Por fin te has dormido mi bebé. Me siento fatal al perder la paciencia contigo, al llorar en silencio porque no doy más. Porque el cansancio me puede muchas veces. Me hace sentir que soy una madre nefasta. Y tengo un cargo de conciencia horrible al pensar que antes hacía muchas cosas que ahora no puedo. Demasiadas veces me siento como un fracaso de persona y eso se va quedando dentro.
Pero te mira, y todo... Absolutamente todo, merece la pena contigo. Eres lo más bonito que me ha pasado, mi sueño cumplido. Mi bebé perfecta. Eres lo más en todo... Hasta en liarla siempre que puedes con tu mirada de pilla, sabiendo lo que haces.
No sabes la fuerza que me das para no tirar la toalla en muchas cosas, que quizás, antes la hubiera tirado. No eres consciente de lo que es amar hasta que eres madre, y por mucho que lo escriba, quién lo lea (si no es madre) no lo entenderá. Es un auténtico cordón umbilical el que nos ata a nuestros hijos. Son el motor de la vida. Nuestra propia felicidad depende absolutamente de ellos, de si están malos, de si logran cosas nuevas, de su día a día... Es la aventura más al límite que he vivido y sigo viviendo, porque cada día es único.
Y de repente, la vida se pone a correr, los días pasan, los meses... El bebé crece y ya es mayor (nunca lo suficiente para las madres) y da mucho vertido. Siempre a expensas de ellos, detrás para que no se caigan, dando tu vida por ellos con los ojos cerrados. Dejando tu corazón en sus manos para que lata por ellos si es necesario. Suena... Exagerado, pero juro que es lo más real que he vivido. Y todo esto lo siento nada más mirarla cada día, despierta o dormida.
Helena... Me has dado la vida y me la das todos los días. Por ti, lucho contra lo que sea, porque a tu lado, soy mucho más fuerte. Eres la versión mejorada de papá y mamá. Eres una todoterreno. Y solo puedo sentir orgullo y amor... Mucho, muchísimo amor.