- ¿Por qué estás fatigado?
- He venido corriendo.
- ¿Desde Alaska?
- Tenemos que hablar...
Ya, pero es que no tengo mucho tiempo, tengo que cvoger un avión a Toronto...
- ¡Margaret, calláte un poco! No tardaré mucho.
- Bien, dime.
- Hace tres días, te aborrecía. Soñaba con que un taxi te pillara o te envenenaran...
- Mira anda, qué bonito.
- ¡He dicho que me escuches! Después surgió el viaje a Alaska y las cosas cambiaron. Cuando nos besamos y me contaste lo del tatuaje, cuando me miraste porque estaba desnudo...
- Ya, pero no vi nada...
- ...claro que sí, pero no me di cuenta de esto, hasta que no me encontré solo, en un granero, sin esposa. Asé que te imaginas el disguste que me llevé cuando de pronto caí en la cuenta de que a la mujer que quiero, están a punto de echarla del país. Margaret, casémonos, porque quiero estar a tu lado.
- Créeme, no quieres estar conmigo.
- Sí quiero.
- La cuestión es que, hay una razón por la que llevo sola tanto tiempo, así estoy muy cómoda, y sería más fácil si los dos nos olvidásemos de todo lo que nos ha pasado y yo me fuera.
- Tienes razón, sería más fácil.
- Tengo miedo.
- Y yo.
- Y tú, ¿no deberías ponerte de rodillas o algo así?
- Supongo que eso es un sí.
- Sí.
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