martes, 31 de enero de 2023

29 de diciembre de 2022

 Buenas tardes.

Escribo porque me va a explotar la cabeza y la tripa. Tengo un ansiedad que no puedo compartir con nadie. Por cierto, hablando de esto. Mis escritos están siendo analizados con lupas por ciertos familiares y demás, escribiéndome opiniones que no he pedido. Me reitero en lo que siempre digo: mis palabras, mis letras, son fruto de mi opinión, no de una verdad universal con la que todo el mundo esté de acuerdo. Así que, para mis escritos más personales, haré un nuevo blog, el cuál no haré publicidad de él para que no se relacione conmigo pero será igual de público que este.

Adoro la navidad, pero a las familias no. Es un hecho. Vuelvo a recalcar que es mi opinión. Buscar todo el rato el equilibrio de una y de otra, y que las familias insistan de que el equilibrio no está equilibrado. Parece un trabalenguas que da pereza. Y así es. Da pereza, y lo que da pereza, cansa. Y no me deja disfrutar de las que tendrían que ser las mejores navidades de mi vida puesto que está mi hija aquí (su primera Navidad). Ella da luz a todos mis días, es una extensión de mí, no un complemento. Y es cierto que la lactancia materna, hace un vínculo muy especial entre ella y yo. Nos hace un equipo. Hace que te levantes con ganas e ilusión aunque sean las cuatro de la mañana. Durante el día eres consciente de lo cansada y agotada que estás, pero por la noche, te conviertas en una heroína. Por ella. Es capaz de mover montañas.

Pero la ansiedad que padezco desde ayer, no viene por no descansar. Esa es la versión que cuento y que da sentido a mi cara de agotamiento, a mis pocas ganas de comer, a las ganas de encerrarme en mi habitación con mi hija y no saber de nadie. Por la mañana discutí con Javi. Nada fuera de lo normal. Peleas de convivencia. Cuando alguien discute, creo, y solo creo, que uno es mejor que zanje el asunto saliendo a dar un paseo. Y por supuesto, me llevé a Helena a hacer unos recados. A la vuelta, vienes con ganas de hablar con tu marido, porque las cosas como son, cuando Javi y yo discutimos y dejamos pasar media hora, después, somos capaces de hablar como personas normales y llegar a acuerdos y, simplemente, llevar una conversación de dos adultos que se dan su opinión y llegan a buen puerto. Pero discutir, te pellizca un poco el corazón. Cuando volví a casa, ese momento de paz, de dos, no lo pudimos tener. Javi tenía su propia guerra con sus propios monstruos, en los que únicamente, puedo apoyarle. Pero hay caminos que tienen que recorrerse solos como en las vueltas ciclistas. Podrás llevar a todo el equipo al lado, animándote. Pero el camino, la bici y el esfuerzo es individual. 

Verle mal, pellizca el corazón de nuevo. Eso por una parte, la otra soy yo. La familia. Veo feos que me afectan a mí personalmente, a mi bebé, a mi marido, pero que no son de mi incumbencia decir, hablar, protestar o discutir. Por algunas personas, dado el amor y el respeto que las tengo, me sale hacer todo y más por ellas. Pero, muchas veces, esas personas dan por sentado que tú lo harás siempre, todo y más. Y... se convierte en una obligación. Hay cosas que duelen, hay cosas que ya no es que pellizquen el corazón, es que te decepcionas, duele, molesta y enrabietas. Creo... que la sinceridad, y más cuando no te toca decir las cosas, está sobrevalorada. Y también opino que a quien le toca decir las cosas, y se queda en silencio, es tan culpable como el propio culpable. Ahí es cuando sientes el frío de la soledad y de la decepción. Y te encierras en tu habitación para poder escribir, para que nadie te vea y te pregunte, "¿qué te pasa?". 

Últimamente pensar en voz alta, me está pasando factura. Javi y yo no nos entendemos en ese sentido, mis pensamientos y no opiniones, o mejor dicho, mis razonamientos que no conclusiones, se toman como opiniones y verdades universales como decía antes. Hay una persona, que es mi hija, por la que pienso, por primera vez, tres mil veces las cosas antes de hacerlas, quizás la semana del hospital me ha hecho tan precavida ante todo. La niña debe estar con su madre puesto que es lactante, y en muy pocas ocasiones y durante poco tiempo, con el resto de la familia. Nadie es capaz de ponerse en mi situación si no lo has vivido antes, como mucha gente que me escribió durante esa semana en el hospital que habían pasado por lo mismo. Una madre, durante los primeros meses de vida, debe estar con su bebé. Y si el bebé tiene biberón, con su padre. Pero creo que deben ser ambos progenitores los que deben acompañarle en los primeros meses de vida. El biberón, en nuestro caso con Helena, es un complemento de mi pecho puesto que la niña come a lo bestia (razón que la salvó la vida esa semana de hospital). Escribo este pensamiento y razonamiento porque si yo lo verbalizo, habrá gente que piense que no se lo quiero dejar a los abuelos o a nadie más, y la coletilla que cada uno quiera añadir: si no me fío de ellos, si no les veo capacitados, si soy una egoísta, sobreprotectora, etc., etc... Cada uno que añada lo que quiera a la historia. Pero nada más lejos de la realidad. Veo absolutamente necesarios a los abuelos en la vida de mi hija, a los cuatro. De hecho, los abuelos deberían ser eternos, pero como muleta de ayuda en los primeros meses. No "tutores" de los niños, no sé si me explico. Sobre todo, en los primeros meses, debe estar al cuidado de mamá y papá, siempre que se pueda claro está. Estoy obviando los temas laborales, por si se os ocurre a vosotros añadir más coletillas. Dejarla más de una hora en mano de otras personas aún siendo familiares, y simple hablo desde mi opinión... Y más después de lo que hemos pasado... Más las recomendaciones de los pediatras, de cerrar el círculo de las visitas al máximo y casi, meterla en una burbuja... Me hace quererla más debajo de nuestra ala. 

Por supuesto, las decisiones respecto a Helena, siempre las hablo con mi marido. Pero Javi, ha entrado en ese círculo que os comento de... Crear coletillas, o llegar a compararme con su ex (aunque sea en momentos de calentón), pero, a no pararse a pensar en lo que estoy intentando explicar y razonar. Ante un evidente temor e inseguridad por mi parte de querer hacer lo correcto con mi bebé. El año que viene Dios dirá. La niña tendrá un año y veremos en qué condiciones estamos. Pero este año, donde yo me estreno como mamá, tanto las dudas, como los miedos y más habiendo pasado los episodios que hemos pasado, son algo lógicos.

Si os parece poco... El poco entendimiento que estamos teniendo Javi y yo, también me preocupa. Es como vivir en un eterno suspense. Él se refugia en su móvil y baloncesto y yo me quedo a mi suerte, muchas veces sintiéndome sola. También lo he razonado con él, pero en este tema, creo que nunca llegaremos a un acuerdo... De momento, no. Estas cosas... Las hablaré en el nuevo blog, donde nadie pueda estar con la lupa buscando cosas donde no las hay. 

Me considero una persona bastante trasparente. Expreso mi miedos, mis dudas y si algo no lo veo claro, o la que duda soy yo, pregunto. Me pueden mentir, claro, pero yo no quiero dudas en mi vida, ni buscar cosas más allá en palabras que han podido ser, simplemente, mal expresadas. Tampoco critico nada. Cuento cómo me siento a cada momento. Pero recordad todos, que todas las historias tienen varias versiones, tantas como personas haya metidas en el asunto. Y que todas son respetables y me atrevería a decir que todas tienen un poquito de razón, y que llegar a la verdad común es sencillo a través de la comunicación. Y más en una pareja. Las familias... son algo más complejas.

El come come de todos estos puntos sigue en mi pecho, provocándome unas ganas de llorar increíble, pero es que miro a la bebé que tengo al lado, y no es que se vaya el nudo que tengo, es que me da el aire suficiente para respirar.




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