Tu cuerpo es ya mi nombre y apellido,
tu boca un corazón en mi garganta,
tu piel, si llega el frío, es una manta,
mi sangre, la que tiñe tu vestido.
Tus ojos, los que escuchan mis plegarias,
las líneas de tus manos, mi autopista,
tus sueños, mi sentido de la vista,
mi fuego son tus piernas incendiarias.
Me duermo en el vaivén de tus caderas,
resbalo entre los pliegues de tu falda,
tus venas sin visado, mis fronteras.
El cielo, si es contigo, es esmeralda,
la noche y las estrellas escaleras
que suben a la luna de tu espalda.
Luis Ramiro
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