Ocho de la tarde. Estás a punto de llegar y espero ansiosa escuchar el ruido de las llaves cinco segundos antes de que abras la puerta. Que me encuentres tras ella y me abraces fuerte, demostrándome que nunca me dejarás. He comprado miel. Dulce. Viscosa. Y que puede dar tanto juego...como aquella vez en la que te preparaba un café con ella. La dejaba caer, despacio, observando como resbalaba de la cuchara y se hundía en un mundo oscuro. Concentrándose en el fondo de la taza. Me manché los dedos al hacerlo. Te miré provocativa y me metí uno de ellos a la boca. Suavemente. Saboreando ese pequeño placer, buscando otro que aún me gusta más. Te acercaste a mí. Tú también querías probarla. Cogiste un poco y la pusiste justo debajo de mi boca. Tus ojos claros no dejaban de mirarme. Acercaste tu boca a la mía y con la lengua quitaste la miel. Nos desnudábamos entre dulces y sugerentes besos. Nos untamos de miel. Nos chupábamos. Nos saboreábamos mutuamente. Disfrutábamos de cada movimiento, de cada acción. Dejándonos poseer por los cinco sentidos. Placer goloso. Éxtasis deseado, compartido. Sexo. Sexo contigo. ¿Que más puedo decir si lo único que me importa es que seas tú? Que seas tú el que me hace sentir deseada. Sentirme tuya. Sentirte a ti dentro de mí. Unirnos para siempre. Disfrutar juntos. Del sexo o de la vida. Junto a ti, es lo único que me importa. ¿Qué más puedo decir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.