miércoles, 14 de septiembre de 2022

Mis procesos

 Hace tiempo que no escribo en el blog dado mi estado de salud, que cada vez es peor. El embarazo cada vez es peor, pero por lo menos ya estoy metida en embarazo de riesgo por lo que estaré mucho más controlada gracias a algunas negligencias que se han dado desde la semana 12, pero ese es otro tema.

Según mi marido, palabras textuales de él, escribo "muchas tonterías en el blog". He intentado cambiar mi manera de sacar todo lo que llevo dentro, es decir, cambiar todos los años de terapia de tres psicólogas distintas que acabaron proponiéndome lo mismo. He pensado en hacerme un blog aparte para mi contenido más personal, el cuál sea más íntimo, más para mí... Pero le faltaría la parte que yo considero que es la magia de "Desde mi ventana" y es la interacción con vosotros, el público.

Estas semanas pasadas creía que me estaba apagando, dejando de ser yo. De todo lo que me gustaba, no hago ni la mitad de cosas. Me planteé el estar perdiéndome como persona individual. Pero no es así. Esta semana he caído en la cuenta, de que algunas cosas no salen porque no han de salir... aún. Porque las circunstancias no son las mejores, ni el momento tampoco. Quiero ir cambiando cosas, las voy a ir cambiando de hecho. Van a empezar a florecer como la primavera. 

He leído un artículo de una psicóloga que me ha encantado y decía que las mujeres guardamos los problemas, los sufrimos, pasamos el luto necesario antes de tomar decisiones. Cuando las exponemos, casi hemos pasado el camino de lágrimas, de piedras en el camino y estamos saliendo adelante. Podría interpretarse como que somos más frías o calculadoras, que todo lo llevamos en nuestra cabeza, pero creo que no es así. Creo que por el hecho de ser valientes para tomar decisiones, de querer cambios, de estar siempre tan activas... te pones la coraza y sales a la guerra. Te refugias en ella para esconderte y llorar. Te lames las heridas y una vez secas las lágrimas, le plantas cara a la vida. Eso habla de nuestra gran fortaleza. 

En mi caso, voy exponiendo todos mis procesos. Mis enfados, mis dudas. Me considero bastante expresiva en esto, porque no quiero que nadie me acuse de ser falsa, de no haber actuado, de haber hablado, de haberme escondido o de no haber luchado. Me encanta el dicho de ese de que las personas recogen lo que siembran. Nadie quiere estar en un sitio donde no se siente ni querida ni apreciada ni valorada. Porque la primera que no se querría sería ella misma. 

Hay cosas que no quiero en la vida. Que nunca las quise. Y que no voy a querer por mucho que la vida se empeñe en ponérmelas en mi camino. No soy de conformarme, no quiero. Y no quiero tragar con nada más de la cuenta. Porque las cosas se hacen bola, nos atragantamos y nos lamentamos, y el final siempre es peor.

A veces tengo problemas de ansiedad por no hablar y últimamente más. No sé cuál es el motivo, lo intuyo sí, pero no quiero verbalizarlo porque es como hacerlo real y sí, soy una caguetilla. La verdad asusta, la verdad te da bofetadas sin manos y la verdad se pone con los brazos en jarra y te llama de todo. Tanto que fardamos de querer ser sinceros y de que la gente sea sincera con nosotros, y a la hora de la verdad no queremos. No nos gustan las verdades... Pero a solas, nadie se engaña. Nadie. Todos sabemos qué nos pasa, todos somos conscientes de nuestros errores y de nuestros aciertos, de lo que queremos cambiar y de lo que debemos cambiar (que no es lo mismo). Todo esto lo sacan los psicólogos, lo sacan los escritos, lo sacan las canciones, la música, lo saca una larga carrera por un camino del campo... 

Tengo miedo del futuro, lo confieso. Tengo miedo de qué secuelas me dejarán todas las infecciones, el embarazo. Me da miedo el parto con la primera clase de preparación al parto. Me da miedo la niña y me da miedo la relación con Javi (cómo puede afectar). Me dan miedo muchas cosas y creo que vivo en un sentimiento de pánico continuo que me aleja de todo, que me mantiene encerrada en mí misma porque nadie quiere a un miedica al lado. Tengo demasiados frentes abiertos, mucho miedo y mucho tiempo por delante. Alejarme, huir, nunca es la solución. Es como beber. Y me aíslo, lo que provoca este sentimiento de soledad que llevo escribiendo sobre él en varias publicaciones. 

Echo de menos a mis amigas, mucho. Quiero quedar con ellas, pero no soy capaz de dar dos pasos sin ahogarme. Quiero la vida de antes. Quiero hacer deporte, cantar como si no hubiera vecinos. Quiero volver a mi pueblo. Quiero demasiadas cosas que, insisto, las circunstancias me las impiden. Quiero que alguien me mire y me diga: "estoy contigo". Sentir que no soy un lastre, sentir menos del peso que llevo a todos lados y que solo una persona se autocarga. Yo misma. 



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