miércoles, 7 de marzo de 2018

CUENTOS

Supo muy pronto de la inexistencia de los príncipes azules y las princesas de cuentos de hadas.
Nunca buscó sapos que besar para transformarlos.
Nunca esperó ser rescatada de un castillo encantado, ni bailar pendiente de que dieran las campanadas de medianoche.
Mordió decenas de manzanas envenenadas sin caer fulminada.
Se cruzó con villanos, brujas despiadadas, lobos feroces y hambrientos.
Leyó todos los cuentos y no se creyó ninguno.
Le bastaba una mirada para enamorarse.
Unos ojos que sostuvieran los suyos durante unos segundos.
Una voz desconocida.
Un olor.
Unos versos escritos sin sentido.
Un abrazo silencioso.
Creyó en la magia de las personas.
Y eso la salvó.

María Guivernau


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