viernes, 31 de agosto de 2018

13 DE ENERO DE 2014. 21:04 H

Hoy 13 de enero de 2014. Salgo de la consulta de mi psicóloga en la calle Orense de Madrid. Frente al portal hay un oscuro furgón de la policía con dos maderos dentro totalmente absortos en sus respectivos teléfonos móviles que, al ser de noche, iluminan sus caras. Uno de ellos sonríe, y pienso en que tal vez él, o ambos polis, estén enamorados, quizá hablando con sus chicas en este momento, contradiciendo la autoridad y dureza que transmiten sus uniformes. La escena es bastante poética: dos agentes cumpliendo con el deber, escribir a sus amadas. Tal vez simplemente estén mirando una páginas de apuestas o leyendo el MARCA, y yo qué sé, el caso es que me resulta poético todo lo que transmite esa imagen.
Como decía hoy es 13 de enero y Cristiano Ronaldo acaba de ganar su segundo balón de oro hace apenas dos horas. A la final llegaron el portugués, Messi y Ribery, un fortachón con aire de ciborg, un enano hiperhabilidoso y un marsellés con un gran parecido con el jorobado de Notre Dame. Que nadie piense que menosprecio a estos grandes. Los tres me hacen disfrutar sean o no de mi equipo. Es solo que ese podio del fútbol mundial es realmente poético, que hay algo totalmente circense en la imagen de esos tres futbolistas juntos. En el fútbol también hay poesía.
Me he detenido a escribir todo esto que estás leyendo en un escalón que me ofrece un escaparate y me acabo de dar cuenta de que estoy escribiendo sobre lo poético que hay en las cosas cotidianas y que lo estoy haciendo con mi culo y mi espalda apoyados en la pared de un BBVA. Mi forro polar hace juego con el color del logo del banco. Poesía y finanzas. También es poético se mire por donde se mire. Este no es sitio para la poesía porque si hay alguien que nunca ahorra ni escatima esos son los poetas, que invierten todo lo que son en la búsqueda de la belleza y no hay nada más poético que crear algo hermosos en un folio en blanco, en un trozo de nada. Y, al igual que no hay nada más poético que esto, no hay nada menos poético que una sucursal bancaria, pero que si los juntas la poesía se desborda.
Mientras escribo esto han pasado por delante de mi varias personas mirándome extrañadas, como preguntándose qué hace ese chico escribiendo en plana noche en un BBVA. Algunos de ellos pasean a sus perros tan indolentemente que pudiera parecer que es su perro el que los saca de paseo y también esa imagen me resulta poética, terriblemente poética: un perro sacando a su amo de casa, algo parecido a un televisor sentado en su mesilla mirando atentamente a los seres humanos.
Dicen que al mundo le falta poesía. Yo creo que no. Yo creo que lo que le falta son poetas que lo cuenten.

Marwan


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