domingo, 20 de junio de 2021

27 vestidos

Primero, disculparme por estar tan ausente estos días. Los preparativos de la boda no nos dan un respiro y eso que sólo íbamos a firmar. ¡Tengo unas amigas que son unas liantes!
"Con un vestido normal voy de sobra", pensaba yo. "¿Un vestido normal?", preguntaban todas apostando que también sería negro ya que siempre tiendo a ese color (estiliza más todos mis defectos). Cuando me vi con los primeros vestidos de fiesta, me vi gorda, desubicada y más rara que un perro verde. Me miraba al espejo y esa no era yo. ¡Yo! La que decía que jamás se vestiría de pastelito.

Pues allí estaba, frente al probador, mirando uno tras otro... y viéndome en ocasiones, no tan mal. La tienda me la recomendó Sandra, la más conocedora del mundo de las bodas, y acertó de pleno. Primero fui a Getafe, y las inundé de fotos. Después me fui a Numancia y allí... lo encontré.

Quiero dar las gracias por estar ahí, presencialmente no por temas del covid que tienen muy restringido todas las normativas de acceder a las tiendas, pruebas y número de vestidos. Pero a pesar de todo, estuvieron ahí. Gracias Sandra, Sonia, Ana y Clara. Gracias de todo corazón, por elegir y aconsejarme en este proceso que para mí es tan complejo y duro. ¿Por qué? Porque una nunca está bien con su cuerpo, nunca se ve con un vestido largo cuando su indumentaria diaria son los vaqueros. Cuando a lo más que aspiraba era a firmar unos papeles con Javi en la más absoluta intimidad.

Y mirar ahora... Y no lo celebro por el covid, porque he visto a personas vacunadas pasarlo muy mal, infectadas. Porque quiero una boda sin mascarillas, con besos y abrazos, con fiesta hasta las siete de la mañana o más y sin ninguna restricción. Quiero una boda a lo grande, donde todos podamos estar sin miedo (solo el miedo a una posible resaca). Y aún así, sé que ese día estarán conmigo, serán testigos de mi boda aunque la que firme sea Sonia (elegida al azar en un pequeño sorteo que os mandé en un vídeo, ¿recordáis?) Pero para mí, lo he dicho infinidad de veces, ellas son mi verdadera familia. Mis amigas... y mis amigos también, por supuesto, pero en esto de vestidos, ellas han sido las que han llevado la voz cantante.

Quiero tener un pequeño apartado para agradecer a Belén, una amiga íntima de mi madre que como digo, ya pertenece a la familia, por regalarme mi maravilloso vestido, casualmente el que había soñado siempre y que me encontró por casualidad.

A esta entrada la he titulado "27 vestidos" como la película, aunque solo fueron cuatro de fiesta y tres de.... ¡up! ¡Sorpresa!

P.D. Quiero contaros una anécdota curiosa. Cada vez que me pruebo un vestido de princesa, siempre lo hago con un pie escayolado, con un esguince o algo así. El de la comunión fue tal cuál. Recuerdo estar probándomelo con muletas, un complemento muy adecuado para la ocasión, sí señor. Ya sabéis que una especial para todo.




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