domingo, 6 de octubre de 2024

Metas imposibles

 Al final, en el anterior post no he dicho ni la mitar de lo que pretendía, no quería ensuciarlo con opiniones que te tienes que comer de otras personas que llevan la maternidad opuesta a mí. Yo no digo que mi manera sea la mejor, ni la adecuada, ni mucho menos. Es mi experiencia y son mis sentimientos con los que lo estoy viviendo. Helena para mí es mi vida entera. La casa sin ella, es... Tristeza. Yo no voy contentísima a dejarla en el cole. No soy así y escribo... Cómo lo estoy llevando, sin más. 

Dejando eso de lado. Sí, el día 25 empecé en un nuevo trabajo. Trabajo de oficina a tres minutos andando de casa. Quién diga que el trabajo no viene a buscarte a casa... Pues otro bocazas. Qué cansada estoy de la gente que habla, habla y habla con la verdad en la mano. Pero, ¿qué verdad si cada uno tenemos la nuestra? Afortunadamente.

Pues sí... De lunes a viernes, de 9 a 2 de la tarde... Lo mejor para estar con mi bebé. El ambiente según llegué es maravilloso. Creo que nunca en la vida, he encontrado un ambiente ni siquiera similar. Y se está bien... Hasta que se crean altibajos que no sabes muy bien por qué, a una le da un flush, otro te da una charla, otra cambia el mobiliario, los sitios, los compañeros. Necesito también un poco de tiempo para adaptarme y conocer cómo es este curro, que al final es el que paga las facturas. Pero soy incapaz de hacerlo bajo un examen y una vigilancia continúa. Hoy se me caían las lágrimas al salir del trabajo. Las condiciones son perfectas, pero yo no. Estoy muy blandita (todo explicado en el post anterior... O casi). Pero creo que no termino de cuadrar y creo que ellos también lo saben. Dudan de cada acto o movimiento que haces. Y no te permiten ni un suspiro. No debes decirlo porque se contagia. ¿Se contagian los sentimientos? Si ellas y ellos... Supieran que las lágrimas son de lo que dejo en casa, de las batallas que libro en mi corazón... Quizás examinarían un poco menos, y por qué no decirlo, opinaríamos mucho menos. Hay cosas que duelen cuando nadie te conoce y te hace un traje. Hay cosas que llevan doliendo toda la vida. Y vas con tus marcas de guerra. Si hablas porque hablas, si no lo haces es porque estás desanimada. Solo quiero trabajar, sin sentir que todo lo que dices, hablas o haces está mal. 

He conocido a un compañero. No confundamos, Javi sabe de ello, que luego todo se malinterpreta. Él es el mejor de ahí, y cuanto más le conozco, me parece que sigue siendo el mejor de ahí, no sólo como trabajador. Son esas personas que aparecen como por arte de magia para salvarte. El salvavidas que necesitas cada mañana para pensar... Venga, es un día más... O un día menos, depende de cómo te guste contar. ¿Creéis que necesito tiempo? ¿O dejarme guiar por mi instinto y aceptar que ese no es mi sitio?

Pues eso, ese apoyo que he encontrado en él, ¡me lo han quitado! Porque hablamos, es como volver al colegio. Es lo que yo haría en la clase de infantil. Pero si tengo un mundo por delante del que no entiendo ni comprendo nada. ¡Cómo no voy a hablar! Además es, como he dicho, majo no, lo siguiente. Es un amor de persona al que le encanta la ropa (bueno, algo sí que hemos hablado), pero no considero que intentar cuadrar en un sitio nuevo y que alguien te preste su mano para que la adaptación sea más sencilla, requiera un castigo de niños.

No llevo bien los cambios y mi personalidad perfeccionista me exige más que las propias jefas. Sé que soy mi peor enemigo. Lo sé, y desde que tengo uso de razón. Todo cambia cuando eres mamá. Las prioridades dan la vuelta y ella y sus necesidades son lo primero aunque tengas que tragar sapos y culebras. Dejaré que los días sigan sus curso... Y dejaré de perseguir metas imposibles.



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