sábado, 7 de junio de 2014

Cariño, amor, magia y polvo de hadas.

Me gusta Campanilla, me encantan las hadas. Me entusiasma seguir creyendo que hay cosas fantásticas, me seduce la idea de no crecer jamás. Porque he comprobado durante estos tres rápidos meses que el corazón de un niño es lo más inocente y bueno que existen en el mundo.

El amor que te dan es sin ninguna condición, te ofrecen sus brazos para que los cojas, te ofrecen sus lágrimas para que tú las limpies mientras le das besos. ¿A cambio de qué? De una sonrisa, de una mirada que aunque no sepan hablar o no hablen correctamente, te están contando todo.
Esa mirada es sólo para ti, es un momento especial de dos. Y aquí no importa si eres blanco, negro, alto, delgado, listo, tonto, guapo o feo. Sólo importa que eres tú.

En parte los envidio, me encantaría tener los problemas que tienen ellos, de si me ha molestado o me ha quitado eso. También me gustaría resolver todos los problemas con un beso y un abrazo.
Las cosas podrían ser simples, sencillas y preciosas. Porque la inocencia de un niño es la que te hace creer en las hadas, en el Pollo Pepe, en pequeñas cosas que los mayores ya pasamos por alto.
Me encantaría seguir teniendo esa curiosidad por el mundo, hacer mil preguntas que ningún adulto supiera contestar, explorar mi entorno siempre acompañada de la mano de alguien.

He aprendido y sentido tanto, que puedo decir que amo mi profesión. Por una vez, sé que estoy en el camino correcto y en él continuaré tanto tiempo como pueda. Porque esa mirada de la que os hablaba es el mejor motivo para ser feliz. Entre ellos no hay problemas, no ha cansancio. Sólo entrega, cariño, amor, magia y polvo de hadas.


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