miércoles, 9 de marzo de 2022

Cualquier tiempo pasado nos parece mejor

 Tengo ganas de llorar de impotencia. De no tener suerte, de haber trabajado la que más en su futuro, de haber apartado planes y deseos para más adelante, pues el presente pedía otra cosa. Estoy agotada psicológicamente de intentar, de preparar, de esforzarme el doble o el triple que los demás... Tanto, que mi cuerpo pide un tiempo muerto.

Es alucinante el poder de la mente, más que el poder, la fuerza. Deja a un lado el físico y se sale con la suya. Esta semana me está pudiendo, me está matando. Añoro quien era antes. La que se arreglaba y se veía bien y no parecía un despojo. La que salía y no entraba en casa, la que se movía por el mundo comiéndoselo como si fueran palomitas de maíz. 

Ya no encuentro a esa Patri que sonreía en las fotos, y sus ojos hablaban más que esa sonrisa. La que gastaba bromas y utilizaba la ironía como su herramienta principal. Aquella Patri, que sí, era un poco diva. ¿Para qué mentir? Esa que tenía un encanto en su bordería por lo espontánea que era.

Ahora vivo todos los días iguales, grises. Sin más, de bajón a caer en picado sin frenos. Me sorprende aún levantándome con ganas y pensar que "hoy será mi día", pero nunca lo es. Las circunstancias lo impiden. No soy feliz, y no pasa nada por decirlo. No salen las cosas como yo quería, como yo las había marcado, como yo esperaba. Han ido aún peor. 

Me esforcé para no volver a repetir episodios que un día creí cerrar. A veces pienso que es sólo cosa mía esta... ¿tristeza? Pero, ¿habéis visto Ucrania? Creo que es a nivel general. Ni siquiera encender la tele alivia las ganas de llorar que tengo. No me ayuda a tragar ese nudo de emociones que tengo en la garganta, que lo mantengo como la chica de hielo que he vuelto a ser. Y no me evado como creen algunos, simplemente me pongo mi chubasquero y que todo resbale, porque cuando no puedes más, es un chubasquero lo que necesitas... Y saber nadar. Y tener resistencia hasta que alcances alguna orilla que queda lejos, lo sé, pero que estará ahí, donde el horizonte no te deja ver.

Hace unos años hablaba de las personas salvavidas. Esas que son un flotador, que te ayudan a navegar en la deriva, que te dan un aliento y te animan a seguir remando porque seguramente, algo bueno te espera. Seguramente, pero no de momento. Necesito un respiro. Irme lejos, necesito irme a mi pueblo cualquier día, de improvisto, sin planearlo. Echarme al sol o que me caiga las lluvias torrenciales de la montaña. Sentir algo, romperme para volver a nacer. Sentirme humana y no tener miedo de expresarlo, dejar de ser la fuerte que aparento ser y volver a ser una niña que necesita consuelo. Pedir ayuda al cielo que es donde siempre miro, porque alguien, un día, me prometió que jamás me dejaría sola y que para él era lo primero. Necesito no sentirme el segundo plato de nadie, quedarme en plan B y aceptar ser el plan B o la letra que me toque. 

Quiero volverme a querer como lo hacía antes. Ser la Patri de las fotos que se ponía un sujetador y se sentía una diosa guapa porque por una vez era ella misma. No necesitaba demostrar a nadie nada. Sólo a ella. Y el autoestima estaba por encima de todo. Ahora, son todo preguntas que se resuelven con una corta mirada al espejo.

¡Qué injusto es todo! Iba a decir que es un día de mierda, pero se está convirtiendo en temporada. Y algunos pensamientos de antaño han vuelto a florecerme en mi mente desocupada. Cuando te empieza a dar igual todo porque la solución a tus problemas se te escapa de las manos o simplemente, no depende de ti... ¿Qué haces? Y cuando los problemas se suman sin dejarte ver la luz del sol aunque haga un día primaveral... ¿Qué haces? Cuando te da igual, pero igual del todo, ya empiezas a tener un problema y de los gordos... Y eso, da pavor.



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