jueves, 14 de junio de 2018

Los jóvenes poetas

Los jóvenes poetas viven en los bares
escapando de los renglones torcidos de su juventud.

Pasan de puntillas sobre el nombre de los amantes
que les reventaron los años,
en la queja de un dolor que no comprenden
por inabarcable y por injusto.

Los jóvenes poetas suelan con Diablos Azules
y besan de un modo Aleatorio,
se pasan la vida deshaciendo nudos sobre unas hojas,
soñando con garitos que se abren de piernas
para meterle una metáfora hasta el fondo.

Los jóvenes poetas son buena gente, son mala gente,
los hay que critican, hay frustrados con talento
que pagan sus fracasos al contado
lanzando arpones sus fracasos al contado
no se dan cuenta de que los libros que triunfan,
no se dan cuenta de que lo que importa
no es el éxito sino la luz.
A ellos les deseo el bien y el amor
que les sobra a los jóvenes poetas
que hablan del éxito ajeno
como bien por celebrar.

Jóvenes poetas, hablando a un folio,
adolescentes en verso,
abrochados al asombro de estar vivos,
tropezando con la tinta de sus propios textos,
insultándole sin pausa al olvido,
apretando la vida con las manos,
apartando las penas con las manos,
apresando las emociones con las manos.

Han cambiado la farmacia por el cuaderno,
no saben qué es un psicólogo
y alternan la mirada por la ventana
con la mirada al espejo,
miran, miran, miran y lo cuentan.

Los jóvenes poetas tienen arrancadas las páginas de su infancia,
besan a muchachas, llueven sobre el micrófono,
han hecho de la pena un modo de estar vivo,
aunque ríen con violencia cuando la felicidad invita a alago
sin pedir más que respeto a cambio.

Los jóvenes poetas juntan los puntos dispersos, 
trazan el mapa del dolor y siempre cruzan
cuando hay una raya que no queda claro
si ha de ser cruzada.

Los puedes ver con su corazón de red social,
con su amor de 140 caracteres,
con su forma de resumir todo el pesar en una frase.
Los jóvenes poetas también son buenos chicos,
son cincuentones del cono sur
que sueñan con bragas de mirada azul,
cineastas de ojos tristes y sombrero que sueñan con el Sol,
editores de pelo largo con mares bajo el suelo,
hombres que escriben a las musas revolucionarias
que vuelan sin bragas por los bares de Madrid,
canosos que muerden por las islas
las plumas de un ángel hembra,
habitantes de un lugar llamado Batania,
chicas X que dieron con el sexo de la risa,
o veinteañeras que traen el frío desde Segovia
y el calor hasta la página.

Todos ellos, todas ellas,
esperan a la chica que los nuble,
esperan en la grada de una hoja
una frase que rescata a la belleza del olvido.
Y esperan,
siempre esperan.

Me gusta verlos abrazándose,
abrazándome,
son buenos chicos,
son malos chicos,
los jóvenes poetas.

Marwan


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