Le estoy volviendo a coger gusto a esto de escribir sola, por las noches, mientras mi Helena, por fin, duerme.
Realmente, la que escribe... Soy yo. Yo en mi estado más puro. A solas, delante del teclado me permito romperme. Aunque... Desde que sé a quién llega mis palabras, me corto bastante a la hora de escribir lo que realmente quiero decir.
La sinceridad está sobrevalorada. No tenemos por qué contar ciertas cosas por mucho que las pensemos. Y las pensamos... Y las gritamos a voces, en nuestro interior. Y querría escupirlas en mi blog. Pero no puede ser... La libertad absoluta... Tampoco existe.
Llevo un tiempo descubriendo que muchas cosas por las que he luchado y he creído a pies juntillas, se han esfumado de mi lista de valores... Empatía, sinceridad, libertad...
He decidido tomar este camino sola. Muy sola. Me quedan un montón de sorpresas por descubrir si es que se puede llamar así. Pero hoy... Haciéndome unos análisis que iban a contar muchas cosas, me rodaban lágrimas incontrolables por las mejillas. Los momentos de médicos, se han vuelto mi momento. Mi rato de estar a solas, de estar asustada, de permitirme ser débil, frágil. Me permito ser humana. Una vez atraviese la puerta del ambulatorio... Volveré a ser yo... A la que preguntan qué tal y respondo que todo bien. Porque así ha de ser. Porque lo mío es mío, y el dolor que yo pueda sentir, así lo es.
Quiero gestionar todo lo que pueda venir yo. Quiero que lo que se cuente, la información que se pueda dar.. la controle yo. Y seguramente... Guarde más de lo que diga. Porque hablar nunca se me dio bien. Y ahora, escribir... Tampoco.
El sábado hice algo de lo que me arrepiento. Y que seguramente me pase factura y me esté arrepintiendo cada día día de mi vida. Esto sí que lo hablé con Javi... Con sus vídeos de fondo... Algo que me incomoda muchísimo... Porque me parece un falta de respeto, además, de que ya de por sí... Me cuesta expresar lo que siento. Para mí es un gran esfuerzo para que la otra persona tenga de fondo lo que realmente le interesa. Y lo que me dijo es... "No deberías castigarte tanto". Nadie se castiga... Pero reconocemos errores y aprendemos. Sólo eso. Lo que está hecho, hecho está.
Sigo teniendo el miedo de ayer, algo más. Me sigo sintiendo insegura, me sigo mirando al espejo y sigo sintiendo el mismo rechazo. Nada cambia y empiezo a dudar que sea tiempo lo que necesite.
Mañana, me he propuesto que en cuánto venga del médico, me dedicaré a mí bebé, que es lo que más me gusta en el mundo. Y si se tercia... No salir de la cama. La gente me agobia, me ahoga. Y no es culpa de nadie. Es que a veces, simplemente, quieres estar encerrado en ti y ya está. Sin más. Sin contar con nadie más. Y pasarlo como un mal catarro.
Este catarro está durando lo que está durando el veranillo de San Miguel.
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