viernes, 26 de julio de 2024

Julio... Cinco años después

 Llevo varias noches guardando mi ansiedad en el silencio más profundo. Veo cada hora del reloj en el móvil. Y me siento sola. Sola de no poder hablar de lo que realmente me preocupa. De mis preocupaciones, vaya. Tengo ansiedades muy tontas, muy irracionales que hasta yo misma no consigo entender.

Me estoy apartando, aislando cómo cada vez que me siento frágil o triste, cada vez que necesito protegerme incluso de mi misma. Es julio... Y julio de hace cinco años marcó un antes y un después en mi vida. Julio es el mes en que mi mente hace balance de mis progresos. Sé que julio lo tengo superado, asumido y gracias a terapias, canalizado. Pero es inevitable tener esa intranquilidad metida en el corazón.

Y hoy, Facebook me ha recordado que hace tres años ingresamos a mi padre por COVID sin saber cuál sería su futuro... Un COVID que a día de hoy le acompaña, porque... Persiste. Igual que la pena, la desgracia y... La ansiedad.

Julio está llegando a su fin y necesito mi pueblo más que nunca. También siento lejos a Javi. Él tiene tanto encima... Qué creo que podríamos competir en la liga de la ansiedad y de la preocupación. Y él es como yo, de llevarlo solo. Y sus turnos laborales no ayudan a que nos encontremos. 

La vida... O dios, dicen... Qué aprieta pero no ahoga. Éstas noches sí ahoga y no sólo de calor. Ahora sin dejar respirar. Agitando mi estómago tanto como mi corazón y mi pulso. Ahoga, vaya que sí. Y la ansiedad de estos días no es como la que tengo generalmente... Es de la que enferma y te hace tambaleante, sentirte insegura, a expensas, en una constante incertidumbre.

Estoy muy bajita de ánimo y siento que el único consuelo es mi hija. Mi refugio. Mi salvación en medio de un océano en el que estoy cansada de nadar, en el que ya solo me dejo llevar.

En julio tomé la decisión, las decisiones que cambiaron todo lo que conocía hasta ese momento. Si conseguí salir de esos días... Conseguiré pasar éstas noches. Lo sé. Sé qué soy capaz de soportar más que de superar. Porque a veces, la mayoría de las veces incluso, las batallas que combatimos... No están en nuestra mano ganarlas. Solamente tenemos unas cartas y debemos jugar con herramientas e ingenio la partida.

Es una mierda, sí. Hay gente que vino a vivir, y otros, a sobrevivir.



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