jueves, 1 de agosto de 2013

CAPÍTULO 3

RECUERDOS DEL PRESENTE
CAPÍTULO 3

Nelson vivía en un estudio muy pequeño en el centro de Londres. Le conozco desde que me trasladé aquí a vivir. Fue mi primer cliente, a quien instalé un pequeño radiador de calefacción azul. Se lo instalé yo mismo, de eso hace algo más de ocho años, desde entonces, fue él quien me presentó a sus amigos, y me integró en la gran ciudad. A los pocos meses de conocernos, me ofreció una cama, para que pudiera dejar la pensión donde me había instalado al llegar a cambio de ayudarle con las facturas. Probablemente la pensión más barata, cutre y antigua de todo Londres, pero era lo que me podía permitir, ya que no sabía cuánto tiempo iba a quedarme allí viviendo. Por suerte, y gracias a Nelson, fueron nada más que tres meses.
Su casa no era gran cosa, como he dicho un pequeño estudio, pero suficiente para los dos, y bastante económico en cuanto a los gastos.
Cuando empecé a ganar dinero y creé mi empresa, decidí independizarme. Reconozco la suerte que he tenido, porque no todo el mundo en tan solo diez años, llega donde he llegado yo, a mi nivel económico. Claro que la soltería y el no gastar, ayuda bastante.
Le toqué el claxon para que saliera del portal, el horrible frío de enero, no te permite estar mucho tiempo en la calle. Le vi saliendo corriendo hacia mi coche. Vestía como siempre, una camiseta acompañada de unos vaqueros y unos playeros bastante usados y antiguos.
- ¿Es posible que algún día te vistas bien?
Él no me contestó, no era la primera vez que teníamos esta conversación, de hecho cuando vivíamos juntos, le intenté cambiar su forma de vestir, pero fue en vano. Jamás abandona sus tejanos.
- ¿Te importa?
- Depende. Si quieres ir a ese local a probarlo, bien. Pero te conozco, vas a ligar, y ya te digo que así, ligarás como siempre. Nada.
- Es cierto, es mejor ir vestido de viejo.
- ¿De viejo? Este traje me ha costado 200 libras, traído especialmente de Italia, a medida para mí.
El local no estaba lejos, aparqué lo más cerca de la puerta que pude, bajamos y nos dispusimos a entrar. El local no era gran cosa, un típico pub inglés, donde se sirve cerveza y más cerveza acompañada de frutos secos. Era un pub algo oscuro, tan solo se veía con claridad la barra. Una larga encimera de madera. Detrás de ella, tres bellezas de chicas, una morena, una castaña y una rubia. Especialmente no me siento atraído por las rubias, pero eran las tres guapísimas, dignas de ser admiradas por todos los hombres que iban pasando por allí haciendo su pedido.
Cogí una mesa cerca de una gran televisión colgada en la pared, hoy era día de fútbol y me apetecía ver como jugaban.
- Alex, voy a pedir algo, ¿lo de siempre?
Asentí con la cabeza, mientras miraba como los jugadores de fútbol luchaban por conseguir la pelota. Rápidamente noté a Nelson que me traía mi tercio de cerveza fresquito, justo como a mí me gustaba y el su ron con mucho hielo.
- ¿Cómo van?
- A cero, acaba de empezar.
- ¿Te has fijado en las chicas? Son guapísimas. Me gusta la rubia, y además creo que me ha puesto ojitos.
- Sí, no están mal. – dije sin dejar de mirar la tele.
- ¡Eh! ¡Oye! ¡Hazme caso! ¿Qué pasa? ¿Te has vuelto gay? Te conozco y sé que no pierdes oportunidad de poder estar con una tía.
- Sí, pero hoy no me apetece, además, quiero darte ventaja, total las tres querrían conmigo, ¿quieres la rubia? Inténtalo, venga.
- Eres un creído.
Me apresuré a beber mi cerveza, estaba muy cansado ese día. Cuando me fui a levantar a por una segunda, una chica que estaba apoyada en la barra se me acercó. Típica chica inglesa, ojos azules, rubia y algo pálida, pero con bonitas facciones. Nelson nos miraba, y decidió que era momento de despejar la mesa, y levantarse a por otra consumición. Y de paso intentar algo con la camarera rubia.
- Suerte Romeo. – le grité desde mi posición mientras pagaba nuestra cuenta.
Salimos del local, e invité a la inglesa a montar en el coche.
- ¿Cómo te llamas?
- Como tú quieras cariño.
- Está bien, hoy será la primera y última vez que te vea.
La chica empezó a reírse a carcajadas y exageradamente. Arranque, y las ruedas derraparon en la nieve, mi destino, mi casa y mi cama.

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