miércoles, 14 de mayo de 2014

Gran Vía

Gran Vía. Madrid no sería ni la mitad de lo que es sin esa calle. Me encanta su gente, esa magia que desprende, pasear por ella es sentirte importante. Da igual como vistas, como seas, nadie te mira. El anonimato que te da esa calle es único para un martes 13, en el que necesitas reencontrarte. Y como he dicho, esta calle tiene magia, la realidad supera a la ficción.  
Voy corriendo a mi cita, casi llego tarde, no habrá sitio estoy segura. Llamo al ascensor, como suele pasar en estos casos no baja. ¡Llego tarde! Rodeada de libros, me siento enamorada, casi atontada, pero el ascensor aún no baja. ¡Por fin! Las puertas se abren, tercera planta ¡Ya! Me pone nerviosa la señora que anuncia cada planta, hace que la espera se alargue. Corro antes de que las puertas se abran del todo y ¡pam! Choque de frente con él. Ahí esta el motivo de mi prisa. 
Y bajo la cabeza, sigo mi camino tan normal, guardo mis colores y mi timidez para mi, bajo la cabeza y busco sitio para verle mejor sumergida entre tantas personas. Mi silencio sale a pasear al igual que las medias miradas de vergüenza. Y así siempre, convertimos cada encuentro en una historia de sonrisas y miradas. 


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