Como escribí hace unos días, he tenido una semana de mierda por mi culpa. Me he sentido más sola que la una por mi culpa. Tengo demasiadas metas, demasiados objetivos y cosas que hacer, y a mí los días también me duran 24 horas. Dejar de comer, dormir y descansar no ha sido la mejor idea que he tenido la verdad.
Pero estudiar... Me consume mucho tiempo y sé que no estoy dando lo mejor de mí. Intento quedar con todas mis amigas, hablarlas, pero los días pasan y no me hago con todo. El trabajo, siendo profesora y época de Navidad, ¿Qué pensáis? Es más, me gusta recortar, se me ocurren mil cosas por hacer, ¡lo vivo! Y me ocupo yo sola mi tiempo. La decoración en casa, etc, etc... He vuelto a hacer ejercicio y sabéis todos mi problema. No sé parar, se convierte en la obsesión del día a día. Sufro si estoy sentada, si no he podido hacer mínimo una hora me crea ansiedad.
Al final del día, me duele todo el cuerpo. Hemos vuelto a lo de hace unos meses. Tobillos flojos, articulaciones tocadas, ansiedad, dolor de pecho, y... ¿ganas de llorar? ¡No! Eso no, ganas de que el día dure diez horas más. Me creo obligaciones, yo misma espero de mi dar el 200%, llegar a la perfección como siempre... Ser prácticamente perfecta en todo como dijo Mary Poppins, pero ella con un chasquido de dedos tenía recogida la casa. No sé delegar. No sé pedir ayuda, al contrario. Antes me encerraba en mi habitación y ahora, en mi lado de la cama. Aparto a la gente como un animal herido, gruño y a veces, muerdo. No soy capaz de aguantarme ni yo, y siendo consciente de ello, me aparto aún más.
Tengo amigos que no me abandonan y que al ver una foto de Instagram con un pie de foto que puede dar a entender cómo estoy, preguntan, y están. Siempre están. Aunque no los vea, como si se trataran de ángeles de la guarda. Cada uno en su zona: unos en el cielo y otro en la tierra pero siempre en contacto.
Javi no me abandona tampoco y lo agradezco, porque no sé decirle ni explicarle qué me pasa. Me pasa de todo, Javi, pero no me pasa nada. La ansiedad es difícil de explicar. Te ahogas sin motivo, bueno, a mí me ha llevado unos días descubrir cuál era. Como siempre mi peso. Y eso que no tenemos báscula aquí. Dicen que mejoras con el tiempo, que incluso hay gente que sana de esto. Pero yo voy por rachas.
Verme frente a un espejo es lo más doloroso del día. Me miro de reojo nada más. Las duchas son rápidas pero llega la hora de vestirme, donde meterme en los vaqueros, ya me crea tirantez conmigo misma, ¿y si no entro? ¿Y si me aprietan? Y de repente, una náusea... Y vuelves a empezar. Ves en el cole comida y no puedes cogerla, quieres, pero no debes, no puedes... Piensas en el pantalón de esta mañana. Y decides comer para mañana ponerte una leggins, ahí siempre entras. ¡Y qué alivio! Es una tensión constante en el día a día ya que hacemos mínimo tres comidas diarias.
Me he vuelto a aficionar al té, sabe mejor que el café sin azúcar. Y no sé si será algo más sano. Bebo mucho con tal de quitarme la ansiedad y las ganas de comer. Sé que es duro escribir estas palabras y quien lo lea y no me conozca va a pensar muchas cosas, pero me da igual. Es el tormento que vive conmigo que a veces mejora y a veces no. Son inseguridades que dan lugar a una autoestima baja.
Mimos. Eso es lo único que le pido a Javi. No quiero "te quieros" esos se los decimos a todo el mundo. Quiero besos y abrazos, mimos. Quiero cobijarme en Javi y que todo pase. Él no es comprende muchas cosas y no le culpo, es difícil. Pero estar junto a él, me reconforta, me siento en casa. Segura. Lejos de todos los problemas, de mis neuras, mis objetivos del día sin cumplir. Él es el ingrediente que me falta para decir que un día se dedica a peli y manta, de estar tirados en el sofá. De no hacer nada. La intención está muy bien, pero el hecho es que me levanto cuarenta veces. No consigo estar quieta. Y claro, te cansas, estás mal, necesitas un respiro, unas vacaciones... Necesitas viajar al pueblo y que la poca vida que hay allí, te amanse, ya que ni la música lo consigue.
¡Qué vida tan vacía la de la rutina! Pero qué encorsetados nos tienen. Hay días que la fiera que llevo dentro intenta romper estas cadenas, intenta liberarse para darse de bruces con la realidad y devolverte al día de la semana correspondiente. ¡Qué ganas de romper los vaqueros que me llevan por el camino de la amargura! De romper con las reglas establecidas que aún no sé quién las dictó... ¡Qué ganas de vivir en libertad!