- Pero, ¿qué haces? ¿Qué es todo esto? - preguntó Gema asombrada al entrar en casa.
- Quería sorprenderte.
- Pues desde luego que lo has conseguido. ¿Lo has cocinado tú? Quería compensarte por lo de la coctelería. Es mucho mejor que ir a la cantina, ¿verdad? - dijo Joaquín colocando su chaqueta en la silla nerviosamente - Es que... Gema, tienes razón.
- ¿Tengo razón exactamente en qué?
- Pues que me he dado cuenta que...
- Dime.
- Me he acostumbrado que cuando algo sale mal, seas tú la que saques el tema, y seas tú la que encuentres las soluciones porque yo soy incapaz de hacerlo. Y también me he acostumbrado a que cuando alguien me da un golpe, seas tú la que me levante o lo que es peor, a que seas tú sola la que se levanta porque eres tú quien tiene la fortaleza para hacerlo y no yo. Gema, me he acostumbrado a que tú tires del carro y sabes qué, que es normal de que estés harta de mí, de que estés cansada y que estés decepcionada conmigo. Pero hay una cosa que no te voy a conceder.
- ¿El qué?
- Yo sigo sintiendo que lo tenemos todo, que nuestra vida está por estrenar y que todo, todo es posible.
- Pues sinceramente, Joaquín, no lo parece.
- Siéntate. Siéntate, por favor. No lo parece, porque como tú dices, me he acostumbrado a esta vida y soy incapaz de ver otra. Pero yo sigo enamorado de ti hasta el tuétano.
- Anda, venga ya.7
- Sí, es verdad, Gema. Mira tú yo no tenemos la vida que nos imaginábamos, pero en el fondo seguimos siendo esa pareja de jóvenes que se miraba a los ojos sin hablar durante horas, ¿sí o no? ¿Te acuerdas?
- Muy poco.
- Me acuerdo perfectamente cuando nos bañábamos en el Tajo, por ejemplo. Esos días de aquellos paseos tan calurosos.
- Hace mucho de todo eso.
- Ya, pero yo te sigo queriendo igual.
- ¿Pero qué dices?
- Sí. Gema, ¿acaso no reconoces en mí ninguna de las cosas que te enamoraron? ¿No? Mira, empiezo yo. Tu risa. Tu risa en el cine.
- ¿En el cine? - se rio Gema algo incrédula.
- Sí, tu risa en el cine era escandalosa. Era escandalosa y a mucha gente le molestaba, pero a mí, me encantaba. O como hacías los bocadillos cuando nos íbamos de excursión.+
- Solo le ponía un poco de mortadela. Un poco de tomate, nada más.
- Es que no es el qué. No es el qué, Gema. Es el cómo. La atención que ponías en cada detalle. Lo absorta que te quedabas haciendo los bocadillos, con tanto detalle, con...
- Con amor.
- Y mira, ¿ves? Como te retiras el pelo de la cara y te lo pones detrás de la oreja, me encanta. Tú puedes pensar que yo... ya no te valoro, ya no te respeto, que no te escucho, que no te miro... y yo... te sigo queriendo como el primer día. Y cuando te veo aparecer por casa inesperadamente o por la colonia se me acelera el corazón.
- Sí - contestó Gema agachando la cabeza.
- Es verdad - dijo Joaquín con ojos de enamorado.
- A mí me gustan de ti muchísimas cosas.
- ¿Ah, sí?
- Sí.
- ¿Por ejemplo?
- Pues cuando... te pones el abrigo. Que haces un gesto así con los hombros, es muy masculino. Me encanta.
- Gema... Vamos a cuidar esto. Es lo más bonito que tenemos.
- Gracias por despertar - Y Gema le besó con todo su amor a su marido.
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