para todos
y no sé cuánto tiempo tardarás
pero sé que vas a venir hasta las manos de la gente,
con tu lanza a luchar contra gigantes,
con la fuerza de las madres que han perdido
para quedarte para siempre.
Cambiaremos tu parte ennegrecida,
tu parte puto y rota,
tu España fracturada con hombre de negro
y malcomientes y malvivientes
y jueces que no ponen su martillo
a favor de los que fueron machacados por la desigualdad.
Y dejarás de ser esa nación derrotada por sí misma,
y abrirás tus brazos enfadados
para terminar la locura
en la que acaban derivando las ideologías.
Harás lo que haga falta
para que entre el viento del cambio por tus ventanas
en esta tierra de arte y belleza
de caciques y toreros,
para que gane el sentido común,
el menos común de todos los sentidos.
Marwan