martes, 27 de agosto de 2024

Dios, como duele...

 A mí ya no me pueden causar más daño. Vi al hombre que yo amaba hacer por alguien más las cosas que para mí siempre fueron imposibles.

Vi cómo tus manos se llenaban de detalles: flores que nunca me diste, regalos que nunca llegaron, y los «te amo» que parecían atascados en tu garganta cuando se trataba de mí. Te vi ser para ella lo que siempre me negaste, lo que para mí era imposible.

Te vi dar lo que para mí siempre faltó: el tiempo que decías no tener, las ganas que nunca te nacieron. Vi cómo cambiabas, cómo cada «no puedo» se convertía en un «sí». Ese hombre que conmigo siempre tenía una excusa, una razón para no intentar, una justificación para no hacer.

Y me duele. Dios, cómo duele. Y no es solo lo que hiciste; es lo que nunca hiciste. Es lo que yo te pedí, lo que supliqué, lo que me tocó ver que hacías por alguien más. He recorrido cada rincón de este dolor. Sé bien que cada «no puedo» en realidad era un «no quiero» disfrazado.

Me decías que Querétaro estaba lejos, que las flores eran solo flores, que el amor no se demostraba con detalles, que el trabajo, que el tiempo, que la vida... Pero luego te vi hacer lo imposible por alguien más. Te vi tomar un avión, ir hasta Cancún sin pensarlo dos veces, pedir días libres en el trabajo para celebrar un cumpleaños, cuando conmigo ni siquiera lo mencionabas, porque para ti, no era importante.

Y me duele. ¿Y cómo se supone que no me duela? Me duele saber que fui yo la que cargó con tus "no quiero," la que soportó tus "no puedo," cuando la verdad era otra. La verdad era que sí podías, si querías, pero no conmigo.

Es un dolor que se queda aquí, recordándome cada día que el tiempo, el mismo tiempo que no tenías para mí, sí apareció para ella. Que mientras yo esperaba detalles, ella recibía un arreglo cada vez que la veías. Y que todas esas veces que me dijiste "soy así y no voy a cambiar," en realidad estabas guardando lo mejor de ti para otra persona.

Y lo que me duele, lo que realmente me parte el alma, es que sé que no era imposible. Era posible. Era tan jodidamente posible que ahora lo haces todos los días, con ella.

¿Acaso yo no merecía que fueras por mí hasta el fin del mundo, sin pensarlo dos veces? 

Conmigo siempre hubo excusas, siempre faltó tiempo, ganas, voluntad. Pero por alguien más cambiaste, por alguien más fuiste el hombre que yo siempre soñé, que yo quise creer, que quise justificar.

Pero ya no puedo mentirme, ya no puedo seguir negando que me duele. La realidad es que me duele. Me duele hasta el alma saber que con ella sí lo hiciste. Me duele hasta el punto de no saber cómo seguir adelante...



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