Conozco las reacciones que se están provocando en mí. Conozco el cansancio, las pocas ganas de comer y ver a la comida como el mayor enemigo del mundo. Ahogarme en canciones que de nuevo, toman sentido sus letras. Me refugio en mi bebé. Se ha convertido en mi paracaídas como mi perra. Y las ganas de escribir vuelven a aparecer pero sin tiempo para hacerlo como antes. Las noches suelen ser largas y movidas, pero aprovecho su sueño para dormir yo. La lactancia tampoco está siendo como me la contaron. Todo está siendo algo más complicado de lo esperado. Supongo que cada maternidad es única y no se puede igualar a otra.
Me recuerdo a mí misma justo hace tres años, algo perdida, sola, muy sola y sin nadie a quien agarrarme. Pero no me importa, quizás, en el fondo, también busco estar sola con Maya y Helena. Sin consejos, ni comentarios, ni nadie cerca que te juzgue, te diga, te ordene... No me apetece escuchar a nadie y las visitas me están pareciendo ya bastante cansinas. Echo de menos estar en mi casa, en silencio, a solas, estando en pijama y haciendo lo que me apetece sin estar sentada en el sillón esperando que se vayan los visitantes. No quiero sonar desagradecida. Todas las visitas son de agradecer, pero... Aún no estoy curada de mi cesárea, tengo un malestar general importante tanto físico como psicológico.
Lo que realmente siento me lo voy a quedar, no quiero compartirlo con nadie de momento. No siento la necesidad de verbalizarlo por pereza a escuchar reproches, se entienda como se entienda mi distanciamiento ante todo el mundo. Mi frialdad o como lo quieran ver. No me importa ahora mismo nadie. Qué gran verdad que para estar bien con los demás, necesitas estar bien tú contigo mismo. Y en este momento es lo que hay. ¿Pueden ser las hormonas? Podrían ser. Tampoco me apetece analizar ahora mismo el origen de este sentimiento de soledad elegida. Porque creo que a veces es mejor sola. Vivir en la ignorancia, no saber nada de nadie, solo de quien me necesita de verdad que es mi hija. Todo lo demás puede esperar.
Sí que he pensado que es un momento con muchos frentes abiertos que también me los guardo, y a que a veces, necesita esconderte bajo las sábanas, respirar y salir de la cama más fuerte. En días de lluvia, prefiero ver llover por la ventana y se acabó. Y acurrucarme con mi pequeña que solo quiere brazos de mami para dormir. Si ella supiera que simplemente estando, me salva, se sentiría una heroína. Estando, simplemente estando cerca de mí, me reconforta, me carga las pilas y las ganas de vivir que a veces se pierden por múltiples razones. Cuando eres tú la adulta que tienes que cuidar de ella. Supongo que esta parte es también la magia de la maternidad, ¡no todo iba a ser malo!
El contacto físico, si me seguís en mi blog, sabéis que para mí es lo principal en una relación de cualquier tipo. Con mi perra, que es pasión, la achucho, la beso, la hago de todo. El beso no está sobrevalorado. El beso y el abrazo es necesario, el contacto, el cariño no solo de palabras que, fijaros, siendo autora de este blog y amando las letras, las palabras no sirven de nada. Podría escribir y escribir sobre alguien aquí, y no tener demostraciones de ningún tipo con esa persona, ¿de qué servirían las palabras? Es humano mostrar cariño. Aunque seas como yo, lo más antisocial y lo más seco que hay. Pero siempre hay alguien que te hace sacar lo mejor de tu corazón, esa parte dedicada a muy pocos, pero muy pocos. En mi caso, es mi perra y mi hija.
Con mi marido me salía, siempre estaba yo detrás. Pero cuando te llaman intensa o te apartan o precisamente te dicen eso de que los besos están sobrevalorados, hay algo dentro de ti que se siente ridículo, de verdad, y no es una crítica, es que ir detrás de alguien, de quien sea, es ridículo. Yo no digo que Javi sienta de otra manera, pero sé que en lo que escribo tengo razón. Creo que llega alguien, un hijo, una mascota, un padre, una pareja, una abuela, no sé... Y te hace salir esa parte tierna y cariñosa. Eso pasa. Y creo que el que te sientas ridícula es porque de alguna manera, no notas que tus sentimientos sean recíprocos y a raíz de ahí, surgen dudas que duelen, molestan o se enquistan convirtiéndose en inseguridades, tocando tu autoestima, evaluándote, haciéndote pequeña y alejándote de todo y de todos. No sientes que pertenezcas a nadie, en el mejor sentido de la oración. Pertenecer sentimentalmente, tener una confianza plena en alguien sin pensar que... quizás, en algún momento, podrías pasarlo mal... otra vez.
Ese dolor, no es como el del parto, que os juro que se me ha olvido. Ese dolor de engaño, abandono, descuido... Se queda grabado en la piel. Quitando todo tipo de poesía es en el pecho, es un dolor que se garra ahí y no te permite respirar, te dificulta vivir. No te vas a morir, pero sí que queda algo... Y si llega a curar, el pecho está rasgado por cicatrices y jamás vuelves a ser el mismo. Es algo mucho más serio que un parto o una pierna rota. Es morir estando vivo y creo que eso es lo peor que te puede pasar.
Seguiré con más reflexión de las que salen debajo de las sábanas. Ahora Helena y Maya me reclaman, y yo soy feliz dándome a ellas.