jueves, 8 de julio de 2021

Una tarde de Netflix

 Vuelvo a hacer un parón para pasarme por el blog...

Ayer fue un día de los que hacía mucho tiempo que no tenía, y es que la familia cuanto más lejos mejor. Pensé que cuando me fuera de casa las cosas mejorarían y resultan ser iguales. Una madre intentándose meter en la vida de su hija para anularla en todas sus decisiones (como siempre, vaya).

Las cosas que deberían ser bonitas, y de nuevo, están dejando de serlo. Mi mudanza y los días previos a venirme a Valdemoro fue un infierno. Mis preparativos de boda, mi boda en sí, está siendo otro camino duro. 

Siempre he intentado abstraerme de los problemas yéndome a un lado de la habitación, intentando estar sola y ayer me sentí más sola que nunca. Dejé de contestar mensajes, audios, llamadas. Necesitaba un momento para encontrarme, para no caerme. Pero no supe hacerlo. Tampoco caí, tampoco solté el día de ayer, solamente me dormí esperando que hoy fuera otro día. Y como decía una amiga mía, lo que no sale, se enquista. Y así estoy hoy, con un día enquistado, con una semana enquistada.

Intentas hacer las cosas lo mejor que sabes, lo mejor que puedes, incluso, sin estar de acuerdo con esas decisiones y aún así, las cosas no salen bien, o como otros quieren. Empiezo a pensar que otros... simplemente están mal de la cabeza porque no encuentro otra razón lógica para ciertos comportamientos.

La forma de abstraerme, es una manera de sanar mis heridas, mis días malos para poder continuar y escribir ayuda a que soporte muchos golpes de la vida.

Quizás ayer fue una más, una más de tantas, pero en un momento en el que yo no me encuentro bien. Seguro que muchos de los que me leéis os hacéis una idea, pero para los que no... Os lo voy a contar. Me levanto con todas las articulaciones hinchadas, sin poder mover mi cuerpo, con calambres, con todos los miembros dormidos, hasta mis dedos, y durante la mañana poco a poco va bajando la hinchazón hasta que llega la noche o... hasta que me siento para no poder levantarme e iniciar de nuevo el proceso.

De tantas pastillas que tomo para sobrellevar esto, el estómago (al estar operada de él), no responde adecuadamente a todas las comidas. Soy un globo lleno de gases contante, con digestiones que me duran doce horas, vómitos y mal estar general. Así cada día... Cada uno de los días.

No encontrarte ni un minuto bien, es desolador, más que desolador, es una mierda como un campano. Y a todo esto, ni una queja, porque no quiero arrastrar a nadie conmigo, a una vida de sillón y Netflix, de hecho, ni siquiera yo quiero esa vida. Espero más. Como siempre, espero más de todo. Soy ambiciosa por naturaleza en el mejor sentido de la palabra puesto que conozco mis límites y respeto mis principios. No todo vale para cualquier fin.

Hay gente que pensará que exagero, de hecho, hay gente que sé que está enfadada o disgustada o molesta conmigo. Gente que me deja de seguir o que le da a me gusta a alguna de mis reflexiones y luego lo quita dejando el rastro en mis notificaciones. No voy a decir lo que pienso de la gente así, creo que todos nos hacemos una idea.

Esta reflexión me vino a la cabeza anoche viendo Élite, de Netflix, sintiéndome totalmente identificada con Omar, sí, un chico gay. Da igual el motivo por el que tu familia te desprecia, por el que te hace echarte a un lado y me acojo a sus palabras: "No sé qué es perder a un hijo, pero perder a un padre es una mierda", y lo es, y más cuando el progenitor se empeña en alejarte una y otra vez. Está claro que no eres tú el error, ni la solución, realmente, no eres nadie, no eres nada. Y por mucho que hagas, no lo serás nunca. ¿Las razones? Ni las conozco ni me importan la verdad, llega un punto en el que no buscas el origen de las cosas. Te has cansado de ir saltando campos de minas, cuando la vida en sí, no puede ser tan difícil.

Las relaciones tóxicas no solo son a nivel de pareja, ¡qué va! Familiares, de amistad incluso laborales, y para nuestra propia salud mental, separémonos de aquello que nos hiere, nos hace daño o nos produzca inestabilidad en nosotros mismos. En una estabilidad que ha costado tanto conseguirla.

Ayer volví a sentir el miedo a quedarme sola, sola por completo. A revivir aquellos días que quedaba con cualquiera para rellenar huecos sin aportarme absolutamente nada. Pero recordé algo que aprendí en la pandemia, en el confinamiento. Nunca nada me hará volver a aquella época. Jamás. Puesto que me conocí. Me dediqué a mí, a salir conmigo, a hacer ejercicio por y para mí, a ver mis series por muy malas que fueran, a comer lo que me apetecía y lo que no, a dejarlo a un lado. A sacar todos mis gustos a relucir por muy raros que parecieran a la gente.

Uno de mis logros de los que más orgullosa estoy, es de poder afrontar situaciones en las que estoy sola y que antes ni siquiera me planteaba. Os voy a contar un ejemplo. Laura hace unos días, me invitó a la comunión de su hijo donde solo los conocía a ellos. En otros tiempo, no hubiera ido por vergüenza por ejemplo. O bajar a la piscina sola. En otros tiempos, impensable. Ahora mismo no me importa bajar sola. Hacer cosas sola. Y eso es algo que aunque os parezca una tontería, es algo de lo que estoy muy orgullosa, puesto que me habré perdido mil cosas y a mil personas que conocer. Es algo a lo que siempre me animaba una amiga mía, pero no la escuché. Me podía más mi inseguridad y mis miedos, que el saber afrontarlos. Ahora ya quedan muy pocas cosas a las que las tenga miedo... Muy pocas, y eso te hace indestructible, pero también fría, no temes perder a alguien, no temes muchas situaciones en las que puedes parecer una suicida que va sin pensar por el mundo. Pero es este mundo el que te ha hecho así, palo tras palo, año tras año y en el círculo en el que te has criado.

Bueno, aquí todos empiezan a levantarse, a dar vueltas, así que me despido. Espero volver pronto porque es mejor que la medicina poderle dar cinco minutos a las teclas. Quizás, mi día de hoy, no esté tan enquistada como parecía.

Gracias siempre por leerme.



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