martes, 19 de noviembre de 2013

P.D. Te quiero

Querida Holly, no tengo mucho tiempo. No literalmente, sino porque has salido a comprar helados y volverás pronto. Ésta será la última carta, sólo me queda una cosa por decirte: Esta carta no es para que me recuerdes ni para que compres una lámpara, puedes cuidar de ti misma sin mi ayuda. Es para decirte cómo me he sentido, cómo me has cambiado, me has convertido en un hombre queriéndome, Holly, y por eso te estoy eternamente agradecido, literalmente. Quiero que me prometas algo: Que nunca estarás triste o insegura o perderás por completo la fe, que tratarás de verte con mis ojos. Gracias por aceptar ser mi esposa, soy un hombre que no se arrepiente. Qué suerte he tenido. Tú has llenado mi vida, Holly, pero yo sólo soy un capítulo de la tuya. Habrá más, te lo prometo. Y ahora viene el gran consejo: No tengas miedo a volver a enamorarte, prepárate para esa señal que parece el fin del mundo.
Posdata: Siempre te amaré.


Holly puso su mano en la barriga hinchada de Sharon y notó la patadita. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-Oh, Sharon, si cada minuto de mi vida estuviera lleno de momentos perfectos como éste, nunca más volvería a quejarme.
-Pero, Holly, nadie tiene la vida llena de momentos perfectos.Y si fuera así, dejarían de ser perfectos. Serían normales. ¿Cómo conocerías la felicidad si nunca experimentaras bajones?

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