sábado, 7 de agosto de 2021

Vuela, niña

Vuela, niña.

No te preocupes por las heridas que no se cierran en tu espalda:

No es que no se curen, es que te están saliendo alas.

Despega tus pequeños pies del suelo y no vuelvas a posarlos nunca más, viaja hasta ese cielo del que tantas veces me hablaste en aquella cama de madrugada, de todas esas ideas que te llenaban la mente y no te atrevías a contarle a nadie por miedo a que te creyeran loca, de todo lo que me confesabas en aquellas noches y yo supe que algún día lo ibas a conseguir.

Tienes todo para volar. No pierdas el tiempo en el suelo.

Grita, niña.

Grita, protesta y maldice.

Nunca dejes de gritar, porque confundirán tu educación con que les temes.

Grita hasta que te sangre la garganta, hasta que rompas a llorar con el corazón encogido, hasta que estrelles todas las cosas que encuentres a tu paso contra la pared y caigas rendida al suelo de rodillas del más puro cansancio.

Vuela, niña.

Vuela al lugar donde perteneces. Esta Tierra siempre se te ha quedado pequeña: la gente, su forma de pensar, de actuar, de sentir. No me extraña que me dijeras tantas veces que no lo comprendías, que tu mente no lograba entender por qué el mundo era así. Tú no tienes que ver con este mundo. Por eso me enamoré de ti.

Por eso te digo que vueles, que vueles alto, que no te preocupes, que sé que te seguirás acordando de mí, y que tú sabes que yo seguiré estando contigo. Y que cada paso que des en las alturas yo sabré que lo das. Y que estás en tu camino. Ese camino que nunca entendió nadie, porque ellos sólo son terrestres.

Me guardo tu olor por si algún día me olvido de cómo se respiraba, me guardo tu risa por si algún día me vuelvo sordo, me guardo el brillo de tus ojos por si algún día me quedo ciego y me guardo la ilusión en tu voz cuando me contabas todos aquellos sueños por si algún día me quedo sin esperanza.

Grita antes de marcharte para que el eco viva siempre en sus oídos, grita tu nombre para que nadie olvide jamás quién eres, grita lo que eres para que sepan que después de toda una vida intentando encerrarte en su mundo, al final les diste una patada en el culo, hiciste añicos la jaula, y volaste.

Y de las heridas abiertas en tu espalda te nacieron alas.

Y cuando encuentres unos ojos (no tengo duda que lo harás) que te miren como te miro yo, y cuando le cuentes todos tus sueños, y en vez de sentirte loca te sientas de nuevo comprendida, como hiciste conmigo, no te sientas mal, ni le expliques quién soy.

Con sólo una vez que me nombres no tengo duda de que entenderá que, en ese corazón que empieza a llevar su nombre, en una esquinita, con tinta de esa que no se borra, estará siempre escrito el mío. Y así lo aceptará.

Yo, por mi parte, me guardo tu voz.

Me guardo tu voz susurrando mi nombre, por si alguna vez me olvido de quién soy.

Gracias por haberme dado el honor de cruzarte en mi vida.

Jamás dudes de lo que eres.

Yo, desde aquí, no lo haré jamás.

Y ahora vuela, niña.

Esta Tierra siempre te quedó pequeña.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.