miércoles, 24 de enero de 2018

La poesía

¿Os gustaría tener la capacidad de oír los pensamientos de otras personas?

Claro que os gustaría. Todo el mundo responde que sí a esta pregunta, hasta que los piensan detenidamente.

Por ejemplo, ¿qué pasaría si las demás personas pudiesen oír tus pensamientos? ¿Qué pasaría si pudiesen oír tus pensamientos... ahora mismo?

A veces tenemos pensamientos que ni tan solo nosotros comprendemos. Pensamientos que ni tan siquiera son ciertos -ya que en realidad no nos sentimos así-, pero que se nos pasan por la cabeza de todas formas porque es interesante pensar en ellos.

Si pudiésemos oír los pensamientos de otras personas, oiríamos cosas ciertas y también cosas que se les pasaría por la cabeza de manera completamente aleatoria. Y no podríamos diferenciar las unas de las otras. Nos volveríamos locos. ¿Qué será cierto? ¿Qué no lo será? Un millón de ideas, ¿pero qué significan?

Eso es lo que me encanta de la poesía. Cuanto más abstracta sea, mejor. Los momentos en los que no estás segura de sobre qué está hablando el poeta. Puedes hacerte una idea, pero no puedes estar segura. No al cien por cien. Cada palabra, elegida específicamente, puede tener un millón de significados diferentes. ¿Es un sustituto -un símbolo- de otra idea? ¿Encaja dentro de una metáfora más grande y más escondida?

Yo odiaba la poesía hasta que alguien me enseñó a apreciarla. Me dijo que tenía que ver la poesía como un rompecabezas. Descifrar el código, o las palabras, depende del lector, basándose en todo lo que sepa sobre la vida y las emociones.

¿Ha utilizado el poeta la palabra rojo para simbolizar la sangre? ¿La ira? ¿El deseo? ¿O será el timón rojo sencillamente porque rojo suene mejor que negro?

La misma persona que me enseñó a apreciar la poesía también me enseñó el valor que tiene escribirla. Y, sinceramente, no hay ninguna forma mejor de explorar tus emociones que a través de la poesía.

Si estás enfada, no tienes que escribir un poema en el que trates de la razón de tu enfado. Pero tiene que ser un poema furioso. Así que adelante... escribid uno. Sé que, por lo menor, estáis un poco enfadados conmigo.

Y cuando acabéis vuestro poema, descifradlo como si lo acabaseis de encontrar impreso en un libro de texto y no sipieseis absolutamente nada de su autor. Los resultados pueden ser sorprendentes... y aterradores. Pero siempre es más barato que un psicólogo.

Por trece razones


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