sábado, 20 de noviembre de 2021

El chico del Belros

Quiero dejar claro una cosa: ¡es tan fácil escribir para este hombre! Me salen las palabras a borbotones. ¡Me encanta, él y poder escribir sobre él!

Hace mucho tiempo escribía sobre penurias románticas por unos cuántos imbéciles que me hicieron tocar fondo. Y ahora, a tiempo pasado, lo agradezco. Porque de estas cosas se sale, no se cura ¡ojo! Una no vuelve a estar como antes, la vida ya no te pilla de sorpresa. Ya eres el doble de dura, no te valen unas palabras, exiges hechos, tienes un listón de lo más alto para todas las personas que te rodean. Te haces de acero, de hielo... Y el hielo, a veces, también quema. Eres una bomba siempre a punto de estallar y reventar todo lo que pilla a su paso.

Pero un día... Así, de repente, la solución a tu vida te está esperando en el Belros del Nassica. Con su gorra y sus pintas de macarra. Y yo pensando... ¡Ay, si Sonia me viera! ¡Quedando con uno que lleva gorra! Pero es que a mí lo macarra, me puede. ¡Me ha podido siempre! Y desde que escuché su primer audio... Sí, me convertí en Goku montando en la nube. ¡Qué ilusión más tonta tenía! Aunque las ilusiones que te creas son de pocos voltios... Las tienes al mínimo, porque seamos sinceros, nadie quiere otra desilusión (después de veintiocho citas con menudos personajes, no todos, pero sí la mayoría).

Pero no, fuimos haciendo capítulos a todo meter, como cuando coges un libro y no eres capaz de dejarlo. Continúas la historia, abandonas otras cosas por seguir leyendo, por ver qué va pasando como una buena serie. Y de repente un día... ¡Te has casado! Cuando eso jamás había entrado en tus planes, cuando echas la vista atrás y te recuerdas con heridas de guerra a punto de ver a San Pedro. Pero éste, te ha dicho que no, que solo te ha hecho lo suficientemente madura para saber elegir, para saber qué es lo valioso en esta vida y disfrutes de ello. Además, este chico, te dice en susurros al oído... Lleva el cartel de "Carpe Diem" en la espalda, míralo... Te va a encantar. Y así fue, le miré la espalda (esperando que San Pedro no observara en ese momento, claro, puesto que no hicimos cosas muy cristianas). Javi era el regalo que llevaba esperando tanto tiempo.

Discutimos, como si no hubiera un mañana. Pero nos buscamos y no paramos de encontrarnos. El equipo/familia que hemos creado, no tiene palabras para describirlo. Si uno falla, ahí está el otro para levantarlo. Si tiene frío, el otro se convierte en estufa. Nos complementamos, nos damos enteros, nos reconciliamos, nos dijimos que sí a compartir una vida entera. Y es que, a pesar de discutir, de pasar por malas rachas. Siempre espero un beso suyo, y sino ya voy yo y se lo doy (no soy de las que esperan a que le bajan la luna, ya me la bajo yo). A día de hoy, vale más la pena estar cinco minutos juntos que cualquier otra cosa que nos pueda pasar. De carácter somos muy parecidos, discutir como os digo es nuestro deporte mejor entrenado, aunque creo que le gano yo, honestamente hablando. ¡Nos sale solo! Pero es que prefiero discutir con él mil veces, que hablar con cualquier otro. 

¿Qué me decís de sus morros? Si le arrancaría la cabeza para estar besándoselos a todas horas, ¡pues eso! Estoy más que enamorada de mi marido. ¡Uf, marido, me suena raro rarísimo! ¿Y novio? Nunca hemos utilizado ese término. Es mi chico, mi compañero de vida, mi todo. ¿Sabéis lo que es despertar y verle dormido... y pensar, ¡qué guapo es! ¡Qué suerte tengo!? Yo que jamás hubiera esperado algo así. Pues mirar, odio decirlo, pero todo llega... Absolutamente todo.



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