lunes, 9 de agosto de 2021

Mi superheroína

 Yo no soy ningún superhéroe.

Te diría que supongo que ya te has dado cuenta, pero cuando a veces observo tus ojos fijos en mí brillando de esa manera entiendo que no, que no lo sabes. 

No sé cuánto tiempo pasó hasta que te vi sonreír por primera vez. Tu gesto siempre era serio, retraído, tal vez cansado. Y aun así no te hizo falta ni una mueca para que ya no quisiera mirar otro nunca más en mi vida.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que te vi sonreír por primera vez, pero ocurrió.

Cansada de tener la cabeza baja miraste hacia arriba y me encontraste ahí, volando, intocable, invencible.

Y sentiste que había llegado a tu vida para salvarte.

Pero yo no soy ningún superhéroe.

Yo tan sólo soy alguien que aprendió a ponerse el traje de manera que le quedara marcado y le resaltara, que aprendí a bordar mis iniciales en él, que logré que todos pensaran que soy infranqueable y que tengo súper poderes verdaderamente atrayentes, pero en realidad no hay nada de eso, sólo que siempre he sido un gran ilusionista.

Y tú sigues mirando hacia arriba mientras me ves surcar el cielo, y aplaudes emocionada; y yo te miro brillar esos ojos tristes, sonriendo tan feliz.

Ahora empiezas a quedarte dormida, y en tu suspiro calmado se advierte tu tranquilidad porque yo estoy a tu lado, porque te protejo, porque te sientes segura sabiendo que nunca dejaré que ningún supervillano te haga daño, y no te das cuenta de que el traje sólo es un trozo de tela, y que aunque me tocas la piel no te dejo advertir las numerosas heridas que tengo por todo el cuerpo, y que no sanan tan rápido como tú crees.

Pero luego amanece y vuelves a mirar hacia arriba para buscarme, y lo que no sabes es que soy yo el que aún no ha encontrado una escalera suficientemente digna para ponerme a tu altura, y que si intento volar alto es sólo para poder mirarte a los ojos, y que aunque creas que estoy acostumbrado a vencer al mundo debes saber que no, que el mundo siempre me devastó, el mundo siempre me golpeó hasta dejarme hecho trizas, el mundo estaba a punto de vencerme definitivamente antes de que tú llegaras.

Pero ahora todo ha cambiado. 

Ahora tengo razones para ganarle.

Porque tú estás en él.

Eres tú la que hace que cada día siga con vida. Eres tú la que tiene súper poderes. Eres tú la que con su gesto serio hizo que no quisiera mirar ningún otro gesto más, la que cuando me sonrió entendí que llegó a creer que nunca más lo volvería a hacer, la que pone su mano encima de mi pecho y el acero se vuelve barro. 

Y tú, en vez de aprovecharte de ello, decidiste darle forma.

Y los supervillanos se aterran, sí, pero no por mí, sino porque tú estás conmigo.

No, no soy ningún superhéroe.

Lo más cerca que he estado de ello fue cuando decidiste sonreírme a mí, y a nadie más.

Lo que quiero decirte con todo esto es que, aun con todo, si es para salvarte a ti no dudaría ni un segundo en ponerme la capa y mi falso traje cada noche y salir ahí fuera a luchar contra el mundo -aun sabiendo que algún día acabaría por aniquilarme definitivamente- sólo por verte mirando hacia arriba, orgullosa de mí, aplaudiendo emocionada, con tus ojos tristes, y sonriendo tan feliz.

Porque tal vez sí que empiecen a sanarme las heridas. 

Y tal vez sí que lleve unas iniciales bordadas. Pero no son las mías. Ni son en la ropa.

Duerme tranquila, y gracias por salvarme mientras crees que te salvo.

Porque aquí, la superheroína, eres tú.



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